El cuento de 'Pinocho'

13 Dec 2023
Pinocho

Uno de los cuentos clásicos infantiles más populares es el de 'Pinocho', que suele gustar mucho a los niños. Te contamos este entrañable cuento para que puedas explicárselo a tus hijos. 

Uno de los cuentos infantiles más populares es el cuento de 'Pinocho', de origen italiano y que narra las aventuras de un muñeco de madera que quería ser un niño y que en su objetivo para lograrlo debía aprender valores como el compromiso, el amor o la responsabilidad. Entre estos valores destaca el más popular de todos, la enseñanza de que no se deben decir mentiras y que siempre se debe ir con la verdad por delante. Bien conocido es que a Pinocho le crece la nariz cada vez que miente. 

Entre las distintas moralejas que se pueden extraer de esta historia destaca la transformación interna que vive Pinocho a través de las experiencias que va acumulando a lo largo de sus aventuras, descubriendo la importancia de la verdad, el respeto y la amistad en la vida. 

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El cuento de 'Pinocho'

Érase una vez el carpintero Gepetto, que estaba una noche en su taller tallando un muñeco de madera. Se esforzó tanto en su trabajo que el resultado fue extraordinario y es que al muñeco no le faltaba detalle: sus piernas, sus brazos, su cuerpo y una simpática nariz putiaguda. 

- Ya estás listo. Aunque debería ponerte un nombre… ¡Ya sé! Como estás hecho de pino te llamaré Pinocho. - dijo el viejo carpintero. - Lástima que sólo seas un muñeco y no puedas ser mi hijo, me encantaría que fueses un niño de verdad.

A pesar de que no se lo esperaba para nada, el deseo de Gepetto se haría realidad. Durante la noche, mientras Gepetto dormía, una hada llegó al taller. Con su varita mágica decidió conceder el deseo a Gepetto.

- Despierta Pinocho. Ahora puedes hablar y moverte como los demás. Pero tendrás que ser muy bueno si quieres convertirte en un niño de verdad - y tras decir esto, el hada desapareció.

Pinocho comenzó a moverse por el taller y escondido tras unos juguetes descubrió a un grillo con el que se hicieron rápidamente amigos y empezaron a jugar y a reír. Armaron tal estruendo que despertaron a Gepetto. El carpintero, al ver que su sueño se había cumplido, abrazó con todas sus fuerzas a Pinocho. 

- ¡Qué alegría Pinocho! Haré de ti un niño bueno y aplicado. Aunque para eso deberás ir a la escuela… Irás mañana mismo como todos los niños. 

Gepetto salió a comprarle un libro a Pinocho, por el que tuvo que vender su abrigo, algo que no le importó, pues deseaba lo mejor en el mundo para el que ahora era su hijo. Al día siguiente Pinocho iba camino de la escuela cuando se cruzó con un chico. 

- ¿Vas a ir al colegio? ¡Pero si es aburridísimo! Vente conmigo a ver el teatro de marionetas.

Pinocho no lo dudó y le dijo que sí a su nuevo amigo. 

- Pero Pinocho, ¿qué haces? - le dijo el grillo parlanchín, que escondido en el bolsillo de su chaqueta lo había oído todo - ¡Tu obligación es ir a la escuela! ¡Y es también el deseo de tu padre!

Pero Pinocho no hizo caso de los consejos de su amigo y fue con el chico al teatro. A Pinocho le gustó tanto la función que acabó subiéndose al escenario con el resto de las marionetas. La gente aplaudía y reía animádamente y el dueño del teatro se percató enseguida de que Pinocho podría hacerle ganar mucho dinero. Así que lo tomó del brazo, lo metió en una jaula y lo encerró con llave. 

El pobre empezó a llorar, tanto que el hada lo oyó y acudió en su ayuda para liberarlo. De vuelta a casa, Pinocho encontró a Gepetto muy preocupado.

- ¿Dónde estabas Pinocho?

- En la escuela padre… Pero luego la maestra me pidió que fuera a hacer un recado…

Y en ese instante la nariz de Pinocho comenzó a crecer y a crecer sin que el pobre pudier hacer nada.

- ¡Debes decir la verdad! Le reprendió su amigo el grillo parlanchín.

Pinocho confesó muy triste la verdad a su padre y le prometió no volver a mentir ni faltar a la escuela. Al día siguiente cuando se dirigía a la escuela junto con su amigo el grillo se volvió a encontrar al chico. Le dijo que estaba esperando para ir al país de los juguetes y lo invitó a ir con él. Pinocho aceptó rápidamente y de nuevo volvió a desobedecer a su padre. Su amigo el grillo trató de advertírselo.

En el país de los juegos todo era estupendo y a Pinocho no se le ocurría un lugar mejor en el que estar. Pinocho pasó así días y días hasta que un día pasó junto a un espejo y se dio un gran susto. Le habían salido orejas de burro. Pinocho y el grillo caminaron durante días hasta llegar a casa y las orejas de burro terminaron por desaparecer, pero cuando llegaron a casa de Gepetto la encontraron vacía.

- ¡No está! ¡Mi padre no está! - decía Pinocho entre lágrimas.

Una paloma que pasaba por allí oyó a Pinocho. 

- Perdona pero, ¿tu padre se llama Gepetto? Porque lo he visto en el mar. Iba en una barca y una enorme ballena se lo tragó.

- ¿Una ballena? ¡Rápido grillo, tenemos que ir en su búsqueda! Gracias paloma.

Pinocho y el grillo llegaron a la playa y se subieron a una barca de madera. Anduvieron días a la deriva en el inmenso océano. De repente, encontraron la ballena que andaban buscando, que se los tragó. Todo se quedó sumido en la más absoluta oscuridad. Pinocho comenzó a llamar a su padre a gritos pero nadie le contestaba. En el estómago de la ballena solo había silencio. Al cabo de un largo rato Pinocho vio una lucecita al fondo y le pareció escuchar una voz familiar. 

- ¿Pinocho? ¿Eres tu, Pinocho? - gritaba la voz.

- ¡Es mi padre! Papá aquí, soy yo. ¡Estoy aquí!

Por fin pudieron volver a abrazarse padre e hijo después de tanto tiempo. Después pensaron en la forma de salir de allí. Decidieron hacer fuego quemando una de las barcas, de manera que la ballena estornudó y salieron de allí. Sin embargo, a Gepetto le faltaban fuerzas para llegar a la playa. Pinocho lo llevó a su espalda pero él también empezaba a estar cada vez más y más cansado. Cuando llegaron a la orilla su cuerpo de madera se rindió y quedó acostado boca abajo en el agua. 

- ¡Pinocho! ¡No, por favor! ¡No te vayas y me dejes aquí! - gritaba Gepetto cogiendo a Pinocho entre sus brazos.

Entonces, apareció de nuevo el hada. 

- Gepetto, no llores. Pinocho ha demostrado que aunque haya sido desobediente tiene buen corazón y te quiere mucho, así que se merece convertirse un niño de verdad. 

El hada movió su varita y los ojos de Pinocho se abrieron de nuevo. Se había convertido en un niño de verdad. Pinocho, Gepetto y el grillo volvieron a casa y vivieron felices durante muchos años.

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Maria MasdeuMaria Masdeu
Periodista, especializada en temas de embarazo, maternidad, paternidad, bebés y niños