Alimentación en bebés y niños: la nutrióloga responde a tus dudas

2 Aug 2024
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¿Cómo enseñar a los niños a comer de forma saludable? ¿Existen alimentos prohibidos para el bebé? Y, ¿qué hacer si no quiere comer? Hablamos con la nutrióloga Conchi García sobre algunos de los aspectos más importantes relacionados con la alimentación infantil.

¿Por qué no hay que obligar al niño a que se acabe el plato? 

Nunca hay que obligar a un niño a comer. Los niños, como el resto de los seres vivos, nacen con la capacidad de autorregular su ingesta en función de sus necesidades, respondiendo a sus señales fisiológicas de hambre y saciedad.

Por tanto, se debe permitir a los niños decidir qué y cuánto comer, entre una selección de alimentos saludables. Así lo reconoce la Asociación Española de Pediatría (AEP), la Academia Americana de Pediatría (AAP), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras entidades de referencia. Nuestra responsabilidad como adultos es proporcionar alimentos saludables y en cantidad suficiente, pero ellos se encargan de decidir qué y cuánto comer.

Obligar, castigar, sobornar o presionar a un niño a comer por encima de su voluntad, además de ser antiético, puede tener consecuencias de por vida. Estas estrategias no solo no ayudan a que los niños coman más, sino que se asocian con una menor ingesta de alimentos, con consecuencias psicológicas, como traumas, obsesiones y aversiones dietéticas, y con un mayor riesgo de obesidad. Además, incrementan el riesgo de padecer trastornos de la conducta alimentaria, como anorexia y bulimia.

Respetar el apetito de los más pequeños, comer con ellos en un ambiente agradable y ser ejemplo es la mejor estrategia. No hay que preocuparse por las cantidades, pues el hambre del niño será la mejor guía.

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¿Por qué los niños dejan de comer o rechazan determinados alimentos?

Existen diferentes motivos por los que los niños pueden reducir su ingesta, rechazar ciertos alimentos o dejar de comer.

Normalmente, cuando ocurre alrededor del año, se debe a causas fisiológicas. El crecimiento supone un 35% de los requerimientos energéticos diarios, que disminuyen progresivamente a partir del primer año de vida. En consecuencia, los niños a partir de los 12 meses crecen más lentamente y comerán proporcionalmente menos. Este cambio fisiológico, unido a otros cambios emocionales, suele provocar lo que se conoce como anorexia o hiporexia de los 12 meses.

Otro de los motivos habituales es lo que se conoce como neofobia alimentaria. Se trata del rechazo a nuevos alimentos, alimentos en un formato desconocido e incluso a alimentos asociados a experiencias negativas. Es muy habitual entre los 2-3 años, pero puede aparecer a los 12 meses y alargarse hasta los seis años.

Se trata de un comportamiento instintivo y normal en el desarrollo y tiene su origen en la evolución humana. Es un mecanismo para protegerse de los alimentos que puedan comportar un riesgo por ser venenosos. Por eso, es tan frecuente que se dé con alimentos de origen vegetal.

Pero existen muchos más motivos: puede deberse a cambios en su rutina, al nacimiento de un hermano, al inicio de la escuela, a un resfriado... Incluso, muchas veces, el pequeño está comiendo lo que necesita, pero la familia es la que cree que “está comiendo poco”; es decir, existe un desequilibrio entre lo que el niño come y lo que la familia espera que coma.

¿Y qué podemos hacer cuando esto ocurre?

Se debe tratar cada caso de manera individual, dependiendo de cuál sea el origen de este comportamiento. Pero hay que tener presente que lo que se tratará siempre será la causa, en caso de que sea necesario tratarla; nunca se forzará al pequeño a comer.

Veamos, a continuación, algunos consejos que nos pueden servir:

  • Es importante respetar el apetito del niño y permitirle alimentarse según su sensación de hambre, sin insistir, forzar o distraerle para que coma (incluye evitar el uso de pantallas, cucharadas voladoras, etc.).
  • El ambiente de la mesa familiar es fundamental. Hay que procurar comer en familia, relajados y permitirle disfrutar de ese momento, independientemente de la cantidad que coma.
  • Involucrar a los pequeños en la compra y en la preparación de los alimentos, además de permitirnos disfrutar pasando tiempo en familia, es una fantástica actividad que hace que los niños se sientan partícipes y más receptivos a la hora de alimentarse. ¡Estarán más interesados por probar sus creaciones!
  • Una buena opción es sentarles sobre nuestro regazo y ofrecer la comida de nuestro plato. Los niños tienen tendencia a preferir la comida de sus cuidadores a la de su propio plato (aunque sea la misma), ya que les proporciona más seguridad y confianza.
  • Hay que procurar ofrecer la cantidad de comida que el niño come habitualmente (o incluso menos), evitando llenar el plato.
  • Se puede poner en práctica lo que se conoce como “aprendizaje sabor- sabor”. Funciona muy bien en casos de neofobia alimentaria y consiste en ofrecer el alimento nuevo junto con otro alimento que el niño acepta muy bien, para que se sienta más animado a probarlo.
  • Permitirle que coma solo, con sus propias manos o con cubiertos, le proporcionará autonomía y más interés por alimentarse.
  • No hay que regañar cuando el pequeño no coma, pero tampoco celebrar cuando sí lo haga. Lo mejor es actuar con indiferencia.
  • Evitar la tentación de ofrecer alimentos superfluos, como galletas, postres lácteos azucarados, cereales azucarados, jugos, etc., “para que coma algo”. Son productos con escaso valor nutricional, que comerán sin hambre y por encima de sus necesidades, por lo que desplazarán el consumo de alimentos saludables y limitará aún más su alimentación.

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¿Es mejor cuchara o que el bebé experimente con sus manitas?

Comer con las manos es una actividad fantástica que favorece la coordinación visomotora y la autonomía, mejora la motricidad fina del niño, le ayuda a descubrir diferentes texturas y, por supuesto, es toda una experiencia sensorial, en la que los pequeños disfrutan descubriendo los alimentos con sus propias manos.

Permitirles experimentar con las manitas convierte cada comida en un momento agradable y divertido, en el que los niños pueden descubrir, jugar y divertirse. Cuando el aprendizaje se da en un ambiente positivo, favorece la creación de una relación sana con los alimentos que puede perdurar hasta la edad adulta.

¿Por qué es importante que el bebé y el niño mastiquen?

Cada vez hay más datos disponibles sobre la importancia de la masticación. Diferentes entidades de referencia, como la AEP, la AAP o la Sociedad Europea de Gastroenterología Pediátrica, Hepatología y Nutrición (ESPGHAN) recomiendan no retrasar la incorporación de los sólidos más allá de los nueve meses, ya que retrasar la masticación se asocia con hábitos alimentarios problemáticos, con el rechazo a alimentos y con la sobrealimentación.

Además, tal y como explica la Sociedad Española de Ortodoncia (SEDO), la alimentación de los niños tiende a ser cada vez más blanda y fácil de tragar. Estimular la masticación de los más pequeños favorece el correcto crecimiento y desarrollo de las estructuras craneofaciales, lo que reduce el riesgo de maloclusiones, de disfunciones en la masticación - deglución, y de alteraciones en la respiración y en el desarrollo del habla.

¿Se debe limitar el consumo de proteína en la alimentación del bebé y el niño?

Existe una excesiva preocupación por asegurar un consumo diario de proteína animal en la infancia. Incluso aún se piensa que los niños deben comer carne todos los días para estar “bien alimentados”, cuando realmente el consumo de proteína animal no es imprescindible.

Es cierto que la carne es un alimento rico en hierro de buena asimilación, pero existen otras fuentes de hierro de origen vegetal, como las legumbres, los cereales integrales o los frutos secos, que, combinados con frutas y verduras, cumplen perfectamente su función en el organismo.

Los datos indican que los niños (y los adultos) tienen una ingesta de proteínas muy superior a la necesaria. Y este exceso no viene por parte de la proteína vegetal, sino de la animal, que se acompaña de grasas saturadas y colesterol, y se asocia, por tanto, a un mayor riesgo de obesidad y de enfermedades cardiovasculares, entre otros.

Y el tema es aún más complicado cuando predomina el consumo de carnes rojas y procesadas (jamón York, jamón serrano, salchichas, el aparentemente saludable jamón de pavo...), que se relacionan, además, con un aumento del riesgo de cáncer colorrectal.

Así que, tal y como indican las principales asociaciones médicas de referencia, se aconseja que los niños coman carne (preferentemente blanca) y pescado (blanco y azul) en poca cantidad. Y no es necesario que cada día forme parte del menú; puede alternarse con proteína vegetal, como las legumbres.

Las cantidades orientativas que se aconseja no superar de manera general son las siguientes:

  • Entre los 6-12 meses: 20-30 gramos de carne al día, o bien 30-40 gramos de pescado al día, o bien un huevo pequeño al día.
  • Entre los 1-3 años: 40-50 gramos de carne al día, o bien 60-70 gramos de pescado al día, o bien un huevo M o G al día.
  • Si se quisiera incluir en un mismo día carne o pescado en la comida y en la cena, se deberían fraccionar las cantidades, para no excederse en el consumo de proteínas.

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¿Qué alimentos no están recomendados en la dieta del bebé y el niño?

Existen una serie de alimentos que se deberían excluir de la dieta de los más pequeños:

  • La leche entera no se debe incorporar como bebida hasta el año. Su incorporación precoz se asocia a pérdidas ocultas de sangre en el sistema gastrointestinal, a un mayor riesgo de anemia ferropénica y favorece el sobrepeso. 
  • El azúcar y los productos que la contienen (aunque estén dirigidos a bebés) se deben evitar como mínimo hasta los dos años. El azúcar es fuente de calorías vacías y se asocia a un mayor riesgo de sobrepeso, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y caries. Además, puede interferir en las preferencias alimentarias, en una etapa en la que el paladar está en pleno desarrollo, y en la aceptación de los nuevos sabores. 
  •  Nutricionalmente, la miel es como el azúcar, por lo que también se debería evitar como mínimo hasta los dos años por los mismos motivos. Además, es fácil que contenga esporas de C. Botulinum y que estas se desarrollen en el tracto intestinal de los bebés provocando botulismo, por lo que está totalmente desaconsejada en menores de 12 meses.
  • Se desaconseja añadir sal a los alimentos complementarios, así como los productos que la contienen. El consumo de sal es innecesario en esta etapa y puede ser peligroso debido a la inmadurez renal, sobre todo en los dos primeros años por ser el período más crítico. Además, puede interferir en las preferencias alimentarias y en la aceptación de nuevos sabores. 
  • Las bebidas de arroz no se recomiendan por su contenido en arsénico en bebés y niños pequeños. 
  • Se aconseja controlar el consumo de hortalizas altas en nitratos. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) recomienda:

    - No superar los 35 g/día de espinacas y acelgas entre los 6-12 meses.
    - No superar los 45 g/día de espinacas y acelgas entre los 1-3 años.
    - Evitar el consumo de estas hortalizas en caso de infección bacteriana gastrointestinal.
    - Elegir verduras de temporada y no las de atmósfera modificada. Consumirlas después de cocinarlas, refrigerarlas si se van a tomar en el mismo día o, si no, congelarlas.
  • En los niños de menos de diez años, se debería evitar el consumo de pescado con un alto contenido en mercurio: pez espada/emperador, atún rojo, tiburón (cazón, marrajo, mielgas, pintarroja y tintorera) y lucio. Además, por su contenido en cadmio, tampoco se recomienda el consumo habitual de la carne oscura de los crustáceos, como los camarones, situada en la cabeza. 
  • Asimismo, por motivos de seguridad alimentaria, la carne, el pescado y el huevo se deben ofrecer al niño totalmente cocinados, evitando, por ejemplo, el sushi, las mayonesas, el jamón serrano, etcétera. 
  •  También se deben evitar aquellos alimentos que suponen un riesgo de atragantamiento, como los frutos secos enteros, las uvas enteras, la zanahoria y la manzana cruda, las palomitas de maíz, las rodajas de salchicha o los caramelos.
  • Por último, se desaconseja el consumo de alimentos superfluos, como yogures de sabores, embutidos, dulces o chocolate, entre muchos otros. 

¿Los niños pueden seguir una dieta vegetariana? ¿Y una dieta keto?

Las dietas vegetarianas adecuadamente planificadas son saludables, nutricionalmente adecuadas, y pueden proporcionar beneficios para la salud en la prevención y en el tratamiento de ciertas enfermedades.

Las dietas vegetarianas son apropiadas para todas las etapas del ciclo vital, incluido el embarazo, la lactancia, la infancia y la adolescencia. Así lo indican las principales asociaciones médicas de referencia, como la Academia Americana de Nutrición, la Asociación Americana del Corazón, la ESPGHAN o la AAP.

Pero la seguridad de dietas extremadamente restrictivas no ha sido estudiada en niños. Estas dietas pueden ser muy pobres en calorías, ciertas vitaminas y minerales, y no pueden ser recomendadas.

conchi garcia mama nutricionistaleche bocadillo conchi garciaConchi García
Dietista-Nutricionista especializada en Nutrición Pediátrica
Directora del Instituto de Estudios de Salud y Nutrición ISNUT y de la Escuela de BLW
Autora del libro sobre Baby-Led Weaning De la leche al bocadillo

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