Consejos sobre alimentación infantil en verano

12 Jan 2022
Alimentacion infantil en verano

La alimentación de los niños debe seguir unas pautas concretas en verano, cuando los pequeños pasan más horas bajo el sol, realizando actividades físicas y sin seguir unos horarios regulados. Los nutriólogos nos dan algunos consejos sobre dieta infantil en verano.

En verano tiene lugar un cambio en las costumbres y hábitos alimenticios de los niños. Al finalizar el colegio a mediados de junio, los horarios se desordenan y los pequeños duermen hasta más tarde, lo que provoca que las horas de las comidas diarias se atrasen y se sigan unas pautas irregulares al comer. Además, el calor hace que el hambre disminuya, se incremente la necesidad de beber más líquidos y apetezcan alimentos muy propios del verano, como los helados o los refrescos. 

En verano los niños pasan muchas horas bajo el sol, jugando al aire libre en el parque, en la playa o en la piscina. Estas situaciones se acompañan de mayor ejercicio físico, lo que hace sudar a los pequeños. Es importante, así pues, prestar atención al mantenimiento de una correcta hidratación del niño a través de la ingesta de líquidos y el seguimiento de una dieta adecuada. Estos son algunos consejos a seguir sobre la alimentación infantil en verano. 

Hidratación: consumo de agua y leche

  • El niño debe beber una cantidad de agua y bebidas diariamente que oscila entre 0.6 litros en el primer año de vida y los 1.8- 2.6 litros en la adolescencia. Cuanto menor es el niño, menor capacidad tiene de expresar el deseo de la sed, por lo que se le debe ofrecer agua sin forzar.
  • Los niños, especialmente los recién nacidos, deben consumir cantidades mucho mayores de agua, en relación a su peso, que los adultos. Si se administra una cantidad insuficiente, puede aparecer la denominada "fiebre por deshidratación", que consiste en la aparición de fiebre debido a una insuficiente toma de líquidos.
  • El agua debe consumirse bebida como tal o a través de la preparación culinaria de diferentes alimentos, que sean ricos en agua. 
  • Es aconsejable que los pequeños se hidraten a través del agua y la leche, evitando las bebidas de refresco carbonatadas, que producen caries, sobrepeso u obesidad.
  • Los niños también pueden consumir jugos de frutas, pero cabe recordar que pueden producir diarrea por la alteración de la absorción de la fructosa y del sorbitol. 

Alimentación 

  • Los lactantes deben mantener el ritmo y el tipo de lactancia habitual durante el verano
  • Fuera del período de lactancia, la distribución de la dieta debe ser: el 25% con el desayuno, el 30% con la comida, el 15% con la merienda y el 30% con la cena.
  • La distribución calórica debe ser del 50-60% en hidratos de carbono (con no más de un 10% de refinados), el 30-35% en grasas y el 10-15% en proteínas de alta calidad.
  • Los niños deben comer a diario alimentos de todos los grupos:
  1. Leche y derivados: ingesta de 500-1,000 ml al día para cubrir las necesidades de calcio.
  2. Carnes, pescados, huevos y legumbres: es preferible el consumo de carnes y pescados magros y evitar la grasa visible. Se aconseja el consumo de pescado frente a la carne por su menor contenido energético y su mejor perfil graso. También es aconsejable limitar el consumo de embutidos. Los expertos promueven el consumo de legumbres y los huevos (no más de uno al día y de tres a la semana).
  3. Cereales: muy recomendables en la dieta del niño, lo son especialmente los cereales fortificados o integrales (más aconsejables), el pan y las pastas.
  4. Frutas, verduras y hortalizas: los niños deben consumir a diario frutas maduras (dos o tres piezas) y verduras frescas. Es aconsejable lavarlas enteras sin dejarlas en remojo, para evitar la difusión de nutrientes al agua de lavado. También deben pelarse para evitar contaminantes. 

En conclusión, en verano hay que procurar no alterar demasiado las costumbres alimenticias del niño, ni en cuestión del tipo de horario ni del tipo de alimento, aunque lógicamente se pueda introducir alguna variación en su dieta: un aumento del consumo de líquidos, de comidas frías o de algún helado.