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El pequeño Thaddeus Daniel Pierce nació el 26 de julio de 2025, pero su historia comenzó mucho antes: en 1994. Su embrión fue concebido ese año por Linda Archerd, quien tras someterse a un tratamiento de fecundación in vitro (FIV), almacenó cuatro embriones. Uno dio origen a su hija, y los otros tres permanecieron congelados por décadas.
Treinta años después, una pareja de Ohio, Lindsey y Tim Pierce, adoptaron los embriones y uno de ellos dio origen a su hijo Thaddeus. Este proceso se conoce como adopción de embriones, una opción cada vez más considerada por familias con problemas de fertilidad.
Congelar embriones es una técnica común en tratamientos de reproducción asistida. Sin embargo, pocos casos registran tiempos tan largos de almacenamiento, y la mayoría de las clínicas no aceptan embriones que llevan tanto tiempo preservados.
La pareja encontró apoyo en la clínica Rejoice Fertility, en Tennessee, reconocida por aceptar embriones con procesos de congelación antiguos. De los tres embriones donados, uno no sobrevivió al proceso de descongelación, otro no se implantó, y el tercero fue Thaddeus, hoy un bebé sano y lleno de vida.
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Cuando se realiza una FIV, es común que se fecunden varios óvulos. Los que no se utilizan pueden ser:
Linda Archerd optó por no destruirlos, ni donarlos a la ciencia, y buscó una opción que le permitiera conocer el destino de esos embriones. Fue así como recurrió a Snowflakes, una agencia especializada en adopciones abiertas de embriones.
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Este tipo de adopción suele generar preguntas importantes: ¿cuándo comienza la vida? ¿Debe considerarse al embrión como un ser con derechos? ¿Qué papel deben tener los donantes biológicos en la vida del niño?
Para Linda Archerd, estos embriones eran parte de su historia y del ADN de su hija. Ella quería que vivieran y fueran parte de una familia que pudiera amarlos. Así comenzó la conexión con los Pierce, quienes aceptaron que no fuera una adopción anónima.
La historia del "bebé más viejo del mundo" no solo conmueve, también abre la puerta a reflexiones sobre las nuevas formas de formar familia. Gracias a la ciencia y al deseo genuino de ser padres, Thaddeus hoy existe. La adopción de embriones es una práctica en crecimiento que podría ofrecer esperanza a muchas familias alrededor del mundo, aunque aún queda camino por recorrer en materia de regulación y acceso.
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