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Microbiota intestinal: clave para la salud de niños y adultos
La microbiota es el órgano olvidado de nuestro cuerpo. Y, sin embargo, ejerce un papel fundamental para el mantenimiento de una buena salud desde pequeños. Xavier Cañellas, experto en Psiconeuroinmunología Clínica, nos da las claves para entender su importancia, y mejorar nuestra salud y la de nuestros hijos.
- La ventana de oportunidad
- Todo empieza en el embarazo
- El parto, la gran colonización
- La influencia de la lactancia materna
- Alimentación complementaria: una etapa importante
- ¿Cuáles son los principales enemigos de la microbiota intestinal?
- Consecuencias de una microbiota alterada
- Consejos para reprogramar nuestra microbiota
La microbiota es el conjunto de todos los microorganismos que residen en nuestro cuerpo: bacterias, hongos, protozoos, virus y arqueas, entre otros. Toda una fauna que comparte la vida con nosotros, los humanos.
Cuando nos referimos a la microbiota intestinal, hablamos de los microbios que residen en nuestro intestino. De hecho, a nuestro intestino lo conocemos como la gran metrópolis, ya que es el lugar con más presencia de microorganismos.
En los últimos 15 años, ha habido un auténtico cambio de paradigma en medicina. Y es que ahora no podemos contemplar el estudio del ser humano sin tener en cuenta las más de 20,000 funciones descritas sobre la microbiota.
Durante muchos años, hemos dedicado mucho esfuerzo en encontrar maneras para eliminar a los microbios, ya que a estos los entendíamos como patógenos. Y no hay duda de que algunos nos pueden, literalmente, amargar la vida, pero la gran mayoría de ellos nos proporcionan lo más valioso que tenemos: nuestra salud.
A nivel de números, incluso asusta. Tenemos, aproximadamente, dos microorganismos por cada célula humana, y podemos llegar a albergar hasta dos millones de genes microbianos. Recordemos que el ser humano tiene alrededor de unos 20,000 genes. Dicho esto, quizás, a partir de ahora, nos miraremos de una forma distinta, sabiendo que somos más material microbiano que humano.
Y es que la historia es maravillosa, porque tenemos una relación de win to win con ellos: nosotros les damos cobijo y alimento, y ellos nos mantienen con salud. Eso sí, cuando las cosas van mal y hay un desequilibrio entre los microorganismos, lo que conocemos con el término disbiosis, se convierte en un caldo de cultivo para todo tipo de alteraciones y enfermedades: metabólicas, inmunitarias, cardiovasculares, autoinmunitarias e, incluso, cáncer.
La ventana de oportunidad
La ventana de oportunidad es el período más importante para la programación de la microbiota intestinal y la salud. Se trata de los primeros 1,000 días de vida: la etapa que comprende la gestación y los 2-3 años de vida, momento en que un niño ya tiene una microbiota “adulta”.
La gestación, el tipo de parto, la lactancia materna y la introducción de los alimentos complementarios a la leche, así como el ambiente en el que se produzcan, marcarán esta ventana de oportunidad para el futuro adulto. Y es que la susceptibilidad a ciertas enfermedades en la vida infantil y adulta depende, en gran parte, de cómo se programe nuestra microbiota en este período.
Todo empieza en el embarazo
Hasta hace muy pocos años, se pensaba que el intestino del feto era estéril antes del nacimiento.
Sin embargo, cada vez hay más grupos de investigación que están demostrando que este mito pierde fuerza, y que ya hay un primer contacto microbiano en el útero de la mamá. Es cierto que la gran colonización de la microbiota se llevará a cabo en el momento del parto, pero, previamente, ya se ha producido un primer contacto durante el embarazo.
Además, ya se sabe que estos primeros microbios que van a iniciar esta maravillosa relación provienen de la boca, del intestino y de la vagina de la mamá. No cabe duda que tener una buena salud bucal, intestinal y vaginal antes del embarazo, así como durante la gestación, será muy importante.
De hecho, podemos añadir que la salud de la futura microbiota y, por tanto, del futuro adulto, se inicia incluso antes de la concepción, y que tanto la mamá como el papá van a tener un impacto en la microbiota futura de su hijo.
El parto, la gran colonización
El momento del parto se traduce como la gran colonización de la microbiota. El bebé se impregnará y tragará la microbiota vaginal de la madre, lo que le reportará seguridad y capacidad inmunitaria para los eventos del nuevo mundo exterior.
Si el parto se realiza por cesárea, esta colonización será distinta, ya que la piel de la mamá tiene una microbiota diferente de la que hay en la vagina.
Numerosos estudios revelan que la predisposición a sufrir determinadas alteraciones de la salud, tanto metabólicas (obesidad, síndrome metabólico, diabetes tipo 2) como inmunitarias y autoinmunitarias (rinitis, alergias, asma, enfermedad celíaca y diabetes tipo 1, entre otras), es mayor en los bebés nacidos por cesárea. Hay que remarcar que predisposición y susceptibilidad no significa que vaya a ocurrir, pero sí que existe una correlación.
La Dra. Domínguez Bello propuso el conocido “protocolo de la gasa”, que consiste en que, una hora antes de practicar la cesárea, se introduce una gasa estéril en la vagina de la mamá.
En el momento de la cesárea, se retira la gasa y se guarda en un lugar estéril y, cuando sacan al bebé, se le impregna con la gasa llena de microbiota vaginal de la mamá, en la boca, la cara y en todo el cuerpo.
Los primeros resultados de este protocolo salieron a la luz en 2016 y mostraron que los bebés a los que se les aplicaba este protocolo presentaban un patrón microbiano muy parecido a los bebés nacidos por parto vaginal.
Al día de hoy, son muchos los centros de salud que lo aplican, a la espera de que pueda establecerse como una práctica normalizada en todos los centros sanitarios.
La influencia de la lactancia materna
No existe otro elixir igual que la leche materna. Además de proteínas y grasas imprescindibles para el bebé, la leche materna contiene microbios beneficiosos y prebióticos para alimentar a estos microbios, lo que conocemos como los oligosacáridos de la leche humana.
La leche materna constituye, por tanto, un simbiótico (probióticos + prebióticos), que seguirá madurando la inmunidad del bebé.
La gran pregunta es: ¿de dónde vienen esos microbios? Desde los años 70, se sugirió una hipótesis de que los microorganismos provenían de una contaminación de la piel de la mamá con la saliva del bebé. Hoy en día, sabemos que esta idea no es falsa, pero se le añaden otros focos de origen; uno de ellos es el que conocemos como “tráfico bacteriano”.
Parece ser que, desde el último trimestre de embarazo y durante toda la lactancia, existe un transporte de bacterias desde el intestino de la mamá hacia la glándula mamaria, vía sistema linfático. Así pues, toma una vital importancia la salud intestinal de la mamá durante este período para la buena programación inicial de la microbiota del bebé.
Alimentación complementaria: una etapa importante
La alimentación complementaria constituye uno de los momentos más importantes para el aumento de la diversidad microbiana. De hecho, sabemos que a mayor diversidad de microorganismos más riqueza inmunitaria tenemos.
Una de las grandes preguntas es: ¿cuándo empezar a dar alimentación complementaria al bebé? La respuesta es muy sencilla: cuando el bebé esté preparado. Y eso no siempre ocurre al mismo tiempo en todos los bebés.
Aproximadamente, esto sucede a los seis meses, pero habrá bebés que iniciarán la alimentación complementaria antes y otros, más tarde. Lo importante es respetar a cada bebé.
Hay varias señales que indican que el bebé está preparado para comer alimentos distintos a la leche, como que tenga un buen control del cuello y del tronco, que haya desaparecido el reflejo de extrusión y, muy importante, que presente interés por la comida.
Si estudiamos la fisiología, podremos comprender cómo la mayor parte de la inmunidad reside en el aparato digestivo y la gran metrópolis microbiana, también. Por lo tanto, parece tener bastante sentido que lo que ofrezcamos al bebé sean alimentos con bajo potencial inflamatorio y con un mayor impacto positivo en la microbiota intestinal.
Entonces, es coherente introducir las verduras, los tubérculos y las frutas (de temporada) como primeros alimentos, y obviar el conjunto de alimentos con mayor impacto inflamatorio, como son cereales, lácteos que no sean la leche materna, legumbres y frutos secos.
Por supuesto, no se aconseja ofrecer al bebé ninguno de los procesados que la industria quiere camuflar como “súper alimentos para súper bebés”. Eso sí, se recomienda introducir un alimento durante tres días seguidos para que haya un buen proceso de tolerancia inmunitaria.
¿Cuáles son los principales enemigos de la microbiota intestinal?
Los mayores enemigos de la microbiota intestinal son los mismos que los mayores enemigos de la salud en general. No podemos separar la microbiota del ser humano, porque “nosotros somos con nuestra microbiota”.
Entre los principales enemigos, encontramos la alimentación disbiótica: productos procesados, edulcorantes artificiales, alimentos con un alto potencial inflamatorio, etc.
El uso excesivo de fármacos, como los antibióticos o los inhibidores de la bomba de protones, entre otros, también pone en peligro la salud de nuestra microbiota. De todos modos, hay que señalar que un fármaco bien utilizado en el momento oportuno siempre será bien indicado, y será diferente al abuso de su utilización.
Por último, no debemos olvidar un enemigo clave: el estrés. Se trata de uno de los mayores disruptores de la microbiota, y es que cada vez más conocemos los secretos del eje intestino-cerebro.
Consecuencias de una microbiota alterada
En el campo de la investigación, a día de hoy, cualquier enfermedad está relacionada con una alteración de la microbiota.
Trastornos como la obesidad, el síndrome metabólico, eventos cardiovasculares, cáncer, alergias, asma, dermatitis, patologías autoinmunitarias, alteraciones digestivas, patologías del hueso, trastornos hormonales, problemas de concentración, alteraciones del sueño, depresión, ansiedad y un gran etcétera, ya están documentados con una relación directa con la microbiota intestinal.
No es casualidad que cada vez haya más niñas y niños que presenten patologías “más adultas”. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2013, había 42 millones de lactantes y niños de 0 a 5 años con sobrepeso u obesidad, con una estimación a 2025 de 70 millones.
Quizás, si tuviéramos esta información sobre el impacto de la programación de la salud y la microbiota, y concienciáramos a la población de su impacto mejorando los recursos en la población, disminuiríamos la enfermedad en una sociedad que tiende a ello.
Consejos para reprogramar nuestra microbiota
La microbiota se puede reprogramar, con el fin de crear un equilibrio suficiente para disminuir la susceptibilidad a ciertas enfermedades. Cuanto antes lo hagamos y, sobre todo, si utilizamos la ventana de oportunidad de esos 1,000 primeros días de vida, el impacto en la reprogramación será mayor.
Recuperar la salud pasará por tomar las riendas de nuestras vidas a nivel de hábitos de vida. No es casualidad que tips importantes, como una alimentación acorde a nuestro sistema inmunitario, regular el sueño y el descanso, la exposición a la luz solar, el ejercicio físico, el contacto con la naturaleza y, sobre todo, el cuidado de nuestra tolerancia al estrés, son la base de una buena salud.
De nada sirve querer reemplazar todo ello con un probiótico, un alimento “x” o una pastilla mágica. En cada caso, habrá un contexto específico que implicará la capacidad de generar un mínimo cambio o varios mínimos cambios. El acto de tomar una decisión para cambiar una situación compleja ya será un éxito.