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Mindful eating: enseña a tu hijo a comer de forma consciente
¿Has oído hablar del mindful eating? Esta técnica nos permite conectar con nuestras propias sensaciones de hambre y saciedad, y alimentarnos solo cuando lo necesitamos, confiando en nuestra sabiduría interna. Conozcamos mejor los principios de la alimentación consciente.
El mindful eating o alimentación consciente es una forma de comer que implica hacerlo en contacto con las sensaciones de hambre, sed o saciedad, respetando la sabiduría interna del propio cuerpo.
La alimentación consciente en los niños es innata. Hasta los 3-4 años, el pequeño come de forma muy intuitiva: sabe cuándo su estómago está vacío, y necesita comer y rellenarlo de gasolina, y cuándo su estómago ya está lleno y tranquilo, por lo que ha llegado el momento de dejar de comer.
A partir de esta edad, puede suceder que se distorsione esta relación natural con la comida con demasiadas normas, o premiando o castigando con comida.
Será el momento de empezar a trabajar con técnicas que ayuden al niño a mantenerse en contacto con las necesidades de su cuerpo, modificar tus mensajes hacia unos más positivos y hacer un trabajo de responsabilidad, para que, en casa, haya, sobre todo, comida real y el niño se vaya familiarizando con este tipo de alimentos.
Beneficios del mindful eating para los niños
Potenciar el mindful eating en los niños les permite ser conscientes de esta capacidad innata que tienen para alimentarse de forma positiva y saludable. Reconocer que tienen esta sabiduría interna les estimula y hace que su confianza aumente.
Asimismo, fomentar esta perspectiva en el núcleo familiar promueve, en general, elecciones alimentarias más saludables y un menor consumo de comida basura. En consecuencia, el mindful eating ayuda a prevenir problemas de peso y trastornos de alimentación.
A diferencia de lo que estamos acostumbrados, la alimentación consciente no pone normas, aunque sí es firme. Permite comer desde la confianza y no desde el miedo, dejando que los niños aprendan a autorregular su ingesta y a tomar decisiones alimentarias positivas para ellos.
¿Cómo influyen las emociones en el niño a la hora de comer?
A partir de los 3-4 años, es normal que los niños acaben sucumbiendo a otros estímulos que los llevan a querer comer opciones menos saludables.
En la sociedad en la que vivimos, en la cual los inputs alimentarios son constantes, es muy fácil que la comida se convierta en una fuente de placer más allá de la propia necesidad de ingerir alimentos.
Para evitar este tipo de relación con la comida, es muy importante enseñar a los niños la diferencia entre comer por hambre (cuando su estómago está vacío) o por otros estímulos (ver comida atractiva, que te ofrezcan un premio a través de la comida, estar aburrido y querer entretenerse con comida, etc.).
Los mensajes que usamos los padres para comunicarles esta diferencia son clave. Estamos acostumbrados a dar estos mensajes desde la norma y lo negativo: “No comas eso que no es sano”, “No comas eso porque ya vamos a comer”... Pero, así, lo único que conseguimos es aumentar el deseo del niño por comer.
Entonces, ¿por qué no utilizar mensajes que los hagan conectar con las necesidades de su propio cuerpo? Por ejemplo: “Entiendo que te atraiga este alimento, pero ¿crees que es el mejor momento para comerlo?”, “¿De verdad tu cuerpo lo necesita ahora?” o “En la fiesta, vas a encontrar alimentos muy atractivos; elige los que más te gusten y disfrútalos, no comas de más para que no te duela el estómago”.
¿Cómo enseñar mindful eating a los niños?
Una buena manera para que los niños aprendan a comer de forma consciente es dividir las responsabilidades alimentarias entre padres e hijos.
La responsabilidad de los padres es decidir QUÉ se come: es decir, QUÉ alimentos va a haber en casa, CÓMO se van a cocinar y DÓNDE se van a comer (en casa o en un restaurante). Por lo tanto, no es responsabilidad de los niños elegir los alimentos que entran en casa.
No obstante, esto no significa que no se tenga en cuenta la opinión del pequeño. Por ejemplo, se le puede preguntar qué comida especial quiere para su cumpleaños o si, esa semana, prefiere que compres peras, manzanas o sandía como fruta.
Asegurar la presencia de comida real y evitar los 'productos no tan buenos' es vital para que los niños coman bien ahora y en un futuro. Es muy normal caer en el error de comprar productos elaborados exclusivamente para los niños (lácteos, galletas, bebidas, preparados cárnicos o de pescado, etc.). Sin embargo, en realidad, lo que necesitan los niños es comida de verdad y nutritiva (vegetales, fruta entera, pescado y carne fresca…).
Además, es importante que los niños acompañen a los padres a comprar estos productos y que conozcan su historia o procedencia: por ejemplo, que sepan que las fresas que se están comiendo se recolectaron en determinado huerto.
Por su parte, la responsabilidad del niño es respetar las necesidades de comida de su cuerpo. Por tanto, anima a tus hijos a escuchar a su propio cuerpo, a comer cuando sientan señales de hambre y a que dejen de hacerlo cuando noten que sus cuerpos no necesitan más comida.
Por supuesto, a veces, es complicado respetar estos roles, bien porque tú o el niño están cansados, o porque no quieres entrar en una discusión con él. También puede ser frustrante que el pequeño no cumpla con las expectativas de “alimentación perfecta”, ya sea por la presión externa o por la tuya propia. No obstante, en la medida de lo posible, es importante mantener estos límites.
Como padres, tenemos que hacer un trabajo de observación sobre cuál es la naturaleza del niño con respecto a la comida (si le despierta curiosidad o placer o, por el contrario, come lo justo para estar nutrido) y aceptarla, con el fin de adaptar la educación alimentaria que le damos.
El estomagómetro: un ejercicio práctico
La herramienta del estomagómetro es básica para enseñar a los niños a no perder el contacto con la sabiduría interna de su estómago, y a identificar su sensación de hambre y saciedad.
Se trata de una técnica que requiere entrenamiento y que se puede aplicar en familia. El estomagómetro actúa como un sensor: antes de cada comida, hagan el ejercicio de DETENERSE para comprobar el interior de su estómago. Si les pudiera hablar, ¿qué les diría, del 1 al 10?:
- Tengo muuucha hambre. ¡El estómago está totalmente vacío!
- Tengo mucha hambre, pero puedo esperar a que la comida esté lista.
- Tengo un poquito de hambre, pero puedo esperar un rato.
- Uyyy, empieza mi hambre, pero no me hace falta comer aún.
- Siento mi estómago tranquilo.
- Siento que mi estómago se va llenando de gasolina.
- Mi estómago está casi lleno. ¿Hay hueco para más comida o mejor lo dejo como está?
- Lleno y pesado. Podría haber comido menos.
- Demasiado lleno. Estoy incómodo.
- Me duele el estómago de lo lleno que estoy. Podría haber comido menos.
Para facilitar la herramienta, al principio, se pueden tomar como referencia solo los valores de los puntos 1, 5, 7 y 10.
El estomagómetro les puede servir para darse cuenta de cuándo necesitan detenerse a “reponer provisiones”, en los niveles del 1 al 4; los ayudará a sentir cómo su estómago se va saciando, en los niveles del 5 al 7; y a dejar de comer antes de que se sientan llenos e incómodos por haber comido demasiado, en los niveles del 8 al 10.
Itziar Digón
Psicóloga y Nutricionista