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El duelo perinatal, que implica la pérdida del bebé en cualquiera de las etapas del embarazo o incluso después del parto, es uno de los procesos más desgarradores a los que puede tener que enfrentarse una pareja y su familia.
Al duelo perinatal se añade, muchas veces, el tabú social que rodea a la muerte del bebé. Existe una dolorosa invisibilidad, una reticencia a hablar que dificulta enfrentar la muerte, incluso la de un ser que no llega a vivir o cuya vida se interrumpe prematuramente.
La pérdida gestacional o neonatal es una realidad que nuestra sociedad debe afrontar, visibilizar e integrar en nuestra aceptación de la realidad tal y como es. Solo así se le podrá dar el espacio que merece para poder acompañar el duelo que tantas mujeres, parejas y familias suelen transitar en soledad.
La pérdida perinatal, que abarca el fallecimiento del bebé desde la concepción hasta los 28 días posteriores al nacimiento (incluyendo abortos espontáneos y muertes intrauterinas), es una experiencia frecuente con profundas consecuencias psicológicas para numerosas familias cada año.
Conocer su impacto psicológico nos puede ayudar a aproximarnos un poco más al dolor que pueden experimentar aquellos que viven la pérdida de su bebé.
A diferencia de otros duelos arropados por el consuelo social y los rituales, la pérdida perinatal a menudo se silencia, privando a los padres del apoyo comunitario e intensificando su soledad e incomprensión.
La ausencia de rituales es solo una parte del problema, ya que la dificultad se agrava porque la pérdida perinatal suele ser minimizada.
El vínculo con el bebé a menudo existe principalmente dentro de la pareja o la familia inmediata. Esto es particularmente cierto durante el primer trimestre, cuando el embarazo no es visible externamente o aún no se ha comunicado.
Este bebé, profundamente anhelado por la pareja, pero desconocido para la sociedad, puede ser erróneamente percibido como una pérdida menor, de la que se espera una rápida recuperación. Comentarios desafortunados, como "al menos no lo llegaron a conocer", solo intensifican la sensación de incomprensión y prolongan el complejo duelo de la pareja.
Por otra parte, diversas creencias erróneas perpetúan el estigma asociado a la pérdida perinatal, lo que agrava el sentimiento de aislamiento en quienes la experimentan. Entre ellas:
Es habitual que, tras una pérdida gestacional, cada mujer busque una razón para culparse: "Si no hubiera viajado en avión", "si no hubiera levantado peso", “si no hubiese salido a caminar ese día”, "si no hubiera tomado ese medicamento"...
Casi todas las madres que han perdido a su bebé se castigan internamente, cuando, en realidad, una acción puntual puede ser solo el desencadenante, no la causa de algo que inevitablemente habría ocurrido.
La madre también puede sentirse culpable por haber tenido dudas o arrepentimientos durante el embarazo, por haber cuestionado su capacidad como futura madre, o por haber tenido que tomar la durísima decisión de interrumpir el embarazo por motivos médicos.
El peso de la culpa y el reproche personal a menudo se extiende al propio duelo perinatal. La mujer se pregunta si su manera de sentir es "la correcta", si llora demasiado o si está prolongando su tristeza innecesariamente. Y cuando empiezan a aparecer instantes de alegría, puede pensar que, quizás, está "dejando atrás" a su bebé. Hasta la posibilidad de un nuevo embarazo puede generar culpa, como si fuera una deslealtad al hijo perdido.
En definitiva, la mujer puede quedar atrapada en un círculo vicioso de autocrítica que dificulta aún más el difícil camino del duelo.
La intensa herida emocional de pérdida perinatal puede desencadenar serios problemas de salud mental, como la ansiedad, que inmoviliza con miedos e incertidumbres; la depresión, que hunde a una tristeza profunda y persistente; y el trastorno de estrés postraumático (TEPT).
El trastorno de estrés postraumático se ve particularmente agravado por experiencias como un parto traumático, la recepción de noticias repentinas o la falta de empatía y de información clara, o un trato inadecuado por parte del personal sanitario, lo que lleva a revivir la dolorosa experiencia a través de recuerdos intrusivos y pesadillas que dificultan la sanación y el proceso de duelo.
El aislamiento tras la pérdida perinatal se puede acentuar, especialmente en la mujer. La conexión con otros, que, en circunstancias normales podría ser una fuente de consuelo, se torna difícil y dolorosa.
En particular, la presencia de mujeres embarazadas o la visión de bebés recién nacidos puede convertirse en un recordatorio constante de la propia pérdida, generando sentimientos encontrados de tristeza, envidia e incluso rabia.
Esta dificultad para compartir espacios con quienes viven la experiencia que uno anhelaba puede llevar a un autoaislamiento progresivo, donde la persona se distancia de amigos y familiares, limitando su red de apoyo precisamente cuando más la necesita.
El profundo dolor de la pérdida perinatal a menudo dificulta la comunicación con la pareja, la familia y el entorno social.
Las diferencias en cómo cada miembro de la pareja vive el duelo pueden generar silencios o malentendidos. La falta de comprensión sobre la intensidad de la pérdida por familiares o amigos puede llevar a comentarios desafortunados o a evitar el tema, intensificando la soledad y la sensación de no ser comprendido.
Esta dificultad para expresar el dolor y encontrar escucha empática empeora el sufrimiento y obstaculiza la elaboración del duelo perinatal.
Después de perder un bebé, la idea de un nuevo embarazo viene inevitablemente acompañada de una profunda inquietud por la supervivencia del futuro hijo y el temor a revivir el sufrimiento.
En mujeres cercanas al final de su edad fértil, esta inquietud se intensifica ante la presión del tiempo, generando dudas sobre si el duelo ha sido suficientemente procesado para afrontar un nuevo intento.
Surgen interrogantes sobre si la ilusión de un nuevo embarazo no estará teñida por el miedo constante a otra posible pérdida, o si el deseo de un hijo no se verá empañado por el recuerdo del bebé que se fue.
La incertidumbre sobre si el cuerpo estará preparado para otro embarazo saludable y el temor a que la vida del futuro bebé corra peligro se convierten en una carga emocional adicional, dificultando la toma de una decisión tan importante.
IMPACTO | DESCRIPCIÓN |
Culpa y autocrítica | Sentimientos de culpa y reproche hacia una misma |
Ansiedad | Miedos intensos, inseguridad y pensamientos intrusivos |
Depresión | Tristeza profunda, pérdida de sentido y motivación |
TEPT | Recuerdos traumáticos, pesadillas y bloqueo emocional |
Aislamiento social | Dificultad para estar con embarazadas y bebés |
Conflictos en la pareja | Malentendidos por formas distintas de vivir el duelo |
Miedo a un nuevo embarazo | Temor a otra pérdida y dudas sobre estar preparada |
La pérdida de un bebé, en cualquier etapa, envuelve a las familias en un dolor inmenso. Comprender qué hacer y qué evitar es crucial para acompañar con sensibilidad un duelo perinatal.
Qué no hacer o decir ante una pérdida perinatal:
Infografía original de Mi bebé y yo creada para ilustrar las frases que debemos evitar ante un duelo perinatal
Qué hacer ante una pérdida perinatal:
En definitiva, aplica siempre la "regla de oro" de Nancy Kohner, reconocida autora británica en pérdida perinatal: "No digas ni hagas nada a quien enfrenta una muerte intrauterina que no harías ante la pérdida de un familiar conocido."
Sé lo increíblemente duro que es para las parejas y familias enfrentarse a este trance. Al dolor de recibir una noticia devastadora o a la pérdida de su hijo, se une la necesidad de tomar decisiones importantes en un momento tan vulnerable.
Si estás en el proceso de sobrellevar tu propio duelo perinatal, te recomiendo considerar estas pautas:
El duelo perinatal es el proceso de dolor emocional que viven los padres tras la pérdida de su bebé durante el embarazo, el parto o en los primeros días de vida. Puede incluir abortos espontáneos, muertes intrauterinas o fallecimientos neonatales.
El duelo gestacional o perinatal no tiene una duración fija. Puede prolongarse durante meses o incluso años, dependiendo de la persona, su entorno y el acompañamiento emocional que reciba.
Expresiones como “Lo siento mucho” o “Estoy aquí para ti” ofrecen apoyo sin juzgar. Es mejor evitar frases como “Ya tendrás otro” o “Mejor ahora que más adelante”, que pueden invalidar su dolor.
Para apoyar a alguien que atraviesa una pérdida gestacional, escucha con empatía, valida su tristeza, ofrece ayuda práctica (como acompañarle al médico o hacerle la compra) y evita dar consejos no solicitados.
Sí, acudir a un psicólogo especializado en duelo perinatal puede ayudar a elaborar el proceso de pérdida y prevenir que se convierta en un duelo patológico o crónico.
Puedes honrar la memoria de tu bebé a través de rituales como plantar un árbol, crear una caja de recuerdos, escribirle una carta o realizar una ceremonia íntima. Estos gestos permiten integrar su existencia en tu historia.
El duelo perinatal es una experiencia profundamente dolorosa, muchas veces incomprendida y silenciada. Es fundamental visibilizar este tipo de duelo para poder ofrecer el acompañamiento necesario y romper con el estigma que lo rodea.
Acompañar sin juicios, hablar con respeto y escuchar con empatía puede marcar una diferencia inmensa en quienes viven esta pérdida. Porque cada vida cuenta, y cada pérdida merece ser reconocida.
Validar el dolor, dar espacio al recuerdo del bebé y buscar apoyo emocional y profesional son pasos fundamentales para transitar este proceso. Si estás atravesando un duelo perinatal o has vivido recientemente la pérdida de tu bebé, recuerda que no estás sola. Existen recursos, profesionales y espacios de apoyo diseñados para ayudarte a sanar esta forma de pérdida tan única como dolorosa.
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