Curiosidad, alegría, enfado: los bebés también sienten estas emociones, y las comunican a través de la sonrisa, el llanto y la expresión de su cara. Un lenguaje universal que, en teoría, debería ser común a toda la humanidad. En cambio, un estudio internacional llevado a cabo en la Universidad de Glasgow porobó que las culturas y los ambientes geográficos distintos pueden corresponder a diferentes interpretaciones de las emociones básicas, que son la felicidad, el miedo, la sorpresa, la rabia, la tristeza y el disgusto. ¿Sabemos interpretar lo que el pequeño siente?, ¿cierra los ojos porque tiene sueño o porque le molesta la luz o el aire? Observa con detenimiento a tu bebé, descubrirás sus emociones más fácil de lo que crees.
Alegría
Se le ilumina la cara, sonríe y ríe a carcajadas. ¿Qué desencadena su risa? Un estudio de la Universidad de Minnesota, llevado a cabo con diez niños de entre cuatro y 12 meses, descubrió que la mayoría de los pequeños se reían con los estímulos más fuertes, mientras que el resto lo hacía con las situaciones inesperadas. Pero, ¿por qué a los cuatro meses no existe el sentido del humor? Porque deriva del contacto de lo que se espera con lo inesperado, y a esa edad, los límites entre las dos sensaciones no están bien definidos.
Curiosidad
Ojos muy abiertos, una mirada que sigue a la fuente de interés y labios separados. Está fascinado por un objeto o por una luz. Pero, cuidado, porque se puede aburrir en cualquier momento. Según los psicólogos de la Universidad de Berkeley, si mostramos a un bebé una serie de imágenes de caras felices, su interés decaerá, para volver a despertarse si se le muestra una cara triste. El interés del niño debe estimularse a través de las acciones simples repetidas, como tirar objetos al suelo, para aprender secuencias lógicas como la de causa y efecto.
Sorpresa
Ojos muy abiertos, cejas arqueadas y boca abierta. La emoción puede transformarse en miedo o en algo positivo. A esta edad, el niño sabe que una caja es un objeto sólido y, por lo tanto, se sorprende si, de repente, se abre y aparece un payaso. Los especialistas que estudian el comportamiento de los bebés han notado que si la mamá es quien enseña la caja al bebé, el ritmo cardiaco del pequeño se ralentiza ligeramente. Por el contrario, si se trata de un extraño, se acelera. Como consecuencia, sus energías neuronales siguen caminos distintos: se pueden traducir en carcajadas de sorpresa, o bien en llantos de miedo.
Recelo
El pequeño se aferra a su mamá, está un poco rígido y con la mirada fija. A los seis meses, ya no sonríe a todo el mundo. Y si un extraño intenta mirarle a los ojos enseguida, corre el riesgo de hacerle llorar. Es mejor esperar al primer gesto distendido del pequeño, es decir, que sea él quien mire primero. La sospecha no debe infravalorarse, ya que se trata de un signo de madurez, y significa que el niño ha percibido la intrusión en su vida privada y ha respondido con desconfianza. Si la relación con el extraño debe instaurarse de todos modos, la mamá podrá tener al niño cerca y darle el tiempo necesario para adaptarse.
Rabia
Rígido, con los músculos tensos y los ojos apretados. El llanto es agudo. ¿Los motivos? No logra coger algo, intenta desplazarse hacia delante y va hacia atrás, no quiere que le vistan o le cambien, o bien se bloquea realizando alguna acción que ya había hecho otras veces, como beberse todo el contenido del biberón, por ejemplo. La rabia nace cuando se le impide la “intención de una acción”. Un niño que siente rabia no debe dejarse solo con este sentimiento, pensando que ya se calmará, antes o después.
Miedo
Puede permanecer inmóvil o llorar hasta temblar. Tener miedo es inevitable y fisiológico a partir de los cuatro meses, aproximadamente, cuando las áreas del cerebro que rigen las emociones están completas. Pero, para que su rostro dibuje algo más que la incertidumbre, hay que esperar al octavo mes. Según algunos estudiosos, el miedo está alimentado por el propio miedo y, por lo tanto, para sentirlo, es necesario haberlo experimentado, fijado en la memoria y, más tarde, reencontrarse con él.
Tristeza
Incluso los bebés más pequeñitos pueden sentirse tristes. Se expresan a través del llanto, naturalmente, pero a veces incluso su cuerpo parece relajado. Asimismo, reconocen la tristeza en el rostro de los demás. Investigadores de la Universidad de Berkeley (Estados Unidos) han llevado a cabo el siguiente experimento: después de enseñar a unos bebés de menos de nueve meses una foto de un rostro feliz y otra de un rostro triste, determinaron que la mirada permanecía fija durante más tiempo en la expresión que correspondía a su estado de ánimo en aquel momento.
Disgusto
En contacto con un nuevo sabor, todos los niños reaccionan igual que los adultos. Lo demostró Jacob Steiner, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, quien descubrió que, al dejar caer unas gotas de agua azucarada en la lengua de los bebés, sonríen y se relamen los labios. En cambio, con el ácido cítrico, se produce una especie de escalofrío. ¿Y con lo salado? La expresión de la cara no varía. ¿Cómo se explica esto? Lo que la cara expresa no siempre es una percepción consciente. Y, si lo que no le gusta es la papilla, significa que el niño está madurando su gusto.