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El poder de las palabras: ¿cómo comunicarte con tus hijos de forma positiva?
Las palabras que utilizamos para comunicarnos con nuestros hijos dejan una huella permanente que marcará su personalidad futura. Conozcamos los consejos de nuestra psicóloga para fomentar una comunicación positiva y saludable dentro del núcleo familiar.
La forma en la que nos dirigimos a nuestros hijos es una especie de moldeador, un aspecto que, sumado a muchos más, va dándole forma a la personalidad que están desarrollando.
Siempre pensamos en las palabras como un conjunto de letras que simplemente sirven para comunicarnos con los demás. Pero es importante conocer y darles el poder y el peso que realmente tienen, ya que, aparte de condicionar la manera en la que nos relacionamos con las personas que nos rodean, las palabras también forman parte de nuestro diálogo interno.
Ante determinadas emociones y/o situaciones que implican tomar una decisión, todos meditamos, pensamos, barajamos opciones, y lo resolvemos con la ayuda de un diálogo interno; y la manera en la que nosotros mismos nos hablamos de forma casi automática e inconsciente también determina y condiciona la respuesta que damos, ya sea a modo de emoción o de conducta.
Es así como nuestras palabras también pueden llegar a ser nuestro mejor aliado, o, por el contrario, nuestro peor enemigo, dependiendo siempre del grado de positividad o negatividad que lleven consigo.
Pensemos ahora en la repercusión que esto tiene en nuestros hijos. Para un buen desarrollo de su personalidad, es clave entender que la forma en la que nos comunicamos con ellos tendrá (independientemente de la carga emocional) un amplio vocabulario que ellos mismos adoptarán y harán suyo, no solo para comunicarse con los demás, teniendo un gran peso en cuanto al desarrollo de sus habilidades sociales, sino también para hablarse a sí mismos todo el tiempo.
Si los mensajes siempre llegan con palabras que carecen de cariño y con una connotación negativa, su diálogo interno también las utilizará para hablarse a sí mismos de esta manera.
Cómo favorecer la autoestima del niño
La percepción que nuestros hijos tienen de sí mismos está estrechamente vinculada y condicionada también con la forma en la que nosotros los tratamos. Esto implica, dentro de nuestra interacción y educación, a la comunicación y al lenguaje.
Veamos seis formas de utilizar las palabras para favorecer la autoestima de nuestros hijos e hijas:
1. FUERA ETIQUETAS Y JUICIOS. De forma inconsciente o no, a lo largo del día, adjudicamos infinidad de adjetivos y destacamos cualidades y defectos de los demás. En el caso de nuestros hijos, todo aquello que reciben de nuestra parte (siendo nosotros su máxima y más fiel referencia) será lo que ellos crean de sí mismos también.
Palabras y frases que describen su carácter, como, por ejemplo, “eres un poco vago”, “las matemáticas no son lo tuyo”, “¡¿eres un tonto?!”, “¡pero qué pesada eres!”, les ayudan a crear su propia imagen y condicionan su forma de ser y de relacionarse con los demás.
Lo mismo sucede con las respuestas que damos ante situaciones muy frecuentes que se dan en la mayoría de familias con niños, como: “¿Tiraste el vaso de leche otra vez? ¡Sabía que iba a pasar! ¿No sabes hacerlo bien? ¡Siempre eres igual, el más descuidado de la familia!”. “¿Otra vez vienes con el pantalón roto de la escuela? ¡Te dije que no llevaras ese pantalón! Ya sabía que lo ibas a traer roto. ¡Qué torpe eres, hijo mío!”.
2. ESCUCHAR ACTIVAMENTE. Cuando nuestros hijos nos están explicando algo, no es bueno interrumpirlos para adelantarnos a lo que nos van a decir, con el afán de ganar tiempo. Por el contrario, ellos necesitan sentirnos realmente presentes, física y emocionalmente, sin distracciones o actividades paralelas, y notando que lo que nos están explicando realmente nos interesa.
3. MENOS ELOGIOS Y MÁS ALIENTO. En ocasiones, cuando queremos manifestar la aprobación que sentimos al ver a nuestros hijos comportándose de la forma en la que nosotros esperamos, tendemos a utilizar elogios en exceso, lo cual tampoco es beneficioso.
Lo mejor es liberarlos y liberarnos de la necesidad de expresar frases que no son reales, o son muy exageradas, y utilizar, en sustitución, alientos y descripciones. De lo contrario, nuestros hijos podrán dudar de la veracidad de nuestras palabras, o pensar que realmente lo han hecho tan bien que ya no hace falta mejorar.
Por ejemplo, no es necesario decirles que hicieron el pastel más rico del universo cuando, en realidad, nos estamos dando cuenta de que, en lugar de utilizar azúcar, usaron sal.
En cambio, podemos decirles algo así como: “¡Vaya! Veo que te esforzaste mucho por cocinarme un pastel. Te pasaste la tarde en la cocina, pero sin darte cuenta, el pastel quedó un poco salado. ¿Hacemos otro juntos?”. Asimismo, podemos destacar otras cualidades que veamos, sin necesidad de exagerar o resaltar demasiado el error.
4. VALORAR EL ESFUERZO. Tendemos siempre a valorar más el resultado que el propio proceso que se tuvo que realizar para alcanzarlo, sin tener en cuenta, tampoco, el esfuerzo que tuvo que realizarse para conseguir ese resultado.
En diferentes niños, para alcanzar un mismo resultado, el esfuerzo y el proceso nunca será el mismo. A algunos niños les costará más aprender a leer; a otros, aprender a atarse las agujetas de los zapatos.
No todos los niños que tienen una calificación de 10 en matemáticas estudiaron la misma cantidad de horas; posiblemente, algunos estudiaron día tras día, y otros, un par de horas antes del examen. Y, sin embargo, en la mayoría de los casos, nos limitamos a elogiar directamente la calificación, sin detenernos en el proceso y en el esfuerzo que tuvo que hacer cada uno para alcanzarlo.
5. LÍMITES Y DESACUERDOS SIN AGRESIVIDAD. Ante algún tipo de desacuerdo o en la negociación de algún límite, tenemos que ser capaces de transmitir la información y mantener un tono amable, correcto y respetuoso, dejando a un lado los gritos, las amenazas y los reproches, que no aportan absolutamente nada positivo, y que, además, no les permiten asimilar ningún tipo de conocimiento nuevo.
Esto se puede ver reflejado en frases como: “¡Si no llegas a casa a las 8:00 pm, verás lo que te pasa!”, en lugar de decir: “Te espero a las 8:00 pm para cenar, como habíamos acordado”. O cuando decimos: “Si no dejas de gritar, no ves la televisión”, en lugar de decir: “Si quieres gritar, es mejor que lo hagas lejos de mí, porque yo quiero seguir escuchando la televisión”.
También es muy importante que, una vez negociados y establecidos, los límites y acuerdos sean respetados y cumplidos por ambas partes. Esto brindará seguridad y confianza de forma bidireccional a la relación.
6. MÁS AMOR Y SINCERIDAD. En ocasiones, mentimos a los niños porque consideramos que no son capaces de entender determinadas situaciones. La verdad debería ser uno de los valores con más peso en las familias. Siempre podemos hablarles con sinceridad, adaptando el vocabulario y la información a la edad del niño o de la niña. Nuestros hijos tienen que poder confiar incondicionalmente en nuestras palabras, y aprender que mentir no es una opción.
Asimismo, es necesario que reciban de nuestra parte mensajes que les demuestren que son importantes, que destaquen sus cualidades, que les den a entender que son tomados en cuenta, y que, por encima de todo, los queremos tal y como son.
3 claves para una buena comunicación con nuestros hijos
RESPETO. Muchas veces, cuando el comportamiento que tienen los niños no es el correcto desde nuestra mirada de adultos, buscamos la forma de que lo noten y de que perciban nuestro malestar. Para ello, la herramienta más accesible que tenemos son las palabras, pero, en esas ocasiones, suelen tener una intensidad emocional tremendamente hiriente y humillante. El respeto es fundamental en todas las relaciones.
EMPATÍA. Siempre es importante hablar a nuestros hijos desde la empatía. Tener la capacidad de entender lo que pueden estar sintiendo es muy beneficioso para tener una buena comunicación.
POSITIVIDAD. Mantener una actitud positiva también en las palabras les enseñará a ser personas más optimistas. No se trata de quitarle realismo a las situaciones e intentar que todo parezca bonito, sino de que es bueno hacer el esfuerzo de reformular oraciones que muchas veces tienen una connotación negativa. Esto también les brinda habilidades ante una situación desagradable, para que puedan focalizar en soluciones y no quedarse estancados en el problema.
Palabras mágicas que los niños deben aprender
Existen determinadas palabras que es importante que los niños las escuchen de nosotros y las incorporen en su vocabulario para comunicarse con los demás.
Palabras o expresiones como “por favor”, “discúlpame”, “buenos días/tardes/noches”, “con permiso” y “gracias”, además de demostrar respeto hacia los demás, les permitirán ser mejor percibidos y aceptados, y, por lo tanto, les ayudarán a socializar de una manera más fácil.
Para que nuestros hijos incorporen estas palabras en su vocabulario de forma efectiva, no hace falta obligarlos a hacerlo; simplemente, escuchando que nosotros las decimos, y conociendo el significado de cada una de ellas y el efecto que provocan en los demás, será suficiente para que se sientan confiados y comiencen a utilizarlas.
Recuerda que nuestras palabras siempre generarán un impacto en nuestros hijos, de forma positiva o negativa. Las palabras nunca se las lleva el viento, como dice el refrán, sino que nuestro mensaje siempre construirá, lastimará, destruirá o curará, y eso irremediablemente se reflejará en ellos el día de mañana.
Por eso, es importante pensar en las palabras como una especie de energía moldeadora de la personalidad de nuestros hijos, que veremos reflejada en los adolescentes y en los adultos del futuro.
Mariana Capurro
Psicóloga
Asesora de familia de @PermisoParaEducar