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No hay duda de que los padres y las madres somos una pieza clave en el equilibrio emocional y la felicidad de nuestros hijos. Por eso, es importante que, desde bien pequeñitos, podamos desarrollar un apego seguro con ellos, que les permita establecer relaciones saludables, tener una buena autoestima y disfrutar de una etapa adulta plena y segura. Así lo afirma Rafa Guerrero, psicólogo y psicoterapeuta especializado en gestión emocional, trauma, apego y TDAH, y uno de los grandes referentes en materia de desarrollo cerebral infantil y adolescente.
Para ayudarnos a trabajar un apego seguro con nuestros hijos, Rafa Guerrero ha escrito ¿Me acompañas? (Penguin Random House), un cuento perfecto para leer en familia, con preguntas y consejos prácticos para los lectores (grandes y pequeños), y que cuenta con unas preciosas ilustraciones de Mamen Marcén.
"Los padres conseguimos que nuestros hijos desarrollen un apego seguro cuando cubrimos sus necesidades emocionales. Los niños necesitan de la mirada incondicional de sus figuras de referencia, así como tiempo de plena dedicación. Sentirse protegidos y amados por sus padres es fundamental para un apego seguro", explica Rafa Guerrero.
Hablamos con Rafa Guerrero sobre las claves para fomentar el apego seguro en nuestros hijos, sobre cómo acompañarlos en sus emociones, fomentar su autonomía y establecer límites desde el afecto, el cariño y los buenos tratos.
Desarrollar un apego seguro es difícil hoy en día, porque vivimos en una sociedad en la que las prisas, el estrés que nos rodea y las exigencias nos dificultan mucho poder vincularnos de una manera sana con nuestros hijos. Y también están todos los mandatos que hemos recibido de nuestros padres y abuelos, que también influyen.
No obstante, hay tres claves que son importantes para el desarrollo de un apego seguro:
Existen cuatro tipos de apego y solo uno de ellos es seguro, el que hemos hablado antes. Los otros tres tipos de apegos son inseguros.
No. Solamente 6 de cada 10 personas a nivel mundial tenemos apego seguro, según la literatura científica. El 40% restante está en uno de los tres tipos de apego inseguro. Y me atrevo a decir, por lo que veo en consulta, que estos porcentajes de apego seguro van a bajar, dadas las circunstancias que tenemos.
¿El apego seguro se puede aprender? Sí, de la misma manera que se puede aprender un segundo o un tercer idioma. ¿Pero lo hablarás como tu lengua materna? Seguramente no, porque las ventanas plásticas para aprender ese idioma ya se cerraron. Con las habilidades socioemocionales, y ahí está el apego, sucede exactamente lo mismo.
La buena noticia es que el apego se puede reparar; siempre se pueden hacer cosas para mejorar, sanar nuestras heridas y reubicar o reprocesar nuestros traumas. A eso nos dedicamos los psicoterapeutas, a reparar apegos inseguros en apegos seguros.
Y cuanto antes se detecten esos problemas de apego, mejor. Yo siempre animo, sobre todo a papás y mamás con hijos en la etapa infantil, a que, si tienen problemas a la hora de vincularse o relacionarse con sus hijos de manera habitual, por ejemplo, si hay mucha ansiedad, agresividad, conflictos constantes, acudan a un profesional que les ayude a reorientar la situación.
La literatura científica ha llegado a la conclusión de que en torno a un 70-80% de los casos el estilo de apego no varía. Esto quiere decir que, en 4 de cada 5 personas, el estilo de apego que tenemos cuando somos pequeños, y esto ya se puede evaluar en torno al año de vida, incluso a los ocho o diez meses, es el tipo de apego que vamos a tener cuando seamos adultos.
¿Que hay acontecimientos que pueden influir y pueden cambiar ese tipo de apego? Sin lugar a dudas. Y entre ese 20% que cambia su estilo de apego nos encontramos los psicoterapeutas, que tenemos la capacidad de reparar apegos inseguros en apegos seguros. Pero, generalmente, el estilo de apego es algo bastante estable.
Solemos definir la sobreprotección como el exceso de protección, pero creo que hay bastante trasfondo dentro de este concepto.
Habitualmente, vemos que papá o mamá suelen proyectar sus propios miedos en el niño. Y eso también es sobreproteger: ubicar mi miedo en mi hijo, cuando mi hijo realmente no tiene miedo. Los niveles de sobreprotección que tenemos hoy en día son muy altos porque los niveles de incertidumbre, de estrés, generan mucho miedo en nosotros como adultos. Y esto hace que estemos protegiendo constantemente a nuestros niños.
La clave está en ser empáticos, en comprender a nuestro hijo, saber realmente lo que necesita y darle la dosis necesaria de protección. Si tu hijo necesita X de protección, le tienes que dar X, aunque a ti te genere miedo. Si le das más, le estás sobreprotegiendo.
Cuando explico el apego, muchas veces lo hago utilizando frutas. En el apego seguro, si el niño metafóricamente necesita una naranja, los padres, para generar ese apego seguro, tienen que darle una naranja, ni un kiwi, ni tres papayas ni un naranjo entero. Todo en su justa medida y lo que él necesita, no lo que él nos pide.
Es importante comprender en qué momento están nuestros hijos, saber qué es lo que pueden y lo que no pueden hacer. Y cuando nuestros hijos nos digan: “Jo, papá, mamá, es que no puedo, no me sale”, nosotros les digamos: “Todavía, no”. Es el poder del todavía, que dice Carol Dweck. Por ejemplo, estoy seguro de que mi hija, en un futuro, sabrá manejar perfectamente un cuchillo, pero, hoy en día, con dos añitos y medio, no es capaz de hacerlo, o está aprendiendo.
Hay que saber en qué punto están nuestros hijos, cuál es la zona de desarrollo real, y también cuál es la zona de desarrollo próximo, hacia dónde podemos orientarles, qué es lo que pueden conseguir con esfuerzo y sacrificio, con nuestro apoyo y nuestro aliento.
El problema es que, muchas veces, nuestros hijos se frustran, se emberrinchan con nosotros o con ellos mismos, porque les estamos planteando objetivos que no son alcanzables. Por eso, hay que conectar y empatizar, conocerles mucho para saber qué objetivo les podemos proponer, y ayudarles a fomentar esa autonomía.
Cuando hablo de tiempo de calidad, me refiero a estar 100% con nuestros hijos. A veces, estamos disponibles, pero no estamos accesibles. Estar disponible implica estar físicamente presente, mientras que estar accesible implica estar conectado con tu hijo.
¿Ahora mismo tenemos media hora para jugar juntos? Pues voy a tener dedicación plena hacia mi hijo. Es el poder de la presencia, la importancia de estar en cuerpo y alma para poder dar tiempo de calidad a nuestros hijos.
Los límites son una necesidad. Los niños necesitan saber lo que se puede o no se puede hacer, y necesitan que les digamos que no para que ellos entiendan que les queremos. Y por eso les decimos que no, porque esto o aquello no es bueno para ellos.
Los límites se deben poner con cariño y respeto, y de forma anticipada. Por ejemplo, “a partir de ahora, estas van a ser tus funciones en casa” o “Ya te voy adelantando, cariño, que vamos a ir al cumpleaños de tu amiga Berta, pero a las 19 horas nos iremos porque tenemos que ir al dentista”.
Es importante preparar al niño con tiempo, darle una narrativa, una explicación, y luego entender y validar sus emociones, porque es legítimo que el pequeño se enfade si le decimos que no a algo. Es inevitable que surjan conflictos, pero forman parte de la vida, y los niños deben aprender a tolerar la frustración.
Un aspecto importante es la necesidad de ser visto. Cuando mi hija, estando yo en el salón leyendo, aparece disfrazada de Elsa de Frozen, lo hace no solo porque le gusta, sino porque necesita ser vista. Necesita que le digamos lo guapa que se ve, necesita que le dediquemos un tiempo, que yo me retire de la actividad que estoy haciendo en ese momento, para, no solo observarla, sino prestarle atención. Y eso va a ser súper positivo para su autoestima.
Otro aspecto clave es el sentido de pertenencia. El ser humano, como mamífero que es, necesita sentirse perteneciente a la manada. Vivimos en sociedad, en familia, con amigos. Necesitamos ser importantes para los demás. El hecho de estar integrados en los distintos grupos en los que nos movemos en el día a día es un factor de protección no solo frente al acoso escolar, sino también para nuestra salud emocional y mental. Necesitamos socializarnos.
Una de las cosas que tenemos que hacer es formarnos. En la base de nuestro encéfalo, hay una parte instintiva que heredamos de los reptiles y que es fantástica, pero, hoy en día, para criar no es suficiente con el instinto; hay que formarse, hay que leer mucho, ir a conferencias, charlas, debatir con nuestra pareja y amigos cercanos...
Existen muchas opciones y tenemos que intentar que la opción que pongamos en marcha le sirva a nuestro hijo. La psicoterapia tanto a nivel personal como profesional me parece una herramienta fantástica.
Y también es importante ser conscientes de los errores que cometemos con nuestros hijos y ser lo suficientemente valientes como para hacernos responsables del error que hemos cometido, agacharnos, mirarles a los ojos y pedirles perdón.
Reparar el daño que hemos causado va a generar esa conexión y va a ayudar a poder desarrollar un apego seguro con nuestros hijos.
Rafa Guerrero
Psicoterapeuta. Director de Darwin Psicólogos. Profesor universitario.
https://rafaguerrero.com
@rafaguerreropsicologo
Autor de ¿Me acompañas? (B de Blok)
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