Te puede interesar…
- Mi bebé y yo
- Embarazo
- Psicología en el embarazo
- Mamá a los 20, a los 30 y a los 40: ¿qué cambia?
Mamá a los 20, a los 30 y a los 40: ¿qué cambia?
Cada edad trae consigo una forma distinta de vivir y disfrutar de la la maternidad. Ser madre a los 20 años, a los 30 o a los 40 es muy distinto. Cada edad tienes sus ventajas y sus inconvenientes. ¡A qué edad tuviste o vas a tener a tu bebé?
La maternidad es un momento crucial en el desarrollo psicológico de las mujeres. Este punto de inflexión, fundamental en la vida de una mujer, puede tener repercusiones distintas según las diferentes edades con las que se afronte. ¿En qué sentido?
- Desde el punto de vista psicológico y emocional, convertirse en mamá a los 20 o a los 30, en lugar de a los 40, comporta inevitablemente una actitud diferente hacia la maternidad, que trae consigo indiscutibles ventajas, así como algunas inevitables desventajas.
- No existe una edad ideal para ser mamá, es más bien una cuestión de madurez interior ligada a un camino de crecimiento personal que nos permite dar espacio a la llegada de un bebé a nuestras vidas.
¿Pero, qué cambia a lo largo de las diferentes “etapas” de este camino? ¿Cómo se afronta cuando se es muy joven, a diferencia de cuando se ha llegado a una edad más adulta? Veámoslo más en profundidad.
Maternidad: dejarse llevar, sin miedo
- Un hijo te cambia la vida inevitablemente. A los 20, a los 30 y a los 40 años. En lugar de tener miedo de estos cambios es necesario aprender a afrontarlos con serenidad y confianza, conscientes del hecho de que nos traerán sobre todo felicidad y armonía.
- Cada mujer, independientemente de su edad, conserva dentro de sí misma una suerte de “instinto animal” que la hace capaz de proveer para su hijo. Lo único que hay que hacer, entonces, es seguir este instinto.
- En la sociedad occidental de hoy prevalece un código de comportamiento masculino basado en el rendimiento, la capacidad y la realización de sí mismo. En este contexto, la maternidad a menudo acaba por ser vivida casi como un obstáculo. Se afronta de manera muy “técnica”, pero sin tener en cuenta lo mucho que puede influir en el alma de una mujer, incluso más que en el cuerpo.
- Así pues, sería necesario recuperar un espacio para las mujeres en él que puedan reflexionar y debatir sobre el significado de convertirse en mamá, sobre las expectativas, los deseos y los cambios que este evento trae consigo.
Mamá los 20 años, porque... aún sin preocupaciones, crecerá junto al niño
Estas jóvenes mujeres saben “adelantarse” al estereotipo cultural que, en nuestra sociedad, sitúa el evento de la maternidad a partir de los 30 años. ¿Cómo son las madres de 20?
- Hay muchos menos temores, menos ansiedades respecto al progreso de la gestación, y el parto asusta menos, porque de algún modo estas jóvenes mujeres se sienten capaces de gestionar cualquier cosa.
- También tienen menos pensamientos acerca de lo que sucederá cuando nazca el bebé, porque la posibilidad de integrarlo en su propia vida –sin que ésta deba ser modificada- parece natural.
- A los veinte años hay una suerte de “plasticidad” que ayuda a afrontar con menos rigidez los trastornos en los hábitos cotidianos y en los ritmos biológicos con los que un recién nacido obliga a enfrentarse. Por el contrario, la maternidad va de la mano de un proceso de maduración de estas jóvenes mamás, que todavía deben trabajar sobre sí mismas, todavía deben descubrirse.
- Y, además, necesitan espacios de libertad a los que a veces cuesta renunciar. Para contener las dificultades es muy importante el contexto en el que se vive la maternidad, la red de apoyo en la que se puede confiar, tanto a nivel de pareja como de familia.
Mamá los 30, porque... entre mil objetivos, tener un hijo es el más importante
Entre los 29 y los 33-34 años: sobre todo en las grandes ciudades, esta parece ser la franja de edad en la que un mayor número de mujeres decide convertirse en mamá. Y, en la mayor parte de los casos, se trata de una elección consciente y razonada.
- En general, las treintañeras de hoy son mujeres autónomas y con objetivos claros que se sienten más seguras y, finalmente, pueden dar un espacio a su deseo de ser madres.
- Un hijo representa la culminación de un crecimiento personal, pero también la expresión de una relación de pareja que ha tenido tiempo para construirse.
- Jóvenes, dinámicas y fuertes, las treintañeras todavía tienen mucha energía para gastar: no sufren al levantarse por la noche, soportan mejor la falta de sueño y también el cansancio físico.
- Desde el punto de vista psicológico, sin embargo, en su mente empiezan a tener más turbaciones respecto a las que tienen las chicas más jóvenes, ya que las guía más la razón que la emoción. Después de haber trabajado durante años para que finalmente, en su vida, todo se adapte a sus expectativas, ahora es inevitable que, también respecto a la decisión de traer un niño al mundo, una treintañera sienta la necesidad de activar una especie de mecanismo de control.
- La realidad del embarazo, sin embargo, no siempre es totalmente controlable. Además, cuanto más se construye la maternidad sobre la base de una programación, más prevalecen las ansiedades y las tensiones.
- Para estas mujeres, el reto consiste en encontrar una nueva armonía. En el curso de su vida han podido experimentarse a sí mismas y construir su independencia. Y ahora están preparadas para saber encontrar dentro de sí mismas la esencia de la maternidad: la capacidad de estar disponible para acoger a un bebé y ocuparse de él de la forma más natural y menos racional posible.
Mamá los 40, porque… ya realizada en el trabajo, estará más disponible para el bebé
Un deseo espontáneo, intenso, urgente, irrenunciable e inaplazable, porque en cierta medida está escrito por ley en la naturaleza. Y, al mismo tiempo, una disponibilidad total para dedicarse a ese hijo que ahora, finalmente, se siente preparada para acoger y para cuidar.
- A los 40 años, en cierto modo, una mujer ya está totalmente afirmada, segura de su propio valor y satisfecha desde el punto de vista de su carrera profesional.
- La maternidad, a su vez, se puede convertir en una nueva prioridad a la que dedicarse por completo. A los 40 años, el deseo de tener un hijo es intenso, pero real. Se ha perdido, al menos en parte, aquella urgencia de racionalizar la maternidad que pertenecía a una fase anterior de la propia vida.
- Quedan, en cambio, la historia y las experiencias vividas, las emociones y los sentimientos que les han acompañado hasta este momento. Y todo esto proporciona una gran profundidad y una gran intensidad al encontrarse con ese bebé tan esperado.
- ¿Temores? Por supuesto, a los 40 también se tienen. Para algunas mujeres, la ansiedad es debida sobre todo al no saber afrontar los cambios que la llegada de un bebé trae consigo.
- Para otras, en cambio, es respecto al bebé: sienten la necesidad de que el médico las tranquilice constantemente sobre el hecho de que está bien y de que ellas son “capaces” de llevar adelante el embarazo.
- Superado el primer y desestabilizador impacto de la convivencia con un recién nacido, estas madres saben ofrecerle a su hijo una disponibilidad casi total. Porque, una vez lleno ese vacío que sentían en su existencia, ahora el deseo más fuerte es el de ocuparse de ese bebé que tanto habían esperado, de disfrutarlo lo más posible, divertirse con él, y poder observar su pequeña gran conquista.