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Con la colaboración de Mayra Angarita Benítez - Psicóloga
Máster en Análisis y Conducción de Grupos
Educadora de Masaje Infantil IAIM - AEMI
La leche materna es el alimento para el cuerpo del bebé y le asegura un crecimiento óptimo. Los mimos, el contacto y las caricias son el alimento para el alma. El masaje es una importante forma de comunicación, una oportunidad para profundizar la relación y el intercambio afectivo entre los p/madres y sus hijo/as, además de tener efectos positivos en su desarrollo socioemocional. Pero ¿cómo ayuda una rutina de masaje infantil al bebé y niño?
Algunas mamás o papás asocian el ritual del masaje al baño o, a veces, al cambio de pañal. Otra/os se reservan esta cita para la hora de acostarlo por la noche. De hecho, no hay un momento “ideal”: cada p/madre tendrá que basarse en las características de su bebé y las “señales” que le envía.
Generalmente, el bebé aprecia más que lo toquen cuando se encuentra en un estado de “vigilia tranquila”, es decir, cuando no está durmiendo y está receptivo. La IAM (International Association of Infant Massage) describe las señales de este estado. A continuación, compartimos algunas:
Una vez determinado el momento “ideal”, dado que el bebé no tiene muchas referencias de espacio y tiempo, se recomienda una cierta “rutina” diaria, que se inicie con el mismo ritual. De esta forma, se pueden vivir todos los beneficios del masaje infantil. Esto es importante mencionarlo, ya que algunos p/madres, debido a la inmediatez, quieren resultados en la primera sesión, y el masaje no funciona como una pastilla, funciona con el amor, la constancia y respetando los estados del bebé.
Respecto a los p/madres, tendrá que tratarse de un momento tranquilo, libre de distracciones externas y ruidos de fondo (la radio, la televisión, etc.) y en el que se excluyan otras ocupaciones (tal vez, convenga desconectar el teléfono) y se dediquen exclusivamente a su bebé.
Antes de empezar, se sugiere a la mamá o al papá que adopten una postura cómoda y relajen el cuello y los hombros haciendo respiraciones profundas. Durante la inspiración, se puede visualizar un pensamiento positivo que se quiera hacer propio, mientras que, cuando se espira, se intentan alejar las preocupaciones.
Después de quitarse los anillos o las pulseras que puedan molestar al bebé y haber calentado las manos con aceite, por ejemplo, de almendras o cualquier otro de tipo vegetal, antes de tocar al pequeño, es necesario “pedirle permiso” mirándolo a los ojos. Será suficiente una frase, como: “¿Puedo hacerte un masaje en las piernitas?”, y mostrarle las manos mientras se frotan con el aceite. Esta petición nos recuerda que debemos escuchar al bebé, prestar atención a las señales y a sus reacciones, y estar preparados para posponer o interrumpir el masaje si muestra que no le gusta.
El ambiente tiene que ser tranquilo y acogedor, con una iluminación suave y una temperatura agradable, de modo que el pequeño, una vez desnudo, no pase frío.
La mamá o el papá se arrodilla en el suelo y el bebé se coloca boca arriba frente a él o ella, ambos sobre una alfombra suave. Durante el masaje, las miradas se encuentran, y éste es un elemento importantísimo que contribuye a reforzar el vínculo.
Si el bebé es muy pequeño y se encuentra en posición supina sin ningún punto de apoyo o contención, es posible que se sienta perturbado por algunos reflejos innatos propios del bebé, como el reflejo tónico del cuello (debido al cual gira la cabeza hacia un lado en lugar de mantenerla de frente), o el reflejo de Moro, que hace que extienda los brazos. Para evitar estas reacciones, y hacer que el bebé, que tiene poca conciencia sobre sus propios límites físicos, se sienta “contenido”, lo ideal sería la posición “de cuna”.
Se consigue de la siguiente manera: el padre o la madre se sienta en el suelo con las rodillas separadas y flexionadas y la espalda apoyada a una pared o un mueble, con las plantas de los pies tocándose entre sí. El espacio que se crea entre sus piernas (que se puede cubrir con una manta) constituye una especie de cuna, donde el bebé se sentirá más recogido y protegido. Como alternativa, si esta postura resulta incómoda, se puede utilizar un cojín “nido”, realizado con materiales naturales y aconsejado para dar el pecho más cómodamente.
He aquí algunos consejos sobre cómo realizar el masaje infantil, aunque, si se desea profundizar en los movimientos, se puede consultar con un educadora certificada de masaje infantil.
Cada p/madre es experto en su propio hijo/a y deberá tener en cuenta las señales del bebé para continuar. No te sientas frustado/a si el primer día tu hijo/a no quiere, o solo quiere un masaje en las piernas.
El masaje es una forma de comunicación que no se limita a los primeros meses: también cuando el pequeño crece, sigue siendo una ocasión muy valiosa para mimarlo y estar con él de una manera especial. A partir del segundo año de vida, el masaje adquiere un valor lúdico.
He aquí un ejemplo de masaje-juego: la mamá es la pizzera y el niño… ¡La pizza! El pequeño está estirado sobre la espalda y la mamá prepara la pasta de la pizza, “amasando” al niño con un decidido masaje sobre la espalda; después, la masa se suaviza muy bien acariciando la espalda y girándola, haciendo que el niño ruede desde la espalda al lado y después de nuevo hacia la espalda. Después, se añaden varios ingredientes a la masa (tomate, mozzarella, etc.), cada uno de ellos acompañado de una manera de tocarlo con los dedos diferente cada vez. Y, al final, cuando la pizza está lista, la mamá se la come… ¡a besos! ¡Muy rico y divertido!
El masaje también puede ser útil en los casos en los que el bebé esté sufriendo algunas molestia leves, como un resfriado o los cólicos, esos dolores de pancita que normalmente se presentan de noche y que provocan un llanto prolongado, difícil de calmar.
Cuando un bebé muy pequeño se despierta a menudo debido a un resfriado, el mejor remedio es darle el pecho, ya que la succión ayuda a descongestionar su nariz.
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