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Dice groserías: ¿cómo actuar?
Las groserías han entrado en la jerga común, ya no escandalizan a casi nadie y menos a los niños, que no son conscientes de lo que significan y que, por tanto, en muchas ocasiones las utilizan. ¿Cómo deben actuar los padres en estos casos?
A pesar de esto, el hecho de oír a un hijo decir groserías continuamente perturba a la mayoría de los padres. En caso de que esta actitud resulte preocupante, conviene intervenir.
A los niños les gusta decir malas palabras porque les permite degustar la transgresión que, desde que el mundo es mundo, desata la fascinación del ser humano. Por este motivo, muchos expertos consideran que la mejor manera de frenar la pronunciación de groserías es mostrar la máxima indiferencia cada vez que se produzcan. De hecho, existe la hipótesis de que el niño dice malas palabras frente a otros, por lo que es razonable imaginar que, al no obtener el efecto deseado, podría desistir. Por este motivo, al principio, puede ser aconsejable tomar este camino.
Por otro lado, también se le puede explicar de forma clara, sencilla y accesible que a papá y a mamá no les gusta que diga groserías, y que tampoco les agrada que las digan los demás. Se le ha de demostrar, además, que hay otras maneras de manifestar su enfado o asombro, utilizando expresiones menos desagradables.
Si, a pesar de estas advertencias, su actitud no cambia, no hay que enfadarse ni regañarlo. Simplemente, se le debe ignorar cuando diga groserías, porque, si el niño comprueba que a los adultos les afecta demasiado que las diga, puede utilizarlas a modo de chantaje.
Qué hacer si dice groserías
A esta edad, es normal que el niño diga, de vez en cuando, alguna grosería. Sin embargo, si queremos que esto no se convierta en una costumbre, debemos actuar de la siguiente manera:
• Evita reír o sonreír cuando el niño diga una grosería. Es una reacción que invita a que la repita.
• No regañes al niño demasiado, pues puede asociar la grosería con tu atención.
En caso de que las palabras sean fuertes o puedan provocar problemas de relación social:
• Explícale que esas palabras molestan a los demás.
• Cuando el niño esté presente, nunca comentes con otras personas las palabras que dice.
• Enséñale a disculparse si molesta u ofende a alguien con sus palabras.
• Ofrécele alternativas para expresar su enojo.
Ante las groserías, los padres deben ser firmes y coherentes
• El niño, que está dotado de antenas sumamente sensibles, capaces de captar la contrariedad más allá del telón de la indiferencia, puede no querer cambiar de actitud, a pesar de los intentos de sus padres.
En este caso, sobre todo si sus groserías resultan intolerables o, en cualquier caso, crean situaciones especialmente embarazosas con los extraños, es aconsejable pasar a actitudes más duras. Éstas consisten, simplemente, en imponerle, como regla base, que no se puede transgredir en ningún caso el control del lenguaje.
Con tono firme y decidido, se le puede decir que las groserías que él pronuncia molestan a los demás y que, por lo tanto, debe dejar de decirlas. Los padres han de transmitirle el mensaje de que su libertad (como la de todos nosotros) termina donde empieza la de los demás, y que hacer una cosa desagradable para las personas que lo rodean está terminantemente prohibido.
Sin embargo, si se opta por esta actitud, hay que ser coherentes después. Cada grosería del niño debe censurarse al menos diciendo al niño un “no” y los padres, a su vez, deben controlar todos los términos que utilizan. También en este caso, el ejemplo constituye una gran ayuda.
• No obstante, si el niño no deja de decir groserías o si la frecuencia de las mismas es excesiva, puede ser que necesite llamar la atención. Los padres deberían plantearse si le brindan verdaderamente esa atención o si son muy estrictos con él.
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"Tú también dices groserías"
Ante una “acusación” semejante, los padres pueden sentirse entre la espada y la pared, y no saber muy bien cómo comportarse. Sin embargo, existe una solución muy sencilla: el padre o la madre puede decir que se arrepiente mucho de haberlo hecho y que en el futuro intentará controlarse. Así, el niño aprenderá que sus padres no son infalibles y que todos nos podemos equivocar, pero que lo importante es darse cuenta de ello, saber pedir perdón e intentar no cometer los mismos errores en el futuro.
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