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El cuento de "Los siete cabritos"
El cuento infantil de 'Los siete cabritillos' es todo un clásico de los cuentos para niños con moraleja. Te contamos este cuento sobre la prudencia y la responsabilidad para que lo expliques a tus hijos.
El cuento infantil de 'Los siete cabritillos' se considera uno de los cuentos infantiles más populares y conocidos de todos los tiempos, un verdadero cuento tradicional que ya nos lo contaban cuando eramos pequeñas y que, al día de hoy, sigue gustando e intrigando a los niños. El cuento de 'Los siete cabritos' se empezó a narrar a los niños con el fin de inculcarles la moraleja sobre lo importante que es la obediencia y la prudencia en este mundo. A través de la historia de los siete cabritos que se quedan solos en casa se hace entender a los niños que deben ser prudentes y no confiar en desconocidos.
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El cuento de 'Los 7 cabritos'
Había una vez una vieja cabra que tenía siete cabritos a los que quería mucho. Con el fin de evitar que les pasara algo malo, la vieja cabra siempre les decía cuando salía a buscar comida que tuvieran mucho cuidado y no abrieran la puerta a nadie.
- ¡No se fien de nadie! El lobo es muy astuto y es capaz de disfrazarse para engañarlos. Si ven que tiene la voz ronca y la piel negra, es él.
- ¡Sí, mamá, tendremos cuidado!
La vieja cabra se iba de este modo tranquila hasta al pueblo y dejaba solos a los cabritos. Pero aquel día, cuando la cabra desapareció, apareció el lobo y llamó a la puerta.
- ¿Quién es? - preguntaron los cabritos.
- ¡Abránme, hijos míos, soy su madre!
Pero los pequeños recordaron el consejo de su madre y no se fiaron.
- Tú no eres nuestra madre. Nuestra madre tiene la voz suave y tú la tienes muy ronca.
El lobo se marchó enfadado por haber sido descubierto y se fue a una tienda donde se compró un trozo de yeso para suavizar su voz. De nuevo, volvió a la casa de los siete cabritos.
- ¿Quién es? - preguntaron los cabritos.
- Soy yo, su madre.
Esta vez su voz sonaba suave, así que los cabritos no estaban seguros del todo. Entonces vieron por la ventana que su pata era negra y se dieron cuenta de que era el lobo.
- ¡Tú no eres nuestra madre, eres el lobo! Nuestra madre tiene las patas blancas.
El lobo volvió a marcharse malhumorado pensando en que esta vez lo conseguiría. Fue con el molinero y le pidió que le pintara las patitas con harina y, aunque al principio el molinero no confió en él, le dio miedo y acabó accediendo.
De modo que el lobo volvió a llamar a la puerta.
- ¿Quién es? - preguntaron los cabritos.
- Soy yo, su madre.
- Enséñanos la patita para que podamos verla.
Al ver los cabritos que su pata era blanca como la nieve, creyeron que de verdad se trataba de su madre y lo dejaron pasar. Y, de repente, ¡se dieron cuenta de que era el lobo! Entonces, corrieron despavoridos a esconderse por la casa. Uno se metió debajo de la cama, otro, en el horno, otro, en la cocina, otro, en el armario, otro, en un rincón, otro, en el fregadero y el más pequeño, en la caja del reloj. El lobo fue encontrándolos y comiéndoselos uno por uno, excepto al más pequeño, al que no pudo encontrar. Estaba tan harto de comer que se fue a acostar debajo de un árbol y se quedó dormido.
Mientras tanto llegó la vieja cabra y menudo susto se dio cuando vio que toda la casa estaba revuelta y no había ni rastro de sus hijos. Entonces, el más pequeño la llamó desde la caja del reloj, su madre lo sacó y le contó lo ocurrido. La vieja cabra agarró las tijeras, aguja e hilo y fue con el cabrito en busca del malvado lobo. Cuando lo encontraron, agarró las tijeras y le abrió la panza al animal. De ahí salieron uno por uno sus seis cabritos vivos.
Todos estaban muy contentos de estar sanos y salvos, pero la madre quiso dar al lobo su merecido y ordenó a los pequeños que fueran por piedras. Con astucia, logró la vieja cabra llenar al lobo el estómago de piedras sin que lo notara. Cuando se despertó, tenía mucha sed y al acercarse al pozo para beber agua, el peso de las piedras hizo que se cayera dentro y se ahogara. Los cabritos se acercaron al pozo y comenzaron a saltar y cantar alrededor de él celebrando que volvían a estar los siete juntos.
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