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Se denominan enfermedades exantemáticas a todas las enfermedades que provocan exantemas en la piel. Esto quiere decir erupciones de color rojizo. Las enfermedades exantemáticas más comunes son las que afectan a los niños: sarampión, rubéola, varicela, escarlatina, cuarta, quinta y sexta enfermedad.
De un día para otro, el niño se cubre de manchitas rojas de varias formas y tamaños, en función de la enfermedad. Normalmente, se trata de enfermedades que no son graves. Sin embargo, no siempre son reconocibles y distinguibles entre ellas. Y es que suelen presentar, al menos al principio, síntomas muy similares.
La gran mayoría de enfermedades exantemáticas están provocadas por virus, y no por bacterias. Por ello, casi siempre es inútil administrar antibióticos al niño, que son eficaces para combatir bacterias, pero no virus.
Las enfermedades exantemáticas infantiles constituyen una etapa necesaria para el desarrollo tanto físico como psíquico del niño. Una vez superada la enfermedad, el sistema de defensa del niño contra las infecciones sale reforzado. Es decir, es capaz de afrontar con fuerza los ataques de otros virus.
Las enfermedades exantemáticas tienen períodos de incubación que varían entre dos días y tres semanas. Durante este período, el niño no manifiesta ningún síntoma. Sin embargo, los virus continúan multiplicándose en su organismo. Hacia final del período de incubación, empieza a experimentar una ligera sensación de malestar, pero sin manifestar síntomas concretos.
Después, de forma repentina, al cabo de pocas horas, la enfermedad estalla. El niño empieza a estornudar y presenta una elevación de la temperatura, que puede estar acompañada de dolor de cabeza, náuseas y diarrea.
Se trata de medios que el organismo utiliza para tratar de combatir a los virus que, al mismo tiempo, se difunden en el ambiente. Esto hará que otras personas también se contagien sin que puedan remediarlo.
Enantema. Es una erupción que se forma en las mucosas. Por ejemplo, en el interior de la boca.
Al principio, las manchas del sarampión son pequeñas y de color rosa, y están extendidas por todo el cuerpo, excepto en los tobillos y pies. En una segunda fase, aumentan de tamaño y de número, adquiriendo un ligero relieve. Poco a poco, se van oscureciendo, hasta adquirir un color rojo intenso.
En la fase de curación, la piel, sobre todo de la cara y cuello, se descama. Es decir, se desprende produciendo pequeños fragmentos similares a la caspa.
En un primer momento, las manchas se presentan detrás de las orejas, en la cabeza y en el cuello. Después, poco a poco, se extienden a todo el cuerpo, formando manchas con poco relieve de color rojo claro.
Pueden ser muy pequeñas o unirse para formar grandes manchas. Estas manchas cubren zonas enteras de la piel. Cuando desaparecen, se descaman.
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La escarlatina provoca la aparicion de pápulas. Se trata de manchas de color rojo vivo, con un ligero relieve, que primero se concentran debajo de las axilas y en los pliegues de las ingles. Después, se extienden a las piernas, brazos, tronco y, por último, la cara. Sin embargo, no salen en la barbilla y en el contorno de la boca.
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En caso de varicela, aparecen en la espalda y abdomen del niño unas manchitas rojas del tamaño de la cabeza de un alfiler, o poco más. Al principio, tienen el aspecto de máculas, es decir, son planas. Después, rápidamente, se transforman en pápulas, es decir, adquieren relieve. Por último, se transforman en ampollas rellenas de un líquido transparente.
Se extienden sobre los brazos, piernas, cara y cabeza, a excepción de los tobillos y pies. Después, se transforman en costras amarillentas y rojizas, aunque no lo hacen todas al mismo tiempo.
Por último, cuando las costras empiezan a secarse, provocan una comezón muy intensa. En esta fase, se produce el riesgo de que, al rascarse, el niño rompa las ampollas y, al no estar secas, disemine la infección.
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No siempre es fácil distinguir una enfermedad de otra basándose únicamente en el tipo de manchas que aparecen sobre la piel. Incluso los médicos pueden albergar dudas sobre el diagnóstico y tener que considerar otras señales para saber de qué se trata. Ésta es la razón por la que, en caso de erupción sobre la piel, siempre es aconsejable llevar al niño al pediatra.
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