Berrinches: qué son y cómo calmarlos

13 Dec 2023

Alrededor de los dos años, los berrinches hacen acto de presencia. Son episodios que forman parte del desarrollo del niño, pero, muchas veces, los adultos no sabemos bien cómo actuar. La psicóloga Mariana Capurro nos ayuda a entender mejor los berrinches y nos da las claves para acompañar al pequeño de manera efectiva y amorosa.

Con mucha frecuencia, las familias notan un gran cambio en sus hijos pequeños a partir de los dos años y hasta, aproximadamente, los cuatro años (depende de las características individuales de cada niño). Los notan más insistentes, y de alguna manera, hasta más protestones por todo aquello que desean y no pueden conseguir. Y es, en estas ocasiones, cuando asumen que han llegado a “los terribles dos años”, como mucha gente les llama.

Un berrinche es una reacción explosiva de emociones, en la que hay llantos, gritos, movimientos incontrolables, y, a veces, también contención de la respiración. Por lo general, estos episodios no superan los 15 minutos, y se dan de forma ocasional.

El gran desafío que tenemos es aprender a acompañar al niño en ese momento. Para ello, es bueno entender qué es lo que provocó el berrinche y qué es lo que sucede a nivel cerebral en esta etapa del desarrollo del niño.

¿Qué causan los berrinches?

A partir de los dos años, los niños ya tienen la capacidad cerebral de visualizarse con aquello que quieren, o haciendo aquello que quieren. Es decir, ya pueden elaborar mentalmente sus deseos. Por eso, insisten tanto y son persistentes manifestándolo.

Cuando los adultos les damos una respuesta que no es la que esperan, y que no les permite hacer realidad esa visualización que ellos tienen, se enfadan. Y es ahí cuando aparece el berrinche.

Ese enfado y esa frustración se expresan de esa manera porque los niños aún no tienen la capacidad de gestionar esas emociones tan intensas; no saben expresarlas de una manera más adaptativa. Su cerebro aún no está preparado para inhibir, disminuir o frenar esa explosión de emociones. Además, es muy necesario para ellos liberar toda esa energía producida por su actividad cerebral.

  • Las situaciones que hacen que esto suceda con más frecuencia son las relacionadas con alguna necesidad básica no cubierta: por ejemplo, cuando están más cansados y tienen sueño, o cuando experimentan hambre, sed, o calor/frío. En ocasiones, no saben detectar exactamente qué es lo que sienten, y, por eso, están más irritables y manifiestan emociones de un modo más intenso.
  • Los berrinches también pueden estar provocados por un cambio de hábitos dentro del hogar. Los niños se sienten seguros dentro de sus rutinas y, si perciben algo diferente, puede que a algunos les desestabilice un poco más, y esa inseguridad les haga reaccionar teniendo más berrinches.
  • Otras veces, los niños perciben un ambiente más tenso en casa, porque, quizás, estamos atravesando temporadas más estresantes, o no nos estamos entendiendo bien con algún miembro de la familia. Y a ellos les llega esa tensión, que, sin lugar a dudas, repercute en su comportamiento.
  • Pero no solo repercute en el comportamiento del niño, sino que también se hace notar en la manera en la que nos relacionamos con él (puede que tengamos menos paciencia o menos tiempo para compartir). Eso termina desencadenando una respuesta emocional que, muchas veces, puede ser contraria a la que justamente necesitamos (más llamadas de atención, más llantos y más enfados).
  • En esta etapa de la vida, los niños son capaces de entender muchos conceptos y están conociendo algunas normas sociales. Ellos pueden recibir una información errónea respecto a una determinada situación, que, en ocasiones, no hace falta que se la digamos, sino que, simplemente, ellos la entienden así (por ejemplo, ven el parque de camino a casa y solo por estar pasando por allí interpretan que nos quedaremos a jugar), lo que puede dar lugar a más berrinches para manifestar el descontento y la oposición a esa idea.
  • También es bueno recordar que esta etapa del desarrollo coincide con la adquisición de una mayor autonomía; los niños comienzan a demostrar que son seres independientes de nosotros. Les encanta explorar el mundo, aunque mantengan la mirada fija en nosotros, en busca de seguridad. Esto les lleva a tomar decisiones por sí mismos. Pero, muchas veces, esas decisiones que toman son truncadas por nosotros, y esto es algo que les cuesta comprender.
  • Por último, otro de los motivos que puede dar lugar a estos episodios de berrinches es la capacidad lingüística que los niños tienen a los dos años. En ocasiones, no son capaces de expresar a través de un lenguaje oral claro lo que quieren decir, para que nosotros los podamos entender, y eso les provoca mucha frustración y enfado. Sin lugar a dudas, conocer qué es lo que está motivando estas emociones en nuestros hijos es lo que nos ayudará a acompañar mejor la situación.

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¿Qué puedo hacer para evitar los berrinches?

Cuando hablamos de evitar berrinches, no hablamos de consentir para que el niño no llore. Debemos tener en cuenta que, si esto sucede, es porque hay alguna necesidad del niño que no está siendo cubierta, y que, en ocasiones, ni siquiera él sabe cuál es. Así que somos nosotros los que tenemos que detectar qué es lo que le está sucediendo para poder ayudarle de la manera más respetuosa y efectiva posible.

  1. Conocemos a nuestros hijos y sabemos qué es lo que les puede llegar a molestar. Así que, si nos adelantamos a esa situación, podremos evitar que se produzca un berrinche. No se trata de adaptar todo el ambiente y las situaciones para que el niño no tenga que enfrentarse a nada desagradable, además de que esto es algo casi imposible. Pero hay berrinches que sabemos que son innecesarios y que perfectamente podemos evitar.
  2. Anticipar al niño qué es lo que ocurrirá ayudará a que, cuando se encuentre frente a la situación, no se sienta tan enojado. Si le explicamos de antemano qué es lo que podría suceder, podrá ir visualizando posibles respuestas, y la decepción no será tan grande cuando llegue ese momento.
  3. Las rutinas le transmiten seguridad. Conocer de manera anticipada qué es lo que va a venir después de cada actividad brinda autonomía al niño y eso hace que se sienta mejor.
  4. La flexibilidad es algo que hay que tener en cuenta para prevenir estas situaciones. Es necesario establecer límites y normas y cumplirlos, o pactar rutinas y seguirlas, pero siempre podemos tener cierto margen de flexibilidad en determinadas cuestiones que no necesariamente tienen que ser del todo estrictas.
  5. Ofrecer opciones dentro de las posibilidades. Por ejemplo, si tu hijo llora porque quiere una pelota azul y solo hay de otros colores, muéstrale dos pelotas y dile: “No podemos llevarnos la pelota azul, pero sí podemos llevarnos la verde o la amarilla, ¿cuál prefieres?”. Que sepa lo que sí puede hacer, o lo que sí puede tener, ayudará a que recobre la calma más rápido.

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¿Cómo calmar un berrinche?

  1. En primera instancia, debemos ser capaces de detectar qué es lo que provocó el berrinche. Muchas veces, ni siquiera el niño sabe qué es lo que le sucede. Simplemente, ve una necesidad o un deseo no satisfecho y reacciona así. Pero si nosotros sabemos por qué está enojado, podremos ofrecerle ayuda para resolverlo.
  2. Es importante demostrar más que nunca nuestra capacidad para gestionar emociones. El pequeño no tiene nuestra misma capacidad de gestión emocional, así que somos nosotros los que tenemos que ayudarle en ese aspecto. Si nosotros respondemos de manera calmada, es más probable que ese episodio dure menos tiempo. Además, él aprenderá a responder así también ante situaciones similares a las que se enfrente.
  3. En el momento que está gritando o llorando, no es necesario intentar un diálogo para darle una lección, pues no lo atenderá ni captará el mensaje. Podemos transmitirle un mensaje corto y directo, pero no intentar un diálogo que le pondrá todavía más nervioso. Una vez se haya calmado, podemos hablar sobre lo sucedido.
  4. Mientras tanto, es bueno que sienta que entendemos lo que le está pasando, que no se sienta juzgado, sino más bien contenido. Podemos ayudarle describiendo lo que le está pasando, validando las emociones que está experimentando. Por ejemplo: “Veo que estás muy enojado porque no fuimos al parque” o “Entiendo que estás triste porque no pudimos comprar todos los dulces que querías”. De esta manera, también aprenderá sobre la emoción que está experimentando.
  5. Es necesario que recobre un poco la calma antes de ofrecerle soluciones. Una vez notemos que la intensidad de la expresión de esas emociones ha disminuido, podemos ofrecerle soluciones o alternativas a lo que demanda, para así poder terminar de resolver la situación y darle la opción de elegir, lo cual es muy importante, porque le hará sentirse valorado.

Nunca hay que utilizar chantajes o amenazas. Tampoco es necesario hacerle sentir mal para que aprenda algo, porque el pequeño ya está experimentando un malestar, y porque no es beneficioso en ningún aspecto. Por lo tanto, debemos intentar hablarle de la manera más respetuosa y calmada posible, para que sienta que estamos ahí para ayudarlo.

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¿Qué pasa si mi hijo me pega o se pega?

Si en ese momento de descontrol emocional, el niño pega a las personas que están a su alrededor, es necesario contenerlo. No se trata de pegarle (porque, entonces, no podremos pedirle que deje de pegar), sino de sujetarle las manos para que deje de hacerlo si no es capaz de entenderlo con palabras.

Además, es muy importante avisarle qué haremos, por ejemplo: “Voy a sujetarte las manos porque me estás pegando y eso me duele. Cuando estés tranquilo, lo intentaremos resolver”.

O en otro caso: “Voy a alejarme para que dejes de pegarme. Cuando no lo hagas más, atenderemos lo que quieres”. Para transmitirle esos mensajes, es bueno mantener un tono de voz bajo, calmado y firme.

Si el niño se pega a sí mismo, y esto ocurre de manera ocasional, es necesario que lo protejamos. Así que lo mejor que podemos hacer es prevenir, apartando los objetos que tiene alrededor con los que se pueda hacer daño, y, en tal caso, sujetarlo, hablándole de forma tranquila hasta que se calme y podamos retomar el diálogo.

¿Cuándo preocuparse por un berrinche?

Los berrinches suelen aparecer entre los dos y los cuatro años, aunque esto puede variar según el niño, como también la intensidad y la durabilidad con la que se manifiestan.

Debemos estar alerta a las características generales que presentan: si consideramos que los berrinches se dan con demasiada frecuencia (más de dos o tres veces al día), son muy intensos, el niño se autolesiona, o pone en riesgo su integridad o la de los demás, o van acompañados de incontinencia de orina, es mejor consultar a un especialista.

Debemos proceder del mismo modo si estos episodios se dan de forma regular después de los cuatro años: a partir de esa edad, los niños van desarrollando la habilidad de controlar un poco mejor sus emociones, por lo que los berrinches deberían ir disminuyendo.

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¿Tu hijo hace berrinches con frecuencia? ¿Cómo actúas en ese momento? ¿Qué es lo que mejor te funciona para conseguir que tu hijo se tranquilice? ¡Déjanos tu comentario!

mariana-capurroMariana Capurro
Psicóloga
Asesora de familia de @PermisoParaEducar

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