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Las mamás solemos estar familiarizadas con los mocos, el dolor de garganta, el de estómago, los raspones, los dolores de cabeza, y hasta nos han pasado por la mente situaciones como apendicitis, infecciones urinarias y otras enfermedades, pero ¿tics? No, ellos no suelen aparecer en nuestro radar.
Los tics son movimientos o sonidos abruptos, breves, repetitivos, que se llevan a cabo de manera involuntaria. Suelen ser frecuentes en la consulta con el pediatra. Según la Asociación Española de Psiquiatría infanto-Juvenil, los pueden llegar a presentar entre un 12% y 24% de los niños, con más frecuencia en varones que en mujeres. La edad de inicio es entre los 5 y 7 años, aunque en ocasiones pueden aparecer a edades más precoces, señalan investigadores de la Unidad de Neurología Pediátrica, del Hospital Universitario Reina Sofía y la Asociación Española de Pediatría.
Para tu tranquilidad, debes saber que la mayoría de las veces desaparecen por si solos, habitualmente en semanas o meses, aunque en algunos casos pueden volverse crónicos (hasta en un 2% a 4%).
Según la pediatra Lucía Galán, los tics que duran más de un año se denominan crónicos y deben ser estudiados, ya que pueden estar asociados a otros trastornos, como el Trastorno obsesivo compulsivo o el Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDHA), o a un trastorno mucho más complejo conocido como Síndrome de Tourette.
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Aunque con frecuencia se hace referencia a ellos como “tics nerviosos”, porque se considera que ciertos estados de estrés o situaciones emocionales como el tiempo de exámenes escolares, un viaje próximo, incluso celebraciones, podrían desencadenarlos, el origen de estos tiene una base biológica sobre la que influyen los factores ambientales, explican los expertos de la Unidad de Neurología Pediátrica del Hospital Universitario Reina Sofía.
Hay estudios que han encontrado una alta proporción de antecedentes familiares y la existencia de un número variable de genes implicados sobre los que influirán factores ambientales, así que si papá o mamá tuvieron tics en su infancia, es muy probable que sus hijos también los manifiesten.
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Pueden calificarse en simples o complejos, según la Academia Americana de Pediatría, con una subdivisión de motores y verbales (también llamados vocales o fonatorios):
Hay una gran variedad, por eso enlistamos algunos de ellos:
La pediatra Lucía Galán señala que los tics suelen empeoran en situaciones de estrés, de máxima concentración o ante la exposición a pantallas. Normalmente desaparecen durante el sueño.
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El primer paso para tener una mejor idea y diagnóstico de los tics es acudir con el pediatra. Según lo que encuentre al explorarlo, podría sugerir solamente la explicación de la naturaleza de los tics y algunas pautas generales de psicoeducación para disminuir los niveles de ansiedad familiar y el sentimiento de culpa que esto podría generar. El objetivo es mejorar la calidad de vida del niño.
Si necesita más ayuda, podría remitirlo a algún otro especialista (particularmente cuando presenta otros síntomas como fracaso escolar, dolores de cabeza frecuentes, trastornos del sueño, problemas de visión, cambios en su comportamiento), como un terapeuta, neurólogo o psiquiatra para descartar cualquier otro problema. No se descarta tratamiento farmacológico, teniendo en cuenta las condiciones particulares de cada paciente.
Afortunadamente, como hemos señalado, la mayoría de los tics son transitorios, así que lo que puedes hacer en casa, como sugerencia de la pediatra Lucía Galán, además de lo que te recomiende el pediatra de tu hijo es:
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¿Ha pasado algo así con tu pequeño? ¿Cuándo fue la última vez que lo llevaste a revisión con el pediatra? ¿Sabes de algún caso de tics en la familia? ¡Cuéntanos en los comentarios!
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