Matrescencia: ¿cómo cambia tu cerebro cuando te conviertes en mamá?

7 Nov 2024
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Que la maternidad nos transforma era algo que muchas mujeres intuíamos. Ahora, por fin, la neurociencia respalda este hecho y le pone nombre: matrescencia. Hablamos con la neurocientífica Susana Carmona sobre cómo cambia el cerebro de la mujer durante el embarazo y la maternidad.

Ya te habrás dado cuenta de que, durante el embarazo y desde que tienes a tu bebé, no has vuelto a ser la misma. ¡Bienvenida a la etapa de la matrescencia!

El embarazo y la maternidad te cambian, y lo hacen para siempre. Tu cerebro se transforma a nivel neurológico, y la nueva situación hormonal tiene mucho que ver en estos cambios.

Para profundizar en este tema, hablamos con Susana Carmona, psicóloga, doctora en Neurociencias y directora de Neuromaternal (@neuro.maternal), el grupo de investigación en neuroimagen del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. Su línea de estudio principal se centra, precisamente, en caracterizar los cambios cerebrales que acompañan al embarazo y la maternidad.

Susana Carmona acaba de publicar Neuromaternal (Penguin Random House Grupo Editorial), un libro innovador y sin precedentes que nos acerca al cerebro de la mamá y a los cambios drásticos que ocurren en este durante el embarazo.

¿Qué le ocurre al cerebro de la mujer durante el embarazo y la maternidad?

El embarazo es uno de los procesos fisiológicos más extremos por los que pasa el cuerpo humano. Se modifican todos los órganos y sistemas, y ahora, por fin, empezamos a entender qué sucede a nivel cerebral.

Lo que sabemos a ciencia cierta es que, durante la gestación, se producen cambios muy significativos e importantes en el cerebro en casi todas las mujeres.

Así, observamos cambios dinámicos en el cerebro (no es lo mismo lo que sucede en el embarazo, parto y posparto), inducidos por mecanismos de neuroplasticidad, lo que quiere decir que el cerebro adapta la función y la forma: empieza a funcionar ligeramente diferente y la anatomía se modifica, produciéndose reducciones en el volumen de sustancia gris cerebral durante la gestación, que, después, se revierten ligeramente en el posparto.

Y cuanto más cambia el cerebro, más fácil es para la madre vincularse con el bebé.

Hay que puntualizar que una reducción de volumen no implica necesariamente una atrofia o degeneración cerebral. De hecho, sabemos, por ejemplo, que, durante la adolescencia, también se reduce el volumen de sustancia gris y esta reducción está relacionada con una optimización de procesos mentales. Es decir, a veces, para poder hacer ciertas cosas de forma más efectiva, hace falta eliminar posibles variables confusionales.

Uno de los procesos que podría estar detrás de estos cambios se llama poda sináptica y es algo parecido a lo que ocurre cuando podamos un árbol: para poder facilitar el procesamiento de la información por las ramas principales, hay que deshacerse de las secundarias. Y eso es lo que sabemos que sucede en la adolescencia.

Creemos que, en el embarazo, hay un momento en el que se produce algo parecido, pero aún estamos intentando conocer exactamente qué es o qué ocurre realmente a nivel celular en este período.

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¿Qué implicaciones tienen estos cambios en el cerebro de la mamá?

Lo que sabemos es que las reducciones en el volumen de sustancia gris se localizan en las áreas de la denominada red por defecto. Esta región cerebral está implicada con la empatía, el altruismo, la representación reflexiva del yo y la cognición social. Creemos que esto facilita la vinculación con el bebé.
Pero, en humanos, estamos justo intentando averiguar qué es lo que sucede exactamente.

Lo que podemos hacer es recurrir a la literatura en modelos animales, de la que ya contamos con 50 años de información. Aquí, sí que sabemos perfectamente que las hormonas de la gestación entran en el cerebro de la madre y producen una serie de cambios que facilitan la conducta maternal.

La cría se convierte en lo más llamativo para la madre. Y eso va a llevar a la mamá a interactuar con ella, a querer estar en contactoY una vez esto sucede, es la cría la que va modulando esa conducta maternal.

Los pocos datos que tenemos a fecha de hoy en humanos coinciden con esta visión que ya nos aportan los 50 años de literatura en modelos animales.

¿Qué entendemos por matrescencia?

Matrescencia es una especie de fusión entre maternidad y adolescencia. Lo que nosotros hemos aportado es demostrar que esta fusión, que ya se ha descrito a nivel psicológico y social, también ocurre a nivel cerebral.

Es decir, tanto la maternidad como la adolescencia son procesos que están acompañados de grandes fluctuaciones hormonales, especialmente esteroides sexuales, que tienen la capacidad de inducir mecanismos neuroplásticos a nivel cerebral.

En una de las publicaciones que hicimos en 2019, observamos cómo cambiaba el cerebro de una adolescente antes y después de la pubertad, y cómo lo hacía el cerebro de una mujer antes y después de su embarazo. Y vimos que los cambios anatómicos detectados por resonancia magnética eran prácticamente idénticos.

Esto nos ayuda a ver los paralelismos que existen entre maternidad y adolescencia: son etapas en las que reconstruimos nuestro yo, se produce una gran ambivalencia de emociones, con momentos de euforia emocional y otros de máxima tristeza, se redefinen las relaciones con los demás y, sobre todo, existe una gran vulnerabilidad mental.

Tanto la adolescencia como la maternidad y, después, la menopausia son etapas con muchos cambios hormonales, y ahora sabemos que también cerebrales, y en las que la incidencia de depresión y ansiedad es muy elevada en mujeres.

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¿Estos cambios en el cerebro afectan igual a todas las mamás?

Una de las cosas que más nos sorprendió es la gran robustez que existe en los cambios cerebrales que se producen durante el embarazo. Es decir, los cambios son muy consistentes y afectan a casi todas las mujeres, en mayor o menor grado. Lo que demuestra que a nivel biológico realmente ocurre algo muy profundo y relevante.

De hecho, se puede saber si una mujer ha sido madre a través de una imagen de cambio en su cerebro. Analizando imágenes cerebrales de mujeres antes de quedarse embarazadas y después, se puede saber con 100% de acierto si durante ese período temporal esa persona ha pasado por un embarazo o no.

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¿Y qué ocurre con el cerebro de las madres adoptivas?

Lo que sabemos en modelos animales es que, en personas que crían, pero que no han pasado por el proceso de gestación, también se dan cambios en el cerebro, pero de una manera un poco más lenta, mediante un proceso que se denomina sensibilización, y se producen gracias a la interacción con el bebé.

Como hemos comentado anteriormente, las hormonas de la gestación van a hacer que la mamá biológica rápidamente encuentre al bebé lo más atractivo del mundo, y eso va a facilitar que esté en contacto con él. Pero quien realmente facilita y adapta la conducta maternal es el bebé gracias a la interacción.

Es decir, existen dos vías: la más rápida, que es la de las hormonas, y la otra vía, más lenta, que es la de la interacción.

Dicho esto, es necesario puntualizar que los cambios anatómicos que vemos en las mujeres durante el embarazo son muy pronunciados y posiblemente haya más factores detrás que no tienen que ver solo con el cuidado del bebé.

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¿El cerebro del hombre también se modifica cuando se convierte en papá?

En el primer estudio que publicamos en 2017, no observamos reducciones tan marcadas como en las madres, pero es cierto que su cerebro tampoco se mantiene exactamente igual, como sí ocurre en el grupo de los controles sin hijos.

Asimismo, a nivel individual, vimos como algunos padres cambiaban un poco y otros, nada, y eso hacía que no hubieran diferencias significativas, pero los cambios, aunque menos evidentes, sí existían.

Hemos publicado algunos estudios con Darby Saxbe, una investigadora americana que habla del papel de la oxitocina y la testosterona en estos cambios en papás, y, de nuevo, parece ser que es la interacción continua con el bebé lo que modifica el cerebro de cuidadores no gestantes e induce lenta y progresivamente ciertos aspectos de la conducta maternal.

Es decir, en la mamá gestante, estos cambios se producirían durante el embarazo y el parto para facilitar la interacción con el bebé, pero en papás sería una vez ya que el bebé ha nacido y gracias a esta interacción con el bebé.

Todo apunta a que cuanto más implicado está el padre en la crianza, más cambiará su cerebro, más se adaptarán sus hormonas y más se facilitará la conducta paternal. Veremos si esta hipótesis se confirma en los próximos años.

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¿Qué hay de cierto en los déficits cognitivos que se atribuyen a la maternidad?

Durante el tercer trimestre de gestación y el principio del posparto, sí se observa que las mamás ejecutan peor tareas de memoria que no están relacionadas con el bebé. Pero hay estudios que demuestran que, cuando la tarea está relacionada con estímulos del bebé, lo hacen mejor que las del grupo de control. Y esto nos está diciendo que, tal vez, hay un cambio de prioridades.

Sabemos que el bebé, cuando nace, es capaz de secuestrar la atención de la madre y le deja pocos recursos para dedicar al resto de las tareas. Los recursos mentales son limitados y cuanta más carga cognitiva tengas menos recursos podrás dedicar a cada una de las tareas.

Imagina que los recursos mentales son un pastel. Si el bebé se come la mitad, tú tienes que intentar hacer lo mismo que hacías antes, pero repartiendo el pastel en porciones más pequeñas. Lo que implica que, probablemente, estas tareas las ejecutemos peor, cometamos errores o directamente nos olvidemos.

Dicho esto, también sabemos que la falta de sueño dificulta las capacidades ejecutivas, atencionales y de memoria en cualquier persona.

Y tampoco nos podemos olvidar del sesgo de confirmación: hemos crecido pensando en que cuando te quedas embarazada vas a estar despistada, no te vas a enterar de nada, y, entonces, cualquier olvido o descuido que tenemos lo atribuimos a ello.

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¿Y qué habilidades mentales ganamos al convertirnos en madres?

En muy poco tiempo, tenemos que aprender a hacer todo lo necesario para que un ser indefenso sobreviva. Tenemos que aprender a regular nuestras emociones y aprender a ejercitar nuestras funciones ejecutivas, que es la capacidad de planificar y de cambiar de una tarea a otra rápidamente, de ser flexibles…

El efecto protector de la maternidad está muy documentado en roedores. Los estudios en animales sugieren mejora de memoria, y datos preliminares en humanos apuntan a mejoras en la capacidad de inferir los estados emocionales de los demás.

Asimismo, los estudios en humanos indican que la maternidad protege del envejecimiento cerebral a largo plazo. Sin embargo, estos datos derivan de estudios que comparan a mujeres de mediana edad que han sido madres con mujeres que no. Necesitamos grandes bases de datos que sigan a las mismas participantes a lo largo del tiempo para saber exactamente qué sucede.

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Susana CarmonaSusana Carmona
Psicóloga y doctora en Neurociencias. Autora de Neuromaternal (Penguin Random House Grupo Editorial)