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Hay que tener en cuenta que, a menudo, cuando se sienten incómodos, los niños lo manifiestan de maneras instintivas, puras, sin filtros, porque su cerebro se está desarrollando y todavía no pueden manejar y controlar la activación de las emociones.
(Te interesa: Técnica de la tortuga: autocontrol de los impulsos y las emociones en los niños)
Una vez identificada la motivación de su agresión será fácil averiguar qué estrategia utilizar. Si las causas son físicas o están vinculadas a factores ambientales, valdrá la pena hacer algunos cambios de hábitos, evitando así la aparición de estos comportamientos: evitar lugares demasiado caóticos, dejar descansar al niño, no exponerlo a estímulos continuos, limitar el uso de tecnologías y no involucrarlo en conflictos entre adultos, entre otras medidas.
La tarea del adulto es ser empático con el niño, escucharlo, legitimar sus emociones para hacerlo sentir comprendido y explicarle que, aunque esté enojado y la frustración e impotencia que siente son “válidas”', no puede manifestarlas lastimando a otras personas, objetos y mucho menos a sí mismo.
Para ayudarlo a manejar la ira, es útil decirle al niño que cierre los ojos y respire profundamente, que llore para aliviar la tensión, que haga un dibujo para dar un rostro o un nombre a la cosa o persona que lo hizo enojar.
(Te interesa: Técnica del semáforo para el control de las emociones del niño)
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