Convulsiones febriles: ¿cómo hay que actuar?
Las convulsiones febriles son un fenómeno muy común en niños entre los seis meses y los cinco años de edad. Está provocado por la fiebre y suele asustar mucho a los padres. ¿A qué se debe exactamente y qué hay que hacer si esto sucede?
Dr. Luis González Trapote
Pediatra. Grupo para la Investigación y Docencia en Pediatría Extrahospitalaria (GRINDOPE)
Supervisión científica.
Para tranquilidad de muchos padres, las convulsiones febriles, aunque pueden resultar muy impactantes y asustar mucho, en la mayoría de los casos, no causan daño y no tienen consecuencias para la salud del niño. Te explicamos por qué aparecen y cómo debes actuar en estos casos.
Qué son las convulsiones febriles
Las convulsiones provocadas por fiebre son bastante comunes: afectan a un 2-5% de la población infantil menor de cinco años, siendo más frecuentes entre los 18 meses y los dos años de edad, aunque pueden presentarse entre los seis meses y los cinco años (85%).
A menudo, se manifiestan en los hijos de personas que ya las han sufrido a su vez, o bien sufren o han sufrido convulsiones por otras causas (epilepsia).
En el 60-70% de los casos, no se manifiestan nuevos episodios tras el primer ataque. En otros casos, en cambio, las convulsiones pueden reaparecer en episodios febriles posteriores. Generalmente, las convulsiones febriles desaparecen entre los cinco y los seis años de edad.
Cómo se manifiestan las convulsiones febriles
- Se trata de ataques que duran no más de cinco minutos y que se manifiestan cuando la fiebre se eleva.
- Generalmente, se producen en la primera fase de la fiebre, cuando ésta se manifiesta con una subida brusca de la temperatura corporal.
- La fiebre, por sí misma, no provoca convulsiones. No porque la fiebre sea elevada existe riesgo de convulsiones. Es necesario tener una predisposición para padecerlas.
- Las convulsiones no son, como norma general, graves. A menudo, desaparecen solas de manera espontánea y es raro que afecten a la salud general del niño.
- Ver a un niño en plena convulsión puede asustar. El pequeño se pone tenso y pálido, las piernas y los brazos están rígidos, la mirada fija y la respiración es dificultosa. Al cabo de unos segundos, voltea los ojos. Es sacudido por movimientos incontrolables, sufre fuertes temblores de piernas y brazos. De la boca le sale una saliva espumosa.
- Normalmente, al final, el niño se queda dormido y puede que no reaccione a los estímulos durante un tiempo.
Causas de la convulsiones febriles en niños
- Las convulsiones no están causadas por el grado de temperatura alcanzado, sino más bien por la velocidad a la que el aumento de la temperatura se produce.
- Se trata de la consecuencia de una particular sensibilidad del sistema nervioso a la fiebre. De hecho, la mayor parte de los niños tienen un "umbral convulsivo" alto (es decir, una temperatura mínima a la que aparecen las convulsiones), de 41-42 grados. Se trata de una temperatura tan elevada que nunca se alcanza y que, por tanto, no aparecen convulsiones. En cambio, es propenso a ellas quien tiene un umbral bajo, inferior a 40 grados e incluso menos.
- El niño que ha tenido o tiene convulsiones febriles está perfectamente sano y debe llevar una vida normal, sin ningún tipo de temor.
Se han llevado a cabo estudios que han demostrado cómo los niños que han padecido convulsiones debidas a la fiebre no padecen daños neurológicos permanentes. Tampoco corren más riesgo que los demás de sufrir ataques epilépticos en edad adulta.
Qué hacer en caso de convulsiones febriles
- Poner al niño de lado con suavidad para evitar que el posible vómito o la excesiva salivación le impida respirar.
- Procurar que no se golpee la cabeza con objetos duros o puntiagudos mientras convulsiona.
- Si tiene algo en la boca, sacárselo con un dedo y, si vomita, dejarle la boca libre.
- Recordar desabrocharle la ropa de manera que pueda respirar sin problema.
- Intentar bajar la fiebre lo antes posible. Por ello, hay que quitarle toda la ropa posible. También se le puede humedecer la piel con una esponja y agua tibia.
- Si la respiración es ruidosa, empujar la mandíbula y la barbilla hacia delante presionando con dos dedos detrás del ángulo de la mandíbula. De este modo, se evita que se atragante con la lengua.
- Después del ataque, que normalmente dura unos pocos minutos, no darle de beber o de comer durante, al menos, una hora. Se podría ahogar.
- Cuando la convulsión ha terminado, esperar a que el niño esté bien despierto y darle un fármaco antitérmico. Hay que acompañarlo de algún líquido.
- Informar del ataque al médico intentando describirlo lo más exactamente posible. Aunque las convulsiones febriles no causan daños en el cerebro ni necesitan intervenciones particulares, hay que tener la situación bajo control.
Si la convulsión se repite
- Administrarle enseguida el medicamento anticonvulsivante, generalmente por vía rectal, siempre por indicación médica, siguiendo las normas recibidas.
- En el caso de que el medicamento, administrado por vía rectal, se expulse, o si el ataque de convulsiones se alarga más allá de lo previsto, puede repetirse la administración del fármaco, si así lo ha indicado el pediatra o el neuropediatra.
Lo que no hay que hacer
- Mover al niño bruscamente.
- Sacudirle ni abofetearle.
- Obstaculizar sus movimientos.
- Intentar sujetarle o detener los espasmos.
- Intentar reanimarle si su respiración se para temporalmente. Hay que intentar más bien favorecer la respiración.
- Meterle algo en la boca. Podría herirle, romperle un diente, hacer que se muerda o provocarle el vómito.
- Mantenerle con la boca abierta por la fuerza. No poner objetos entre los dientes para intentar evitar que el niño se muerda la lengua y los labios. Tragarse un objeto es más peligroso que morderse la lengua.
- Abrigar al niño ni siquiera cuando se le lleve a urgencias. Esto solo conseguiría alargar el ataque, al impedir que la fiebre descienda.
Cuándo debes acudir al médico
- Tan pronto como sea posible después de haber sufrido una primera convulsión febril. Puede que el médico lleve a cabo algunas pruebas para asegurarse del origen febril de la convulsión, y así descartar otras posibles causas de convulsiones, como podría ser una meningitis o una epilepsia.
- Si las convulsiones se repiten durante el transcurso de una misma enfermedad, debes acudir a urgencias de inmediato.
La prevención
En un niño que ya ha tenido una convulsión febril es bueno tomar algunas precauciones.
- No abrigar demasiado al niño.
- Si la temperatura supera los 37.5 °C en la axila, o 38 °C en el recto, administrarle un antitérmico en las dosis que el pediatra indique.
- Mojarle con una esponja humedecida en agua tibia, no fría.
- Parece ser que la aplicación de compresas de agua tibia y de vinagre de manzana (en igual proporción) aplicadas en las pantorrillas ayudan a mantener la fiebre por debajo de los 39 grados. Debería repetirse la operación cada media hora.
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