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El hígado es un órgano vital que se encarga de filtrar la sangre, eliminando toxinas, producir bilis (importante jugo digestivo), procesar nutrientes, descomponer sustancias químicas y controlar el nivel de hormonas, entre otras funciones.
La hepatitis es una enfermedad inflamatoria que afecta al hígado impidiendo su normal funcionamiento, y que se caracteriza por la existencia de inflamación y necrosis hepatocelular (destrucción de células del hígado).
En la actualidad, los casos de hepatitis en niños han disminuido notablemente en nuestro país, sobre todo los de origen vírico, gracias, en especial, a las vacunas, que protegen de las formas más frecuentes de la enfermedad.
Sin embargo, en las últimos meses, el aumento de casos detectados de una hepatitis aguda de origen desconocido ha despertado las alarmas de las autoridades sanitarias.
Conozcamos a fondo esta enfermedad, analizando, sobre todo, las causas más comunes y los síntomas a los que hay que prestar una especial atención.
La hepatitis puede tener diferentes causas. Las principales son:
Esta infección puede ser viral o, menos frecuentemente, bacteriana (Salmonella). Existen virus específicos que provocan hepatitis, tanto en niños como en adultos (virus hepatotropos). Están descritos unos cuantos: VHA, VHB, VHC, VHD, VHE, VHF y VHG.
La mayoría de los casos de hepatitis están provocados por el virus de la hepatitis A (VHA), el virus de la hepatitis B (VHB) o el virus de la hepatitis C (VHC), siendo el virus de la hepatitis A claramente el predominante en niños. Los virus, diferentes entre sí, tienen en común el hecho de provocar una infección y una inflamación nociva para las células del hígado.
Otros virus responsables de otras infecciones pueden afectar también al hígado, provocando una hepatitis aguda, que podríamos denominar secundaria, en general, de menor intensidad que la observada en los virus hepatotropos.
Sobre todo el virus de Epstein-Barr, el citomegalovirus, el herpes simple, el parvovirus B19 y, en menor medida, el coxsackie, el virus de la rubéola, del sarampión y de la varicela, así como echovirus y adenovirus, entre otros, pueden producir hepatitis, que, en general, se resuelve en varias semanas sin evolucionar a la cronicidad.
En un porcentaje bajo de hepatitis, de causa supuestamente viral (5-7%), no se puede demostrar ninguna de las causas mencionadas.
En este caso, la hepatitis está provocada por una respuesta inmunológica del propio enfermo, que destruye las células hepáticas e inflama el hígado.
Suele tener una evolución crónica, con brotes de actividad potencialmente graves. La presentación clínica es variada, desde formas subclínicas (sin sintomatología visible) hasta un inicio con fallo hepático.
La forma más frecuente de diagnóstico es ante una hepatitis aguda prolongada, sin etiología clara de hepatitis viral. El hallazgo casual de unas transaminasas elevadas en sangre, de forma persistente, hace obligatorio descartar una hepatitis autoinmune, cuyo pronóstico mejora con tratamiento.
Puede estar provocada por sustancias tóxicas o medicamentos. En los niños, se relaciona sobre todo a la presencia de paracetamol, antiinflamatorios, antibióticos y otros.
En adolescentes, los responsables suelen ser el alcohol, las anfetaminas y el consumo de productos naturistas tomados para adelgazar, sin un control médico especializado.
Generalmente, está provocada por amebas (Entamoeba hystolítica) u otros (exclusivas de países tropicales).
Sea cual sea la causa de la hepatitis, existen unos síntomas y unos signos que, en mayor o menor grado, suelen estar presentes:
Tras un período de incubación asintomático, cuya duración dependerá del agente causal, se distinguen tres fases en la enfermedad:
En el caso de las hepatitis víricas, no existe un tratamiento que actúe directamente sobre el agente causante.
El diagnóstico se confirma con la determinación en sangre de las enzimas hepáticas, las transaminasas, que, en caso de hepatitis, suelen estar muy elevadas. Este incremento es brusco, incluso anterior a las manifestaciones clínicas, con un descenso progresivo posterior.
También existen otras alteraciones sanguíneas, aunque son más aparentes en función de cuál sea el origen de la hepatitis.
En el diagnóstico diferencial de una hepatitis aguda, y en ausencia de una causa vírica conocida, deben tenerse en cuenta, especialmente, la hepatitis tóxica y la hepatitis autoinmune.
Conozcamos a fondo tres de los tipos de hepatitis más frecuentes en la infancia.
Es la inflamación del hígado causada por el virus de la hepatitis A (VHA) y es la más frecuente de las hepatitis infantiles.
Se transmite por vía fecal-oral, a través del contacto directo con personas infectadas. El mayor riesgo lo tienen los contactos domiciliarios de enfermos y también por contacto en comunidades infantiles, como guarderías, escuelas infantiles, campamentos... También es posible la transmisión indirecta a través del agua o de alimentos contaminados, como mariscos frescos, frutas y verduras, etc.
Los síntomas más comunes son los clásicos de las hepatitis descritos anteriormente. La enfermedad no tiene tratamiento y el paciente se suele curar completamente, aunque, en raros casos, se produce una hepatitis fulminante.
Con frecuencia, en los niños más pequeños, la infección pasa inadvertida y sin ictericia en un alto porcentaje de casos; sin embargo, son fuente de contagio para otros.
La hepatitis A se previene mediante el saneamiento correcto del agua, el lavado de alimentos vegetales frescos, la higiene de manos, y también a través de la vacuna, que figura en el calendario oficial de vacunación.
Se trata de una hepatitis infecciosa causada por el virus de la hepatitis B (VHB). La transmisión de la infección se puede llevar a cabo a través de cuatro vías:
Una vez que el VHB penetra en el organismo, se replica en el hígado y el daño celular va a depender de la respuesta inmunológica del organismo.
La sintomatología varía en función de la duración y la intensidad de esa respuesta, que, si resulta ineficaz, puede provocar que la hepatitis se cronifique, pudiendo permanecer asintomática durante muchos años. Si la respuesta inmunitaria es excesiva, se puede desarrollar una hepatitis fulminante, muy grave.
El diagnóstico se realiza mediante pruebas analíticas en sangre, que permiten detectar el antígeno ya a los tres-seis días después de producirse la infección.
También contamos con vacuna antihepatitis B, que figura en el calendario oficial de vacunación en México.
Reino Unido fue el primer país en informar sobre la presencia de esta hepatitis de origen desconocido.
Al día de hoy, ya se han superado los mil casos en todo el mundo, mientras que México reportaba 58 casos el mes pasado, y el 20 de mayo de 2022 se confirmó la primera defunción de un niño de 3 años. Más del 90% de los casos a nivel mundial han tenido que ser hospitalizados y alrededor del 10% han necesitado un trasplante de hígado. La edad de los afectados oscila entre el mes y los 16 años.
La hepatitis aguda no es una enfermedad nueva, ya lo hemos ido viendo a lo largo de este artículo. Las causas son múltiples, sobre todo, las de origen vírico, aunque hay muchos casos de causa desconocida.
En el momento actual, se considera al adenovirus tipo 41 (Ad41) el principal sospechoso de ser el causante de la hepatitis aguda infantil.
La mayoría de los casos no presentan fiebre y en ninguno de ellos se han detectado virus hepatotropos (hepatitis A, B, C, D y E), según ha informado la Organización Mundial de la Salud.
La sintomatología se corresponde con la de una hepatitis vírica, con transaminasas elevadas, ictericia, etcétera.
El incremento de estos casos, en estudio, ha alarmado a muchas familias y se han hecho multitud de elucubraciones. De momento, todo son conjeturas, aunque se conocen ya unas certezas: se descarta cualquier relación con el COVID-19.
La prioridad está en la detección, la notificación y el control evolutivo de la enfermedad con o sin tratamiento.
En España, la AEP, junto a otras sociedades científicas pediátricas, ha lanzado un llamamiento, recomendando a los profesionales implicados en la Atención Pediátrica que “extremen su vigilancia ante la posible aparición de nuevos casos de hepatitis graves, de cara a poder establecer un diagnóstico y un tratamiento adecuados, así como registrar y comunicar los mismos”.
De la misma manera, quiere “transmitir cautela y serenidad a la población y a la opinión pública, pues no tenemos, hoy en día, una hipótesis fiable que haga pensar en un crecimiento importante del número de nuevos casos”.
Dr. Luis González Trapote
Pediatra. Grupo para la Investigación y Docencia en Pediatría Extrahospitalaria (GRINDOPE)
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