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10 dudas sobre la fiebre: la experta responde
La fiebre es un motivo de consulta muy frecuente en pediatría. Y es que es un tema que preocupa y genera muchas dudas a los papás y las mamás. Hemos trasladado algunas de las preguntas más frecuentes sobre fiebre en bebés y niños a nuestra pediatra. ¡Toma nota de sus respuestas!
- 1. ¿Qué es la fiebre y por qué se produce?
- 2. ¿Cuál es la forma más efectiva de tomar la temperatura en el bebé?
- 3. ¿Es necesario tratar la fiebre cuanto antes o, en cambio, es mejor esperar y ver su evolución?
- 4. ¿Cuáles son los fármacos antitérmicos más adecuados en la edad pediátrica?
- 5. ¿Es conveniente alternar paracetamol e ibuprofeno?
- 6. Aparte de los fármacos, ¿qué otras medidas debemos adoptar para ayudar a bajar la fiebre?
- 7. ¿Cuáles son los errores más comunes a la hora de tratar la fiebre?
- 8. ¿Cómo actuar si el niño presenta una convulsión febril?
- 9. ¿La fiebre por COVID-19 tiene alguna característica diferencial en niños?
- 10. ¿Cuándo es necesario llevar al niño al pediatra o a urgencias?
1. ¿Qué es la fiebre y por qué se produce?
La fiebre es uno de los síntomas que un niño puede presentar cuando tiene una infección (igual que pueden aparecer vómitos, diarrea, tos o mocos). La causa más frecuente de fiebre es una infección vírica.
- Cuando nuestro cuerpo intenta defenderse de una infección (causada por virus o bacterias), se produce un proceso inflamatorio en el cual se da la orden de aumentar la temperatura. Este aumento de temperatura es la fiebre, cuya función es activar las defensas del organismo y combatir con mayor efectividad la infección, “destruyendo” a los microorganismos causantes.
Por tanto, debemos ver la fiebre como una aliada para combatir la infección, no como una enemiga.
- Hablamos de fiebre cuando la temperatura corporal se eleva por encima de 38 grados. Si la temperatura se sitúa entre 37 y 38 grados, la llamamos febrícula.
- La fiebre puede acompañarse de malestar e irritabilidad: los niños se encuentran mal, solo quieren los brazos, no quieren jugar... También aparece aceleración de los latidos del corazón, aumento del número de respiraciones, sensación de frío y escalofríos, sudoración y enrojecimiento de las mejillas.
- Es importante saber que la respuesta a antitérmicos o el grado de fiebre, por sí solo, no nos orienta sobre la causa de la fiebre. Es decir, hay infecciones producidas por bacterias (que requieren tratamiento antibiótico) que se acompañan de poca fiebre e infecciones producidas por virus (como, por ejemplo, la gripe) que cursan con fiebre alta.
2. ¿Cuál es la forma más efectiva de tomar la temperatura en el bebé?
Si detectamos que nuestro hijo o hija puede tener fiebre (lo notamos caliente, con malestar, respirando muy rápido), debemos confirmar la presencia de fiebre con un termómetro. En el mercado, podemos encontrar varios tipos de termómetros:
- El termómetro digital resulta una opción muy recomendable por su precio, resistencia y fiabilidad (aunque, en ocasiones, falla). Es adecuado para medir la temperatura a nivel rectal, axilar y sublingual.
- Antiguamente, se utilizaba el termómetro de mercurio, que ofrecía una medición muy fiable de la temperatura corporal. Sin embargo, desde hace años, está prohibida su venta y comercialización, ya que existe peligro de toxicidad en caso de rotura.
- Como sustituto, apareció el termómetro de galio o galinstan, compuesto por metales de baja toxicidad, por lo que, si se rompe, es más seguro que el de mercurio. Este tipo de termómetro mide la temperatura corporal de manera muy fiable y tiene un precio asequible. Como inconvenientes, cabe destacar que es lento en dar el resultado (tarda unos cinco minutos) y puede haber dificultades para volver a ponerlo a cero.
- Otras opciones más modernas son los termómetros mediante infrarrojos: los termómetros de oído (se mide la temperatura de la membrana timpánica) o de frente (se mide la temperatura de la arteria temporal). Son métodos cómodos, rápidos y poco invasivos para el niño, pero son más caros y menos fiables, por lo que servirían como cribado, pero se recomendaría confirmar con un termómetro digital.
Como anotación, los termómetros de oído en niños menores de dos años pueden dar mala medición, por la estrechez del conducto auditivo.
Un dato curioso: existen estudios que han demostrado que los padres aciertan a la hora de detectar fiebre en sus hijos mediante el tacto. Uno de ellos concluyó que el 84% de padres eran capaces de reconocer cuándo sus hijos tenían fiebre, mientras que un 76% acertaba cuando pensaban que no lo tenía.
¿Y dónde medimos la fiebre?
Existen dos temperaturas, la central (que corresponde al interior del cuerpo) y la periférica.
- La temperatura central, la que nos interesa a los médicos, es algo más elevada que la periférica. Para medir la temperatura central, la más fiable es la rectal, pero es un método incómodo e invasivo, además de peligroso si el termómetro se rompiese.
Por este motivo, en nuestra práctica clínica, utilizamos la temperatura periférica para comprobar si el niño tiene fiebre, ya que se correlaciona bien con la temperatura central.
- De las mediciones periféricas, la temperatura sublingual es la más fiable, pero requiere la colaboración del niño y pueden intervenir factores externos. La temperatura axilar mide también la temperatura periférica, que, aunque es fácil de medir y segura, a veces, es inexacta y variable (tiene peor correlación con la temperatura central).
Menos fiable es la temperatura del oído y la frente, por lo que, a la hora de tomar decisiones, tampoco se recomienda (habría que confirmar con otras mediciones).
Como conclusión: no existe consenso de dónde y cómo deberíamos medir la fiebre, y las recomendaciones en los distintos países varían.
- La Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) aconseja que los padres midan la temperatura mediante un termómetro digital en la axila. En hospitales y centros de salud, también se mantiene esta recomendación, aunque, en caso de necesitar mayor exactitud o confirmación, se podría tomar la temperatura rectal en niños pequeños y la oral, en mayores (en función de la colaboración).
- Por el contrario, la Academia Americana de Pediatría (AAP) recomienda la medición rectal en todos los menores de cinco años y la bucal, en mayores de esta edad.
3. ¿Es necesario tratar la fiebre cuanto antes o, en cambio, es mejor esperar y ver su evolución?
Hay que recordar que la fiebre no es una enfermedad, sino un mecanismo de defensa del organismo para combatir una infección. Por lo tanto, debemos verla como una aliada. El principal problema de la fiebre es que genera malestar, y es, en esta situación, si el niño o la niña no se encuentra bien, cuando debemos dar medicación para bajar la fiebre.
- Lo que marca la indicación o no de dar un antitérmico es el estado general del niño y no el grado de temperatura que marque el termómetro. Por tanto, la administración de medicación hay que hacerla de manera individualizada.
Por ejemplo, si nuestro hijo o hija tiene fiebre, pero tiene buen aspecto, juega y no parece afectado, no será necesario administrar ningún medicamento. Si, por el contrario, nuestro hijo se encuentra mal, está decaído, adormilado, irritable, etc., independientemente de la temperatura que marque el termómetro, deberemos darle medicación para bajarle la fiebre y mejorar su malestar.
- Además, los antitérmicos no tienen por qué hacer desaparecer completamente la fiebre. No siempre se llega a normalizar la temperatura corporal; a veces, solo desciende medio grado o un grado.
4. ¿Cuáles son los fármacos antitérmicos más adecuados en la edad pediátrica?
Si hemos decidido administrar medicación para la fiebre porque el estado general de nuestro hijo está afectado, debemos saber que existen varias alternativas. Los fármacos más empleados son el paracetamol y el ibuprofeno.
- El paracetamol es una medicación antitérmica (baja la fiebre) y analgésica (mejora el dolor). Se puede dar a cualquier edad y puede repetirse, si es necesario, cada 4-6 horas.
- El ibuprofeno, además de antitérmico y analgésico, es antiinflamatorio (reduce la inflamación). Se puede dar a partir de los seis meses. Puede repetirse, si es necesario, cada 6-8 horas.
- La mayoría de asociaciones pediátricas coinciden en elegir como primera opción el paracetamol para tratar la fiebre. En situaciones en las cuales exista un componente inflamatorio (amigdalitis, otitis…) y queramos desinflamar, podría estar justificado el uso del ibuprofeno como primera opción, ya que buscamos este efecto antiinflamatorio.
- Los efectos de estos fármacos empiezan a notarse alrededor de los 30-60 minutos de la toma, con un máximo de acción a las 3-4 horas. La temperatura bajará 1-2 grados, por lo que el niño puede seguir con fiebre, pero no hay que alarmarse. Lo importante, como hemos comentado, es ver que su estado general mejora.
- Ambas medicaciones están disponibles en varias preparaciones: suspensión de jarabe, sobres y comprimidos. El paracetamol, además, está disponible en forma de supositorios. El ibuprofeno en jarabe existe en diferentes concentraciones, por lo que es importante fijarnos en la dosis en función de la concentración del jarabe que tengamos en casa.
- Las dosis de los medicamentos se calculan según el peso del niño; el pediatra irá modificando las dosis a medida que tu hijo vaya aumentando de peso.
5. ¿Es conveniente alternar paracetamol e ibuprofeno?
No se recomienda alternar antitérmicos de manera sistemática, aunque es una práctica muy extendida. Las razones son varias:
- Bajar a toda costa la fiebre, que es nuestra aliada, es una actitud errónea.
- No se ha demostrado que este hecho mejore el control de la fiebre.
- Las dosis de ambas medicaciones son diferentes y pueden dar lugar a confusión de las mismas, aumentando el riesgo de intoxicaciones por errores de dosificación.
- Sumamos los efectos secundarios de ambas medicaciones.
Por tanto, se aconseja escoger uno de los dos medicamentos y darlo según la indicación del pediatra (en los intervalos recomendados), siempre que el niño vuelva a estar incómodo cuando la fiebre le vuelva a subir. Si tu pediatra, como “rescate”, te pauta administrar la otra medicación puntualmente, hay que ceñirse a sus recomendaciones (tanto dosis indicadas como intervalos).
6. Aparte de los fármacos, ¿qué otras medidas debemos adoptar para ayudar a bajar la fiebre?
- Es importante ofrecer agua al niño de forma frecuente, sin forzarlo, para que esté bien hidratado. Es normal que no tenga apetito; no lo obligues a comer.
- Se recomienda quitar al niño algo de ropa y que la temperatura ambiental sea agradable. No lo abrigues en exceso.
- Mientras dure la fiebre, el niño debe estar tranquilo y descansar. No debe ir a la escuela ni a la guardería.
- Hay que vigilar los signos de empeoramiento clínico.
7. ¿Cuáles son los errores más comunes a la hora de tratar la fiebre?
- Tradicionalmente, se acostumbraba a bañar al niño en agua fría para tratar de disminuir la fiebre. Actualmente, esta medida no se recomienda, ya que no se ha demostrado que el control de la fiebre sea mayor ni conseguimos disminuir el malestar; al contrario, lo que conseguimos es aumentar su disconfort.
En todo caso, si al niño le apetece, se le puede dar un bañito con agua tibia, y siempre que el pequeño esté cómodo.
- Tampoco se aconsejan otras medidas físicas, como las friegas de compresas con alcohol o de agua fría por ese mismo motivo.
8. ¿Cómo actuar si el niño presenta una convulsión febril?
Uno de los principales motivos de preocupación de los padres ante la fiebre es la aparición de convulsiones febriles.
- La convulsión se produce como respuesta del cerebro ante el aumento brusco de la temperatura corporal en algunos niños sanos entre los seis meses y los cinco años de edad. Cualquier infección banal (catarro, gastroenteritis, amigdalitis…) que curse con fiebre puede provocar una convulsión febril.
- Se trata de un episodio relativamente frecuente, ya que el 3-5% de los niños lo padecen. La mayoría suceden el primer día de fiebre y no se relacionan con “cuánto sube la fiebre”, sino con “cómo de rápido sube”.
- Durante las convulsiones febriles, el niño pierde bruscamente la conciencia, el cuerpo se pone rígido y empieza a realizar movimientos anormales de extremidades y tronco (tipo sacudidas), o se queda completamente flácido. Es frecuente que la boca esté cerrada con fuerza y la mirada, perdida.
- Suelen durar poco tiempo, generalmente, menos de cinco minutos. Tras el episodio, el niño se muestra soñoliento y confuso, hasta que poco a poco se recupera.
- Las convulsiones febriles tienen un buen pronóstico y no dejan secuelas. Aunque pueden repetirse en diferentes episodios febriles (uno de cada tres niños volverá a tener otra convulsión), tienden a desaparecer con la edad. En la mayoría de las ocasiones, no se requiere realizar ningún estudio ni se precisa ningún tratamiento especial.
- Ante una convulsión febril, se recomienda colocar al niño acostado de lado, lejos de objetos con los que pueda golpearse, y mantener la calma, ya que normalmente cede sola. No se aconseja introducir nada en la boca, y tampoco es necesario sacudir, detener los movimientos ni realizar respiración artificial.
- Es recomendable acudir a un hospital o consultorio médico para que el niño sea valorado por un médico, sobre todo si es el primer episodio. También es preciso consultar en caso de que la convulsión se repita, si se prolonga más allá de 5-10 minutos, si sucede después de 24 horas del inicio de la fiebre o si el pequeño no recupera su estado general pasados unos minutos.
9. ¿La fiebre por COVID-19 tiene alguna característica diferencial en niños?
El coronavirus en niños provoca unos síntomas muy inespecíficos (fiebre, tos, diarrea o vómitos, mocos, dolor muscular, dolor de cabeza…) y se puede confundir con muchos virus respiratorios presentes en el día a día. Por lo tanto, a priori, un síntoma como la fiebre es muy común durante todo el año en los niños, y no tiene por qué ser coronavirus.
No obstante, si el niño presenta fiebre o decaimiento, no debería acudir al a escuela y habría que contactar con su pediatra para que indicara cómo actuar.
10. ¿Cuándo es necesario llevar al niño al pediatra o a urgencias?
La mayoría de las infecciones que provocan fiebre son benignas y autolimitadas (mejoran solas en unos días), ya que son provocadas por virus.
Sin embargo, cuando un niño tiene fiebre, hay que vigilar su estado general (si juega, corre, está contento…), la cantidad de líquidos que bebe y algunos signos de alarma que pueden hacer sospechar de enfermedades más graves.
El niño deberá ser valorado por el pediatra de manera urgente si:
- Es menor de tres meses.
- Tiene entre tres y seis meses y su temperatura supera los 39 grados.
- Tiene 40.5 grados con cualquier edad.
- Muestra irritabilidad o somnolencia excesivas, a pesar de que la fiebre baja.
- Se queja de dolor de cabeza muy intenso.
- Respira con dificultad (respira muy rápido, agitado, se le marcan las costillas).
- Aparecen manchas color vino en la piel que no desaparecen al estirar (petequias).
- Tuvo una convulsión por primera vez o ha perdido el conocimiento.
- Aparecen signos de deshidratación: orina menos de lo habitual, llanto sin lágrimas, boca seca, ojos hundidos, etc.
- Tiene vómitos o diarreas persistentes.
Si el niño no presenta síntomas de alarma, se recomienda que sea valorado por su pediatra habitual, antes que acudir de manera urgente a un hospital. Es preciso consultar con el pediatra si, en menores de dos años, la fiebre es superior a 39 grados sin datos de alarma y si dura más de 48 horas, o más de 3-5 días en mayores de dos años.
Nerea Sarrión Sos
Médico Especialista en Pediatría