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Naranja, algo más que jugo
Son un lujo en la estación fría, se consumen enteras y también en jugo. Sugerimos también la cáscara seca para elaborar pasteles, galletas y cremas, así como entradas, platos principales y ensaladas.
En invierno, para contrarrestar la gripe y conseguir un buen suministro de vitamina C, en el desayuno, nunca debe faltar un saludable jugo de naranja. No hace falta decir que son mucho mejores aquellos que preparamos en casa, con un valor nutritivo más alto y sin azúcares añadidos y edulcorantes.
Cuando compramos naranjas, sin embargo, siempre es mejor quedarse con aquéllas que provienen de cultivos ecológicos y evitar las que han sido tratadas con cera para la conservación. Solo de esta manera, además de saborear el jugo, también podremos aprovechar la parte noble de la fruta: la corteza, tan rica en aceites esenciales.
Nuestras abuelas ya secaban las naranjas para cocinar postres muy sabrosos. ¿Por qué no lo hacemos nosotras? Basta con lavar la fruta a fondo, pelarla con un pelador de verduras o con un cúter afilado, sin alcanzar la parte blanca, muy amarga, y poner las cáscaras a secar cerca de una fuente de calor.
La misma operación se puede repetir con limones, mandarinas y limas: lo más importante, lo repetimos una vez más, es que la fruta sea de cultivos biológicos y no esté tratada con cera, pues, de lo contrario, todo lo que lleve va a terminar en el plato.
Si tenemos algo de prisa y una gran cantidad de cáscara para secar, podemos ponerla en una bandeja en el horno a 80º C durante 4 horas. Si las pieles son pocas, porque las recopilamos naranja a naranja cuando nos comemos una o hacemos un jugo, podemos ahorrar energía aprovechando otras fuentes de calor, dejándolas en un plato bien cerca de una estufa. Se ve cuando están bien secas, porque se rompen con facilidad al apretarlas entre los dedos. Luego, las podemos picar con un pocesador de alimentos. Para conservarlas, sólo hay que meterlas en un frasco de vidrio y guardarlas en un sitio oscuro. La punta de una cucharadita es más que suficiente para mezclar todo su sabor en tartas, galletas y cremas, así como entradas, platos principales y ensaladas.
También podemos preparar frascos de cristal llenos de polvo de naranja y azúcar (o sal) para regalar a los amigos. Por último, si en vez de picarlas, las rompemos en trocitos, nos pueden servir para dar una fragancia de cítricos a tés e infusiones.