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Antojos durante el embarazo pueden provocar alteraciones metabólicas en los niños
¿Los antojos durante el embarazo son “inocentes”? Nuevos datos sugieren prudencia: ciertos patrones —sobre todo de productos muy dulces y grasos— podrían influir en circuitos cerebrales maternos y aumentar el riesgo metabólico en la descendencia.
Qué hay detrás del antojo: el cerebro cambia en el embarazo
Investigaciones dirigidas por equipos del IDIBAPS/Clínic Barcelona describen una reorganización de los circuitos de recompensa (especialmente neuronas dopaminérgicas D2 en el núcleo accumbens) que eleva el valor motivacional de alimentos muy palatables durante la gestación. En modelos animales, esto se traduce en mayor sensibilidad a lo dulce y episodios tipo “atracón”.
Estos cambios no son solo fisiológicos: también tienen un componente cognitivo y motivacional, lo que explica por qué se buscan alimentos específicos y no “comida en general”.

Cuando el antojo deja huella: efectos en la descendencia
Los mismos grupos reportan que comportamientos maternos persistentes de “craving” hacia productos ricos en azúcar y grasa dejan efectos duraderos en los hijos: mayor peso corporal, intolerancia a la glucosa y más vulnerabilidad a ansiedad y desórdenes de la conducta alimentaria en la adultez (hallado en modelos animales).
En paralelo, presentaciones recientes en la Reunión Nacional de la SEEDO 2025 (Toledo) y notas de prensa subrayan que los ultraprocesados durante la gestación elevan el riesgo de ganancia de peso excesiva materna y diabetes gestacional, además de modular la respuesta futura del cerebro infantil a estímulos alimentarios.
En conjunto, los datos apuntan a un mecanismo de programación intergeneracional: lo que ocurre en el entorno intrauterino puede “preconfigurar” sistemas metabólicos y de conducta del bebé.
¿Significa que “no se puede” tener antojos?
No. Los especialistas insisten en evitar el alarmismo y en diferenciar hambre real de impulso hedónico. La recomendación es gestionar (no prohibir) los antojos: priorizar porciones pequeñas, alternativas con mejor perfil nutricional y acompañamiento profesional si el impulso se vuelve frecuente o compulsivo.
Qué dice la ciencia (en breve)
- Neurobiología del antojo: la gestación reorganiza conexiones en el sistema mesolímbico (vía dopaminérgica D2 del núcleo accumbens) y aumenta la búsqueda de lo dulce.
- Efectos a largo plazo: en modelos animales, la exposición repetida a “cravings” maternos por palatables se asocia a alteraciones metabólicas y de conducta en la descendencia.
- Entornos reales: congresos y coberturas recientes reiteran el papel de los ultraprocesados en la ganancia de peso gestacional y potencial impacto en el neurodesarrollo.
Los antojos en el embarazo existen y tienen base neurobiológica. El mensaje no es prohibir, sino gestionar: si la mayor parte de antojos se centra en azúcares y grasas, conviene ajustar el entorno alimentario y consultar al equipo de salud. Cuidar hoy la calidad de lo que comes puede proteger el metabolismo y el bienestar futuro de tu hijo o hija.

















