Forma de la pancita: controles

1 Mar 2024
Forma de la pancita: controles

Desde el momento de la concepción, el útero empieza una lenta pero increíble transformación para cumplir con su función. Las medidas de la pancita puede darnos algunas pistas de este proceso.

 En el intervalo de 37-40 semanas la pancita pasa de un peso de alrededor de 50-60 gramos a uno de 1,000-1,500 gramos; y partiendo de un tamaño de 6-7 centímetros, llega a medir unos 35 cm de altura por 25 centímetros de largo por 20 cm de profundidad. En otras palabras, al principio tiene unas dimensiones de una pera, en la semana 10 habrá alcanzado el tamaño de un pomelo ¡y al término del embarazo será tan grande como una pequeña sandía!

Un metro para medirla

Para seguir el crecimiento del útero y evaluar el desarrollo y el bienestar del pequeño, sin embargo, son necesarias medidas objetivas. Incluso sin recurrir a la ecografía, a partir de la semana 16 de la gestación, el ginecólogo o la obstetra consiguen, durante el control mensual de rutina, calcular el tamaño del órgano apoyando sobre el abdomen una cinta métrica, parecida a la de un sastre.

Utilizando simplemente las manos y la cinta métrica, el especialista mide la altura del fondo uterino, es decir, la distancia que separa la parte más alta del útero de la sínfisis púbica. El fondo uterino debe medir aproximadamente lo mismo que la edad gestacional en semanas. Dicho esto, una pancita demasiado grande o demasiado pequeña puede ser perfectamente normal, o, por el contrario, ser síntoma de complicaciones. Le corresponderá al ginecólogo o la obstetra valorar si la situación merece un análisis más en profundidad.

Por ejemplo, una pancita demasiado grande puede llevar a sospechar de polihidramnios, es decir, una cantidad demasiado elevada de líquido amniótico, que puede ser debida a problemas del feto, diabetes gestacional o a un problema de la mamá, y que puede tener repercusiones en el bienestar del bebé. Una pancita demasiado pequeña, en cambio, puede ser debida a un defecto de crecimiento intrauterino, a causa de, por ejemplo, una gestosis o de problemas de placenta.

El fondo uterino “sube” en altura hasta la semana 38 del embarazo, llegando a pocos centímetros de distancia del diafragma. Alrededor de la semana 25, el fondo será palpable a la altura del ombligo mientras que en la semana 38 estará 2 centímetros por debajo del diafragma y en la semana 40 descenderá unos centímetros.

¿A qué se debe este descenso? La pancita “desciende” cuando el bebé empieza a empujar hacia la pelvis, pero en esto también cuentan la forma de la mamá y la del mismo bebé. Una mujer de un 1.70 cm de estatura que espera un bebé de 3 kilos, le faltará la respiración y la pancita parecerá muy alta, al contrario, de un bebé de 3 kilos que no provocará ninguna molestia en una mujer de 1.80 cm, y la pancita parecerá más baja.

Considerando lo anterior, es imposible, por lo tanto, valorar el crecimiento y el bienestar del pequeño con una simple mirada a las dimensiones de la pancita. Y comparar con las pancitas de otras mujeres embarazadas o escuchar las observaciones de amigos y conocidos no especialistas es inútil, e incluso contraproducente, porque puede generar dudas y ansiedades injustificadas.

Pruebas generales para el parto

Al final de embarazo, las paredes del útero están tan estiradas que se adaptan a la forma del cuerpo del bebé. Además, aumenta su capacidad de contracción y, por lo tanto, es posible que la futura mamá note leves espasmos, esporádicos y no dolorosos, similares a calambres: son las contracciones de Braxton-Hicks. Cada mujer las percibe de manera distinta.

Algunas las notan a partir de la semana 30 del embarazo; otras, en cambio, sólo durante las últimas dos semanas. Algunas las sienten de forma insistente, otras las perciben sólo como una pequeña tensión. Se trata de un fenómeno completamente fisiológico y normalmente es suficiente con algunos minutos de reposo para que la sensación desagradable se atenúe.

Sin embargo, si las contracciones se hacen muy fuertes es mejor dirigirse al ginecólogo. Si no son patológicas, sólo “insistentes”, el médico receta magnesio o un exudado vaginal para controlar la flora bacteriana presente. Lo importante es distinguirlas de las contracciones precoces, capaces de dar inicio a un parto prematuro. Para establecerlo, el médico examina el cuello del útero y decide si es adecuado intervenir de inmediato o dejar que el embarazo proceda.

Muy diferentes y fácilmente reconocibles son las contracciones de la fase prodrómica, que marcan el inicio del trabajo de parto, a partir de varias horas o varios días antes del nacimiento del bebé. 

DIRECTORA EDITORIAL MI BEBÉ Y YO. Experta en temas de embarazo, maternidad y paternidad, bebés y niños, y coordinadora de nuestra Agenda de Crecimiento.