Fiebre en bebés y niños: causas y qué hay que hacer para controlarla

13 Nov 2024
Fiebre en bebes

La fiebre en bebés no es una enfermedad, sino un síntoma de que algo no está bien. Por eso, no siempre hay que eliminarla, sino tenerla controlada, pues el organismo está reaccionando a las agresiones de virus y bacterias. Te lo explicamos todo sobre la fiebre en bebés y niños, con la colaboración de la pediatra.

Nerea SarrionCon la colaboración de Nerea Sarrión Sos
Médico Especialista en Pediatría

 

​La fiebre es un síntoma muy común en los niños y lo importante es mantenerla controlada, no necesariamente combatirla. Se ha demostrado que, gracias a la fiebre, las células-barrera más importantes contra virus y bacterias aumentan hasta 20 veces y reducen la duración de la enfermedad. ¡Conozcamos muchas más cosas sobre la fiebre en bebés y niños!

Qué es la fiebre

Se entiende por fiebre el aumento de la temperatura corporal superior a 38 °C tomada en la axila. Dicho aumento indica que hay un desequilibrio entre la producción y la dispersión de calor en el organismo. ¿Qué más debemos saber sobre este mecanismo de defensa del organismo?

  • La temperatura puede sufrir alteraciones durante el día. En general, por la mañana, es más baja (35.8-36.4 grados centígrados, aproximadamente). A primera hora de la tarde, empieza a subir, y sigue subiendo hasta última hora de la tarde. Después, por la noche, disminuye gradualmente.
  • La variación de la temperatura también puede estar provocada por otras causas, que no tienen nada que ver con una infección. Por ejemplo, la digestión de una comida abundante o un ejercicio fisico muy intenso. 
  • Se habla de fiebre en bebés cuando la temperatura permanece por encima de los valores normales durante un período de tiempo más o menos largo.

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El mecanismo de la fiebre en bebés y niños: cómo funciona

Los estudiosos sostienen que la fiebre se manifiesta cuando el organismo aumenta la producción de glóbulos blancos (leucocitos). Estos glóbulos son necesarios para combatir una infección causada por virus o bacterias.

  • Debido a la actividad de los glóbulos blancos, las células del organismo estimulan a su vez la producción de sustancias llamadas pirógenos endógenos, que literalmente significa "sustancias generadoras de fuego".
  • Estas sustancias actúan en el centro de control de la temperatura corporal, el hipotálamo, que está situado en el cerebro, y lo estimulan para que aumente la temperatura con intención de destruir los microorganismos nocivos.
  • Si en ese preciso momento se interviene, contrarrestando la acción del organismo y bajando la temperatura, se impide que el mecanismo de la fiebre tenga sus propios efectos beneficiosos.

Las causas más frecuentes de la fiebre en bebés

La fiebre es un síndrome causado por una inflamación, una infección o por ambas a la vez. En función de su evolución y de los otros síntomas que la acompañen, el pediatra puede identificar su causa y tomar las medidas oportunas.

He aquí una lista de síntomas que pueden ayudar a identificar la causa de la fiebre, que te ayudarán a elegir el comportamiento más indicado mientras se espera la intervención del médico:

  • Pesadez, dolor de cabeza, debilidad y escalofríos: gripa.
  • Vómitos: intoxicación o gastroenteritis.
  • Tos y nariz tapada: gripa, infección viral o bronquitis.
  • Diarrea: infección intestinal, indigestión, intoxicación o envenenamiento.
  • Dolor de cabeza, dolor en la frente, encima de las cejas, o en la nariz: sinusitis.
  • Dolor de oídos: otitis o parotiditis.
  • Dolor de estómago: apendicitis, cólicos o infección intestinal.
  • Dolor al orinar: cistitis o infección del tracto urinario.
  • Manchas rojas en la piel y pequeñas pústulas. Una de las enfermedades exantemáticas: sarampión, escarlatina, rubéola, varicela, quinta enfermedad, etc.

Cómo bajar la fiebre

En primer lugar, no hay que descender la fiebre a menos que suba por encima de los 38 °C en el recto y provoque malestar al niño.

  • Si la temperatura es superior a 38 °C en la axila, se recomienda administrar al niño un medicamento antitérmico, siempre bajo la prescripción del pediatra. Los fármacos de uso común son el paracetamol y el ibuprofeno. La tendencia actual es alternar o combinar el uso de ambos fármacos. Sin embargo, será el pediatra quien determine qué fármaco usar, en qué dosis y cada cuántas horas. Los antitérmicos también se aconsejan cuando la temperatura es inferior a los 38.5 °C en el recto, si el niño está muy debilitado y cansado.
  • Es muy importante que el organismo pueda dispersar la acumulación de calor. Por esta razón, hay que dejarle ligero de ropa. Además la temperatura de la habitación no debería superar los 21 grados.
  • Hay que ofrecerle muchos líquidos para evitar que el organismo se deshidrate. La bebida más apropiada es el agua. También van bien los jugos de fruta que, además de recuperar los líquidos perdidos, proporcionan la energía necesaria.
  • Si bien es bueno insistir al niño para que beba mucho, es contraproducente obligarle a comer si no quiere.
  • También le puedes bañar en agua templada, que ayuda a dispersar el calor. El agua no debe estar demasiado fría, puesto que el choque de temperatura puede perjudicar al niño.
  • Hay padres que suelen recurrir a los antibióticos en caso de fiebre. Sin embargo, los antibióticos, aunque sean eficaces contra las bacterias, no lo son contra los virus, que son los causantes de muchas de las infecciones que causan fiebre.
  • Cuando la fiebre haya desaparecido, el niño necesita otros cuatro o cinco días de convalecencia. Esto significa que debe guardar reposo. También es preferible que no salga a pasear en las horas más cálidas del día.
  • La fiebre no es una enfermedad, sino la señal de que el organismo está luchando contra una infección. Eliminar la fiebre significa en muchas ocasiones no dar la posibilidad al organismo del reaccionar a la agresión y de resolver el problema con sus propias fuerzas.

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¿Qué es la febrícula?

La febrícula es, por decirlo así, una fiebre "ligera", lo que se conoce popularmente como "tener unas décimas". Más concretamente, se define como febrícula a la hipertermia, o elevación de la temperatura corporal, superior a 37 grados e inferior a 38.

La febrícula es un tipo de fiebre que, habitualmente, es prolongada y sostenida, es decir, que no llega a superar los 38 grados, en cuyo caso ya hablaríamos de fiebre propiamente dicha. La febrícula puede deberse a diferentes causas, desde el inicio de un proceso infeccioso, como un simple resfriado, al estrés o al proceso de la dentición, por ejemplo.

Asimismo, hay que tener en cuenta que la temperatura corporal varía en función de la hora del día o del lugar donde se tome.

Cuándo dirigirse al pediatra

Normalmente, la fiebre no necesita la presencia inmediata del médico. De hecho, se dan casos de infecciones virales leves que desaparecen espontáneamente al cabo de 48 horas.

(Te interesa: Enfermedades en niños)

Fiebres de crecimiento: ¿son reales?

Parece ser que no es un tópico. Tras un episodio de fiebre, la estatura del niño aumenta ligeramente. Esto sucede porque el sistema inmunitario está estrechamente relacionado con el endocrinológico. Por tanto, la reacción inmunitaria desencadenada por la agresión de un agente infeccioso puede estimular temporalmente una mayor producción de la hormona del crecimiento.

En líneas generales, el crecimiento durante la primera infancia es homogéneo, pero, a veces, se pueden producir períodos en los que se acelera ligeramente, hasta el punto que los padres perciben una especie de "estirón". En cualquier caso, se trata de cambios mínimos.

El aumento de la estatura sufre una aceleración repentina más adelante, en la pubertad, cuando en el organismo de los chicos entran en acción las hormonas sexuales masculinas y femeninas. Primero, les sucede a las niñas y, después, a los niños. Normalmente, después de este último brote, el crecimiento se detiene y permanece estable durante el resto de la vida.

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10 dudas sobre la fiebre: la experta responde

A continuación, Nerea Sarrión, pediatra, responde a las diez cuestiones que más frecuentemente se plantean los papás y las mamás con respecto a la fiebre en los niños.

1. ¿Qué es la fiebre y por qué se produce?

La fiebre es uno de los síntomas que un niño puede presentar cuando tiene una infección (igual que pueden aparecer vómitos, diarrea, tos o mocos). La causa más frecuente de fiebre es una infección vírica.

  • Cuando nuestro cuerpo intenta defenderse de una infección (causada por virus o bacterias), se produce un proceso inflamatorio en el cual se da la orden de aumentar la temperatura. Este aumento de temperatura es la fiebre, cuya función es activar las defensas del organismo y combatir con mayor efectividad la infección, “destruyendo” a los microorganismos causantes. Por tanto, debemos ver la fiebre como una aliada para combatir la infección, no como una enemiga.
  • Hablamos de fiebre cuando la temperatura corporal se eleva por encima de 38 grados. Si la temperatura se sitúa entre 37 y 38 grados, la llamamos febrícula.
  • La fiebre puede acompañarse de malestar e irritabilidad: los niños se encuentran mal, solo quieren que los carguen, no quieren jugar... También aparece aceleración de los latidos del corazón, aumento del número de respiraciones, sensación de frío y escalofríos, sudoración y enrojecimiento de las mejillas.
  • Es importante saber que la respuesta a antitérmicos o el grado de fiebre, por sí solo, no nos orienta sobre la causa de la fiebre. Es decir, hay infecciones producidas por bacterias (que requieren tratamiento antibiótico) que se acompañan de poca fiebre e infecciones producidas por virus (como, por ejemplo, la gripa) que cursan con fiebre alta.

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2. ¿Cuál es la forma más efectiva de tomar la temperatura en el bebé?

Si detectamos que nuestro hijo o hija puede tener fiebre (le notamos caliente, con malestar, respirando muy rápido), debemos confirmar la presencia de fiebre con un termómetro. En el mercado, podemos encontrar varios tipos de termómetros:

  • El termómetro digital resulta una opción muy recomendable por su precio, resistencia y fiabilidad (aunque, en ocasiones, falla). Es adecuado para medir la temperatura a nivel rectal, axilar y sublingual.
  • Antiguamente, se utilizaba el termómetro de mercurio, que ofrecía una medición muy fiable de la temperatura corporal. Sin embargo, desde hace años, está prohibida su venta y comercialización, ya que existe peligro de toxicidad en caso de que se rompa.
  • Como sustituto, apareció el termómetro de galio o galinstan, compuesto por metales de baja toxicidad, por lo que, si se rompe, es más seguro que el de mercurio. Este tipo de termómetro mide la temperatura corporal de manera muy fiable y tiene un precio asequible. Como inconvenientes, cabe destacar que es lento en dar el resultado (tarda unos cinco minutos) y puede haber dificultades para volver a ponerlo a cero.
  • Otras opciones más modernas son los termómetros mediante infrarrojos: los termómetros de oído (se mide la temperatura de la membrana timpánica) o de frente (se mide la temperatura de la arteria temporal). Son métodos cómodos, rápidos y poco invasivos para el niño, pero son más caros y menos fiables, por lo que servirían como cribado, pero se recomendaría confirmar con un termómetro digital.

    Como anotación, los termómetros de oído en niños menores de dos años pueden dar mala medición, por la estrechez del conducto auditivo.

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Un dato curioso: existen estudios que han demostrado que los padres aciertan a la hora de detectar fiebre en sus hijos mediante el tacto. Uno de ellos concluyó que el 84% de padres eran capaces de reconocer cuándo sus hijos tenían fiebre, mientras que un 76% acertaba cuando pensaban que no lo tenía.

¿Y DÓNDE MEDIMOS LA FIEBRE?

Existen dos temperaturas, la central (que corresponde al interior del cuerpo) y la periférica.

La temperatura central, la que nos interesa a los médicos, es algo más elevada que la periférica. Para medir la temperatura central, la más fiable es la rectal, pero es un método incómodo e invasivo, además de peligroso si el termómetro se rompiese.

Por este motivo, en nuestra práctica clínica, utilizamos la temperatura periférica para comprobar si el niño tiene fiebre, ya que se correlaciona bien con la temperatura central.

  • De las mediciones periféricas, la temperatura sublingual es la más fiable, pero requiere la colaboración del niño y pueden intervenir factores externos. La temperatura axilar mide también la temperatura periférica, que, aunque es fácil de medir y segura, a veces es inexacta y variable (tiene peor correlación con la temperatura central). Menos fiable es la temperatura del oído y la frente, por lo que, a la hora de tomar decisiones, tampoco se recomienda (habría que confirmar con otras mediciones). Como conclusión: no existe consenso de dónde y cómo deberíamos medir la fiebre, y las recomendaciones en los distintos países varían.
  • La Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) aconseja que los padres midan la temperatura mediante un termómetro digital en la axila. En hospitales y centros de salud también se mantiene esta recomendación, aunque, en caso de necesitar mayor exactitud o confirmación, se podría tomar la temperatura rectal en niños pequeños y la oral, en mayores (en función de la colaboración).
  • Por el contrario, la Academia Americana de Pediatría (AAP) recomienda en domicilio la medición rectal en todos los menores de cinco años y la bucal en mayores de esta edad.

3. ¿Es necesario tratar la fiebre cuanto antes o, en cambio, es mejor esperar y ver su evolución?

Hay que recordar que la fiebre no es una enfermedad, sino un mecanismo de defensa del organismo para combatir una infección. Por lo tanto, debemos verla como una aliada. El principal problema de la fiebre es que genera malestar, y es, en esta situación, si el niño o la niña no se encuentra bien, cuando debemos dar medicación para bajar la fiebre. 

  • Lo que marca la indicación o no de dar un antitérmico es el estado general del niño y no el grado de temperatura que marque el termómetro. Por tanto, la administración de medicación hay que hacerla de manera individualizada. Por ejemplo, si nuestro hijo o hija tiene fiebre, pero tiene buen aspecto, juega y no parece afectado, no será necesario administrar ningún medicamento. Si, por el contrario, nuestro hijo se encuentra mal, está decaído, adormilado, irritable, etc., independientemente de la temperatura que marque el termómetro, deberemos darle medicación para bajarle la fiebre y mejorar su malestar.
  • Además, los antitérmicos no tienen por qué hacer desaparecer completamente la fiebre. No siempre se llega a normalizar la temperatura corporal; a veces, solo desciende medio grado o un grado.

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4. ¿Cuáles son los fármacos antitérmicos más adecuados en la edad pediátrica?

Si hemos decidido administrar medicación para la fiebre porque el estado general de nuestro hijo está afectado, debemos saber que existen varias alternativas. Los fármacos más empleados son el paracetamol y el ibuprofeno.

  • El paracetamol es una medicación antitérmica (baja la fiebre) y analgésica (mejora el dolor). Se puede dar a cualquier edad y puede repetirse, si es necesario, cada 4-6 horas.
  • El ibuprofeno, además de antitérmico y analgésico, es antiinflamatorio (reduce la inflamación). Se puede dar a partir de los seis meses. Puede repetirse, si es necesario, cada 6-8 horas.
  • La mayoría de asociaciones pediátricas coinciden en elegir como primera opción el paracetamol para tratar la fiebre. En situaciones en las cuales exista un componente inflamatorio (amigdalitis, otitis…) y queramos desinflamar, podría estar justificado el uso del ibuprofeno como primera opción, ya que buscamos este efecto antiinflamatorio.
  • Los efectos de estos fármacos empiezan a notarse alrededor de los 30-60 minutos de la toma, con un máximo de acción a las 3-4 horas. La temperatura bajará 1-2 grados, por lo que el niño puede seguir con fiebre, pero no hay que alarmarse. Lo importante, como hemos comentado, es ver que su estado general mejora.
  • Ambas medicaciones están disponibles en varias presentaciones: suspensiones, pastillas o comprimidos.
  • Las dosis de los medicamentos se calculan según el peso del niño; el pediatra irá modificando las dosis a medida que tu hijo vaya aumentando de peso.

5. ¿Es conveniente alternar paracetamol e ibuprofeno?

No se recomienda alternar antitérmicos de manera sistemática, aunque es una práctica muy extendida. Las razones son varias:

  • Bajar a toda costa la fiebre, que es nuestra aliada, es una actitud errónea.
  • No se ha demostrado que este hecho mejore el control de la fiebre.
  • Las dosis de ambas medicaciones son diferentes y pueden dar lugar a confusión de las mismas, aumentando el riesgo de intoxicaciones por errores de dosificación.
  • Sumamos los efectos secundarios de ambas medicaciones.

Por tanto, se aconseja escoger uno de los dos medicamentos y darlo según la indicación del pediatra (en los intervalos recomendados), siempre que el niño vuelva a estar incómodo cuando la fiebre le vuelva a subir. Si tu pediatra, como “rescate”, te pauta administrar la otra medicación puntualmente, hay que ceñirse a sus recomendaciones (tanto dosis indicadas como intervalos).

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6. Aparte de los fármacos, ¿qué otras medidas debemos adoptar para ayudar a bajar la fiebre?

  • Es importante ofrecer agua al niño de forma frecuente, sin forzarle, para que esté bien hidratado. Es normal que no tenga apetito; no le obligues a comer.
  • Se recomienda quitar al niño algo de ropa y que la temperatura ambiental sea agradable. No le abrigues en exceso.
  • Mientras dure la fiebre, el niño debe estar tranquilo y descansar. No debe ir a la escuela ni al kinder.
  • Hay que vigilar los signos de empeoramiento clínico.

7. ¿Cuáles son los errores más comunes a la hora de tratar la fiebre?

  • Tradicionalmente, se acostumbraba a bañar al niño con agua fría para tratar de disminuir la fiebre. Actualmente, esta medida no se recomienda, ya que no se ha demostrado que el control de la fiebre sea mayor ni conseguimos disminuir el malestar; al contrario, lo que conseguimos es aumentar su disconfort. En todo caso, si al niño le apetece, se le puede dar un bañito con agua tibia, y siempre que el pequeño esté cómodo.
  • Tampoco se aconsejan otras medidas físicas, como las friegas de compresas con alcohol o de agua fría por ese mismo motivo.

8. ¿Cómo actuar si el niño presenta una convulsión febril?

Uno de los principales motivos de preocupación de los padres ante la fiebre es la aparición de convulsiones febriles.

  • La convulsión se produce como respuesta del cerebro ante el aumento brusco de la temperatura corporal en algunos niños sanos entre los seis meses y los cinco años de edad. Cualquier infección banal (gripa, gastroenteritis, amigdalitis…) que curse con fiebre puede provocar una convulsión febril.
  • Se trata de un episodio relativamente frecuente, ya que el 3-5% de los niños lo padecen. La mayoría suceden el primer día de fiebre y no se relacionan con “cuánto sube la fiebre”, sino con “cuan rápido sube”.
  • Durante las convulsiones febriles, el niño pierde bruscamente la conciencia, el cuerpo se pone rígido y empieza a realizar movimientos anormales de extremidades y tronco (tipo sacudidas), o se queda completamente flácido. Es frecuente que la boca esté cerrada con fuerza y la mirada, perdida.
  • Suelen durar poco tiempo, generalmente, menos de cinco minutos. Tras el episodio, el niño se muestra soñoliento y confuso, hasta que poco a poco se recupera.
  • Las convulsiones febriles tienen un buen pronóstico y no dejan secuelas. Aunque pueden repetirse en diferentes episodios febriles (uno de cada tres niños volverá a tener otra convulsión), tienden a desaparecer con la edad. En la mayoría de las ocasiones, no se requiere realizar ningún estudio ni se precisa ningún tratamiento especial.
  • Ante una convulsión febril, se recomienda colocar al niño acostado de lado, lejos de objetos con los que pueda golpearse, y mantener la calma, ya que normalmente cede sola. No se aconseja introducir nada en la boca, y tampoco es necesario sacudir, detener los movimientos ni realizar respiración artificial.
  • Es recomendable acudir a un centro sanitario para que el niño sea valorado por un médico, sobre todo si es el primer episodio. También es preciso consultar en caso de que la convulsión se repita, si se prolonga más allá de 5-10 minutos, si sucede después de 24 horas del inicio de la fiebre o si el pequeño no recupera su estado general pasados unos minutos.

9. ¿La fiebre por COVID-19 tiene alguna característica diferencial en niños?

El coronavirus en niños provoca unos síntomas muy inespecíficos (fiebre, tos, diarrea o vómitos, mocos, dolor muscular, dolor de cabeza…) y se puede confundir con muchos virus respiratorios presentes en el día a día. Por lo tanto, a priori, un síntoma como la fiebre es muy común durante todo el año en los niños, y no tiene por qué ser coronavirus.

No obstante, si el niño presenta fiebre o decaimiento, no debería acudir a la escuela y habría que contactar a su pediatra para que indicara cómo actuar.

10. ¿Cuándo es necesario llevar al niño al pediatra o a urgencias?

La mayoría de las infecciones que provocan fiebre son benignas y autolimitadas (mejoran solas en unos días), ya que son provocadas por virus.

Sin embargo, cuando un niño tiene fiebre, hay que vigilar su estado general (si juega, corre, está contento…), la cantidad de líquidos que bebe y algunos signos de alarma que pueden hacer sospechar de enfermedades más graves.

El niño deberá ser valorado por el pediatra de manera urgente si:

  • Es menor de tres meses.
  • Tiene entre tres y seis meses y su temperatura supera los 39 grados.
  • Tiene 40.5 grados con cualquier edad.
  • Muestra irritabilidad o somnolencia excesivas, a pesar de que la fiebre baja.
  • Se queja de dolor de cabeza muy intenso.
  • Respira con dificultad (respira muy rápido, agitado, se le marcan las costillas).
  • Aparecen manchas color vino en la piel que no desaparecen al estirar (petequias).
  • Ha tenido una convulsión por primera vez o ha perdido el conocimiento.
  • Aparecen signos de deshidratación: orina menos de lo habitual, llanto sin lágrimas, boca seca, ojos hundidos, etc.
  • Tiene vómitos o diarreas persistentes.

Si el niño no presenta síntomas de alarma, se recomienda que sea valorado por su pediatra habitual, antes que acudir de manera urgente a un hospital. Es preciso consultar con el pediatra si, en menores de dos años, la fiebre es superior a 39 grados sin datos de alarma y si dura más de 48 horas, o más de 3-5 días en mayores de dos años.

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¿Tu bebé ha sufrido algún episodio de fiebre? ¿Cómo actuaste y qué te aconsejó el pediatra del pequeño? ¡Déjanos tu comentario!

Edurne RomoEdurne Romo
Directora Editorial. Periodista especializada en maternidad, infancia y crianza

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Comentarios (43)
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Arge
Gracias por toda la información, mi bebé cumplió un mes y tenía muchas dudas e inquietudes sobre cómo actuar en caso de fiebre, afortunadamente es una niña sana pero no estamos exentos de tener fiebre y ustedes aclaran todas dudas. Muchas gracias!
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Astrid
Que importante es saber estos datos a mi me da mucha ansiedad que a mis niños les de fiebre
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Yesy
Muchas gracias por compartir este tipo de información que me es muy útil y me ayuda ,aclarar algunas Dudas que me van surgiendo .
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Werita
Cada día aprendiendo más a detalle, gracias ???
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andy_motty
Les agradezco está información, me es muy útil.
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