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Sobre el embarazo y el parto existen muchas creencias populares que no siempre son ciertas ni tienen una base científica sólida. Aunque es verdad que la labor divulgativa de muchos profesionales médicos ha acabado con algunas ideas muy arraigadas en la sociedad, y cada vez son más las futuras mamás que están mejor informadas de lo que ocurre realmente en este período, todavía existen muchas dudas con respecto a algunos temas relacionados con la maternidad.
Para analizar los mitos más extendidos sobre este período, hemos hablado con la especialista y divulgadora Rocío García-Viso.
Rocío acaba de publicar su libro El arte de crearte, de la editorial Espasa, en el que recoge las nuevas corrientes sobre el embarazo y el parto, y responde de manera rigurosa y actualizada a las miles de creencias que hay en torno a la maternidad.
Con ella, analizamos ocho de los grandes mitos relacionados con el embarazo y el parto. ¿Los conocías todos o te sorprende alguno de ellos? ¡Esto es lo que nos ha respondido!
Sí. Es una de las cosas fascinantes que suceden durante el embarazo y tiene un nombre, matrescencia, que es una combinación de maternidad y adolescencia.
Hace unos años, unas investigadoras españolas, entre las que se encuentra Susana Carmona, compararon los cambios en el cerebro de las adolescentes con los cambios que se producían en el cerebro de la mujer durante la gestación. Solo en estas dos etapas de la vida se dan cambios hormonales tan bruscos en el cuerpo de la mujer y eso genera cambios en el cerebro.
Susana Carmona habla de una poda sináptica en las ramificaciones de las neuronas. Parece que el cerebro prioriza las ramas neuronales que van a ayudar al cambio de rol, en la adolescencia, para ser mejores adultas, y en la gestación y maternidad, para ser mejores madres.
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Las probabilidades de concebir un niño o una niña no son azar, pues es cierto que las características de los espermatozoides X e Y son diferentes y la población mundial no es exactamente del 50-50%. Existen varias teorías al respecto.
En la concepción se unen un óvulo y un espermatozoide y cada uno contiene la mitad de la carga cromosómica: el óvulo siempre porta el cromosona X, mientras que el espermatozoide puede portar el cromosoma X o Y. Cuando se fecunda el óvulo, los cromosomas se unen y, si son XX, el bebé es de sexo femenino, mientras que si son XY, es de sexo masculino.
De todos modos, aunque son teorías fascinantes, ninguna de las dos está sustentada por evidencia científica de peso, por lo que, por el momento, este tema tiene más de mito que de verdad.
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Este es un mito muy extendido, pero es falso. La creencia popular es que si la pancita de la mamá es redondita, espera una niña; mientras que si tiene forma de pico, está embarazada de un niño.
Lo cierto es que la forma de la pancita depende más de la corporalidad de la mujer, del sostén de sus músculos abdominales y del tamaño del útero que del hecho de que espere un niño o una niña.
Asimismo, en la forma de la pancita también influye que sea el primer o el segundo embarazo, que haya más o menos líquido amniótico y la semana de gestación en la que se encuentra la mamá.
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Depende. Aquí es importante diferenciar los gemelos de los mellizos.
Los gemelos provienen de un único óvulo y espermatozoide que, cuando ya se ha fecundado, se divide. El material genético es idéntico y los bebés son idénticos. Esto no es heredable porque se trata de un hallazgo casual.
Sin embargo, los mellizos provienen de dos óvulos fecundados por dos espermatozoides en el mismo ciclo, y eso sí es heredable. El embarazo de mellizos está relacionado con la hiperovulación. Habitualmente, en un ciclo, una mujer ovula un único óvulo, pero hay mujeres que ovulan dos óvulos o más.
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Los antojos en el embarazo son una realidad y existen varias teorías que los avalan.
¿Y qué relación guardan los antojos con las manchas de nacimiento en la piel del bebé? Se suele decir que, si los antojos no se satisfacen, el bebé podría nacer con una mancha con la forma del alimento que la madre deseó. Pero esto sí que es totalmente falso.
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No hay una evidencia científica que respalde esta creencia. Si esto fuera cierto, casi todas las mujeres se imaginarían a sus bebés con una gran melena, porque el ardor de estómago es un trastorno muy frecuente durante el embarazo.
Los ardores se producen por el efecto hormonal sobre el esfínter que hay entre el estómago y el esófago, que se relaja y hace que el alimento y los ácidos del estómago retornen al esófago, produciendo esa sensación de quemazón e incomodidad. Asimismo, a medida que el embarazo avanza, el útero crece hacia arriba, presionando el estómago, lo que favorece este síntoma.
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La mayoría de los bebés se colocan con la cabecita hacia abajo en la recta final del embarazo. Sin embargo, alrededor de un 7% de los bebés a partir de la semana 37 de gestación están en posición de nalgas.
En países como España se suele programar una cesárea. Esta práctica está basada en los resultados de un estudio multicéntrico publicado en el año 2000 que afirmaba que los bebés que estaban en posición de nalgas se beneficiaban de nacer por cesárea programada porque se disminuía el riesgo de complicaciones neonatales. Esto hizo replantear las recomendaciones y extender la programación de cesáreas a las mujeres gestantes con bebés de nalgas.
Otro estudio multicéntrico publicado seis años después desmintió las diferencias en morbilidad y mortalidad neonatal entre el parto de nalgas y la cesárea por elección. Sin embargo, para cuando estas nuevas recomendaciones vieron la luz, habían pasado varias generaciones de ginecólogos en formación que no aprendieron sobre la práctica de este tipo de partos ni sobre cómo actuar en caso de posibles complicaciones, por lo que se siguieron haciendo cesáreas programadas.
En el caso de México, la tasa de cesáreas alcanzó el 46% en el 2021 ( estudio: Índice de Robson: riesgo de cesárea en un centro de primer nivel en México, Ginecología y Obstetricia de México) sin saber a ciencia cierta cuántas de las cesáreas realizadas sucedieron por una complicación real a la hora del parto o porque el bebé viniera de nalgas.
Hoy en día, la tendencia debería ser volver a la formación para hacer posible el parto de nalgas vaginal, que es seguro para las mujeres y sus bebés cuando se cumplen ciertos criterios, pero no todos los países logran cumplir con estas prácticas, sobre todo en los países de Latinoamérica, que cuentan con porcentajes de cesáreas mayores a los recomendados por la OMS -del 10% al 15%-.
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Se trata de una creencia muy arraigada. No es de extrañar que las mujeres, al final del embarazo, miren cuándo hay Luna llena para intuir la posible fecha en la que nacerá su bebé. Incluso entre los profesionales médicos es habitual comentar, cuando hay Luna llena, que quizás se avecina una noche ajetreada.
Lo cierto es que no hay evidencia científica detrás. La Luna genera cambios en las mareas y en las presiones atmosféricas, pero hoy en día no afecta a los ritmos circadianos ni al equilibrio hormonal de las mujeres, por lo que podemos afirmar que los partos no se desencadenan por el efecto lunar.
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