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La leche, y en general los alimentos líquidos, son para el niño como una prolongación del cuerpo materno, algo bueno que entra en su interior y que le proporciona placer.
Con los primeros alimentos sólidos, las cosas cambian. El pequeño no puede comer siempre succionando: se crea así una separación entre el placer de ingerir el alimento y el placer de succión.
Por eso, a menudo, puede suceder que los pequeños lloran o cierran la boca frente a un alimento sólido que necesitan masticar y que, normalmente, se le ofrece con cuchara.
Como todo lo que afecta a la etapa de la alimentación complementaria, también la introducción de los alimentos más sólidos debe ser gradual, para que acostumbrar al niño a masticar. Te presentamos algunas sugerencias para agilizar este paso.
En el proceso de la masticación, están implicados los dientes, los labios, los maxilares y la articulación temporo-mandibular, las mejillas, la lengua y el paladar duro.
Para posibilitar los movimientos de todas estas zonas de la cabeza, se ponen en acción, principalemente, los siguientes músculos:
La masticación es el primer acto del proceso de la digestión. Esta es una razón más que suficiente para hacerse una idea de la importancia de adquirir un buen hábito de masticación.
Entre otras cosas, la introducción a partir de los seis meses de alimentos sólidos distintos a la leche materna o de fórmula sirve para poner en marcha, para ejercitar, los músculos de las mandíbulas y todas las partes de la cabeza y el cuello implicadas en el proceso de la masticación.
Por eso, es fundamental que el bebé empiece a comer trocitos pequeños de texturas blanditas durante la introducción de nuevos alimentos de forma gradual entre los seis meses y el año. Como todos los músculos, los de masticación necesitan fortalecerse y mantenerse activos.
Esto estimula, además, la secreción natural de saliva por parte de las glándulas salivares. La saliva alcaliniza los jugos del estómago, favorece la digestión y combate posibles trastornos, como el reflujo y la acidez de estómago.
Es importante acostumbrar al pequeño a masticar cada bocado lentamente y durante bastante tiempo. Lo ideal es masticar cada bocado unas 25-30 veces. De esta manera, se saborean más y mejor los alimentos, además de que se alcanza antes las sensación de saciedad y se ingiere menos aire. ¡Todo son ventajas cuando masticamos bien, y también sirve para los mayores!
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