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En una oficina de registro civil en la localidad de Cereté, en el departamento de Córdoba, Colombia, unos padres tomaron una decisión insólita: inscribir a su hija recién nacida con el nombre “Chat Yipiti Bastidas Guerra”, una clara alusión a la inteligencia artificial ChatGPT. El documento fue aceptado sin objeciones, lo que convirtió al menor en el primer niño del mundo registrado con un nombre vinculado directamente a esta tecnología.
El hecho trascendió rápidamente a medios locales y redes sociales, generando un intenso debate entre internautas, especialistas en infancia y defensores de la cultura digital.
Este nombre fue anunciado el 15 de agosto y fue aceptado por el Registro Nacional del Estado Civil de Colombia.
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Las reacciones no tardaron en aparecer. En redes sociales, algunos usuarios celebraron la creatividad de los padres, mientras que otros criticaron la decisión, advirtiendo que un nombre tan particular podría traer consecuencias negativas en la vida escolar y social del niño.
Expertos en psicología infantil señalan que los nombres inusuales pueden convertirse en un motivo de bullying o discriminación en etapas tempranas, afectando la autoestima y el sentido de pertenencia. Por su parte, sociólogos destacan que este caso refleja cómo la tecnología y la inteligencia artificial se han convertido en referentes culturales tan poderosos que ya influyen en decisiones familiares tan íntimas como el nombre de un hijo.
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En varios países, los registros civiles permiten a los padres elegir libremente el nombre de sus hijos, salvo que sea ofensivo o atente contra la dignidad del menor. Sin embargo, este caso demuestra que todavía existe un vacío sobre la definición de qué nombres pueden ser considerados inapropiados.
Autoridades consultadas han señalado que, aunque nombres excéntricos han sido rechazados en el pasado —como Satanás, Miperro o Belcebú—, un nombre inspirado en la tecnología no entra en esa categoría. Esto deja abierta la puerta a que más familias opten por denominaciones influenciadas por tendencias digitales y globales.
El registro del primer niño con un nombre inspirado en la inteligencia artificial marca un hito en la historia cultural contemporánea. Más allá de la curiosidad, este caso pone sobre la mesa preguntas de fondo: ¿hasta qué punto la tecnología debe influir en aspectos tan íntimos de la vida familiar? ¿Estamos frente a una moda pasajera o al inicio de una nueva era en la identidad personal?
Por ahora, lo único claro es que el pequeño “Chat Yipiti” se ha convertido en símbolo del impacto de la inteligencia artificial en nuestra vida cotidiana, incluso en los lugares más inesperados: el acta de nacimiento.
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