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Equinoccio de otoño: ¿por qué me siento triste?
Ya ha llegado el otoño y, con él, algunas personas empiezan a notar más cansancio, desasosiego y una sensación de melancolía y tristeza. Cierto es que los cambios de estación tienen consecuencias en nuestros hábitos y organismo, pero ¿hasta qué punto?
Arranca el otoño, una estación romántica y bucólica que trae consigo una cierta sensación de melancolía. Alejarnos del mar y los largos días de sol de las vacaciones, junto con el regreso a la rutina, son factores que influyen en generarnos un sentimiento de tristeza. Varios estudios realizados a lo largo de los años 90 en la Universidad de Southampton (Reino Unido) revelaron que un 90% de personas experimentan cambios sutiles en el estado de ánimo, energía y sueño cuando cambia la estación. Es lo que se conoce como Trastorno Afectivo Estacional, una serie de síntomas que aparecen relacionados con los cambios de luz y clima.
Con la llegada del otoño, el cambio más significativo que nuestro cerebro nota es la disminución del tiempo de luz solar, un elemento clave en la producción de melatonina, una hormona que se produce en mayor cantidad en la oscuridad y que es la que influye en que tengamos más sueño, peor estado de ánimo, más hambre y más frío. Por otro lado, a menor luz solar, más bajan los niveles de serototina en el cerebro, la hormona del humor. Todo ello sumado a la vuelta a la rutina (más tiempo en el trabajo, menos tiempo para compartir con los seres queridos, etc) aumenta la sensación de tristeza. Ya, por último, el cambio de hora a finales de octubre somete el organismo a un esfuerzo adaptativo notable parecido a un jet lag en versión cambio horario.
¿A quiénes afecta más el cambio de estación?
Este trastorno afectivo estacional no afecta por igual a todo el mundo. Por razones psicológicas, algunas personas no notan el cambio. Una investigación de la Universidad de Virgina (EUA) habla de una mutación genética que hace que el ojo de determinadas personas sea menos sensitivo a la luz y, por lo tanto, al trastorno afectivo estacional. En cambio, en otras personas, la ausencia de luz, más que tristeza, genera lentitud y letargo. Ello puede provocar que se duerma de más, lo que genera una ralentización del cuerpo; le cuesta más pensar y come más.
Los médicos aconsejan llevar a cabo una transición lenta del verano al otoño, adaptando nuestra vida social a los nuevos horarios de forma progresiva. También recomiendan no dramatizar. Es decir, si existe una aflicción previa, un miedo a padecer estos síntomas, el otoño la potenciará. Así que es importante quedarse con lo bueno del cambio de estación y darle la bienvenida con alegría y buen humor.
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¿Te afecta el cambio de estación? ¿Te sientes más decaída en otoño? ¿Pones en práctica algunos trucos para evitar el Trastorno Afectivo Estacional? Deja tu comentario al final de este artículo y comparte tu opinión con otras mamás.
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