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¿Cómo elegir el mejor calzado para el niño?
Entender cómo son los pies de los más pequeños y qué estímulos necesitan para que se desarrollen de forma adecuada es clave a la hora de elegir el calzado de nuestros hijos. La podóloga infantil Neus Moya nos ayuda a identificar las características que deben reunir los zapatos de los niños para que respeten y cuiden la salud de sus pies en desarrollo.
Cuántas veces habremos escuchado o dicho la frase “mi hijo no para de quitarse los calcetines”, “no gano para comprar calcetines”, “los tengo todos desparejados”.
El peque no se quita los calcetines para ponernos a prueba. Lo hace porque, durante los primeros 9 o 10 meses de vida, tiene el doble de sensibilidad exteroceptiva en los pies que en las manos. Al cubrir sus pies, estamos tapando sus ojos y su conexión con el entorno. Y lo mismo sucede cuando le ponemos zapatos antes de que camine.
¿Cuál es la función del calzado?
El calzado se creó con la finalidad de proteger el pie del entorno. Si este pie no pisa, no necesita protección. Al contrario, necesita estímulo y libertad de movimiento.
Solo debemos ponerle zapatos al niño en el momento en el que empiece a caminar. Por lo tanto, el calzado para los bebés que aún no caminan o para el gateo no es necesario durante en esta etapa. ¿Y qué hay del calzado para ayudar a caminar? El calzado que venden con la premisa de que el niño caminará antes o se caerá menos tampoco es necesario.
Así como el desarrollo del niño evoluciona, en cuanto a que se voltea, se sienta, se arrastra y gatea, con la marcha sucede exactamente lo mismo. La marcha tiene su propio desarrollo. Un niño que empieza a dar sus primeros pasos no camina igual que uno que lleva tres años haciéndolo o que otro que, ya con siete años, tiene una marcha madura.
En este proceso de desarrollo de la marcha, hay factores que influyen, como el desarrollo de huesos y músculos, que se fortalecen para mantener una postura erguida, el desarrollo neurológico y el aprendizaje. Es decir, el niño tiene que caerse, levantarse y aprender. Si le ponemos un elemento externo (en este caso, hablamos de los zapatos) que le “facilite” caminar, estamos influyendo sobre un factor del desarrollo de la marcha.
El calzado no debe perjudicar el desarrollo del peque, y cuando su cuerpo esté preparado conseguirá caminar. No debemos olvidar que el niño es capaz de desarrollarse por sí solo, su organismo está diseñado para aprender a caminar y no necesita la intervención de nadie ni de nada para conseguirlo, siempre y cuando hablemos de un desarrollo normal.
¿Cuándo se considera que un niño ya camina?
Se considera que un niño ya camina cuando es capaz de dar diez pasos por sí solo sin caerse. Es, en este momento, cuando podemos empezar a ponerle zapatos al peque. De todos modos, en esta etapa sus pies todavía son inmaduros y, en gran parte, cartilaginosos, laxos y planos. Y esto es importante tenerlo en cuenta para saber cuáles son las características más adecuadas de un zapato.
¿Qué debemos tener en cuenta para un desarrollo saludable del pie?
Hay dos aspectos que debes tener en cuenta para el desarrollo del pie:
1. El niño necesita siempre el estímulo del suelo, las irregularidades del terreno (pasto, grava, etc.), porque esto le ayudará a trabajar la propiocepción y el equilibrio. Además, el suelo ejercerá un efecto tonificante en este pie, que trabajará para adaptarse a dichas irregularidades. Y el calzado ideal ha sido diseñado para mantener estas funcionalidades.
Neus Moya menciona: "cuando algunos padres me explican en consulta que su hijo se pasa el día descalzo en casa, les comento que, a veces, esto puede no es suficiente. El suelo de casa es liso, uniforme y carente de estímulos. Por este motivo, solemos recomendar alfombras sensoriales, cojines de equilibrio, un trozo de pasto artificial en la zona de juegos, y otros elementos similares que estimulan de manera adecuada el pie.
2. Los primeros seis meses son especialmente importantes. Durante este tiempo, es mejor no ponerle zapatos al bebé, solo cuando sea estrictamente necesario. Y, de hacerlo, que sea tipo “mocs”, calcetines antiderrapantes o calcetines con suela de silicón
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Consejos para elegir un calzado infantil respetuoso
Vamos a analizar las diferentes partes que conforman los zapatos de los niños para ver qué características deben reunir para un desarrollo óptimo del pie.
SUELA
- Debe ser fina (de unos 3 mm) para permitir el paso de los estímulos del suelo. Aunque el niño vaya calzado, debemos procurar que siga sintiendo el terreno, con el fin de favorecer el equilibrio y la propiocepción (la capacidad que tiene nuestro cerebro de saber la posición exacta de todas las partes de nuestro cuerpo en cada momento).
- Debe ser flexible para que la musculatura pueda trabajar y tonificarse, y así el pie pueda madurar.
- Es importante que sea totalmente plana. Debemos desterrar el mito de que es necesario un tacón para el correcto desarrollo del pie. Un tacón provocará un desplazamiento, un desequilibrio y un aumento de la presión en la parte anterior del pie. No olvidemos que es un pie que se está formando.
- Por último, debe ser dura, es decir, si la pellizcamos no se debe hundiar. El hueso que conforma el talón (el calcáneo) adquiere “consistencia” a través del impacto en el suelo. Con una suela tipo nube, estamos quitando este impacto, de manera que ponemos impedimentos en el desarrollo del calcáneo.
PUNTA
- Debe ser anatómica o redondeada, y permitir el libre movimiento de los dedos.
SISTEMA DE SUJECIÓN
- Tiene que ser siempre regulable, para que se pueda ajustar en función del empeine del niño. Si el peque no sabe atarse los cordones, es fundamental que sea con velcro para favorecer su autonomía.
PLANTILLA
- No debe incorporar un elemento anatómico. Hasta no hace mucho, se creía que era necesario añadir a la plantilla un “bulto” en el centro para ayudar a la formación del puente del niño. Pero, recientemente se ha comprobado que el puente se forma con o sin adaptaciones en la plantilla. Por lo tanto, no es necesario añadir este elemento a la plantilla.
- Asimismo, la plantilla debe ser extraíble. No se trata de una característica indispensable, pero resulta muy práctica. Si es posible sacar la plantilla, podremos saber fácilmente, tan solo colocando el pie del niño encima, si el zapato es de su medida. Además, esto nos permite comprobar la forma interior de la punta, ya que algunas se ven diferentes desde el exterior, pues parecen más amplias de lo que realmente son.
CONTRAFUERTE
- Debe ser inexistente hasta los cuatro años. A partir de esa edad, puede tener cierta consistencia, aunque no siempre es necesario.
- Un mito que debemos dejar a un lado sobre el contrafuerte, es que siempre se ha dicho que debemos poner a los niños zapatos que les “sujeten” el pie. Sabemos que los niños pueden tener un pie valgo (el pie cae hacia dentro por su propia laxitud) y este valgo va disminuyendo conforme trabaja la musculatura, que tiene la función de “enderezar el pie”. Cuando le ponemos al peque un zapato para que le sujete el pie, estamos impidiendo que la musculatura trabaje. En consecuencia, veremos que el pie está recto cuando el niño lleva puestos los zapatos, tipo bota, pero en cuanto se los quita, este pie estará más débil.
EN CONCLUSIÓN: debemos seguir la premisa de que el calzado ideal es aquel que permite el desarrollo del pie del niño como si nunca hubiera llevado puesto. Solo se trata de respetar el crecimiento natural del pie del niño, sin interferir en el mismo.
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