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La Historia de la Oca
Una oca de granja se sentía muy desdichada por la vida que llevaba: siempre encerrada en un corral sin nunca ver a gente interesante. Así que tomó la decisión de huir a un lugar lejano.
Caminando, caminando, se adentró en un bosque maravilloso. Pronto, hizo amistad con unas ardillas y con otros animalitos de los cuales no conocía su nombre, y así empezó a llevar una vida mucho más despreocupada. Comía, dormía, charlaba y, mientras tanto, cada vez engordaba más. Un bonito día, pasó por allí un zorro y vio que la oca estaba muy gorda. Pasado el primer momento de sorpresa, porque en el bosque nunca había visto nada igual, se le ocurrió una idea. Aquella oca podía ser una estupenda comida para el león, que, desde hacía meses, estaba enfermo en su guarida y no tenía fuerzas para ir a cazar y procurarse alimento. Si consiguiera llevarle la oca, el rey león podría comer y, por tanto, recuperar fuerzas. Después, le estaría agradecido para siempre. Eso es lo que pensaba el zorro que, ya sabes, es un animal muy astuto. Entonces, se acercó a la oca y le dijo con voz muy dulce:
"Querida oca, no nos conocemos, pero me gustaría hacerte una confidencia. El león está muy triste desde el día en el que, pasando casualmente por aquí, te vio. Él se siente muy solo, pero, al verte, ha pensado que podrías ser una compañera perfecta para él. Le encanta el color blanco de tus plumas, tu porte elegante, tu gracia femenina y tu alegría. Te ha oído hablar con las ardillas y le hubiera gustado mucho poder participar también él en la conversación. Pero, ya sabes, el rey es muy tímido cuando se trata de hacer amistad y no se ha atrevido a decirte nada. Me gustaría llevarte a su guarida y que lo conocieras: probablemente, te pedirá que seas su mujer".La oca, feliz por lo que estaba escuchando, asintió, sin ni siquiera extrañarle demasiado la singularidad de la propuesta. Se dirigieron juntos hacia la guarida de león y, justo delante de la puerta, el zorro se dirigió a la oca y le dijo:
"Espérame un momento; quiero preparar al león para tu visita. De otro modo, la emoción sería demasiado fuerte".
La oca dijo que sí, que le iba muy bien disponer de algunos minutos para peinarse las plumas, para que el león la viera deslumbrante.
El zorro entró en la guarida, se acercó al león y le dijo:
"¡Te he traído una abundante y suculenta cena!".
El león se puso muy contento con este inesperado regalo y le aseguró al zorro que siempre lo protegería, prometiéndole también un puesto de consejero del rey.
El zorro satisfecho salió para acompañar a la oca a la guarida del león. En cuanto la desgraciada oca estuvo delante, el león dio un salto para hincarle los dientes. Por suerte, el león estaba muy débil y no pudo atrapar a su presa. La oca enseguida comprendió que había caído en una trampa y corrió lo más deprisa que pudo. Milagrosamente, consiguió escapar y volvió al lugar del bosque donde antes estaba segura y donde tenía muchos amigos.
El león se sentía muy enfermo y se enfadó con el zorro:
"Odio que me prometas una cosa y que no la cumplas", le dijo. "Tú me aseguraste una abundante y suculenta cena y mi cena se ha esfumado".
El zorro quería a toda costa contentar al león y no perder el privilegio que le había prometido. Por tanto, volvió al lugar donde había encontrado a la oca y con voz, aún mucho más dulce, le dijo:
"Estoy aquí para pedirte disculpas de parte del león. Estaba nervioso y cansado. Le hubiera gustado que lo vieras en forma y, sin embargo, cuando llegaste estaba muy débil, como un andrajo. Se ha enfadado porque temía hacer una mala pareja contigo".
La oca escuchaba con curiosidad y un poquito esperanzada (se había quedado muy desilusionada por no haber podido hacer amistad con el león).
El zorro continúo:
"El león me manda para que te pida perdón y te diga que vuelvas con él para iniciar, así, una bonita relación de amistad sincera y duradera".
La oca se tragó todo el falso discurso del zorro, sin tener ni siquiera una mínima duda, y decidió seguirle.Cuando entró en la guarida, el león le esperaba muy cerca de la entrada. La crédula oca no tuvo tiempo ni de decir "Buenos días", cuando el feroz león ya la había atrapado, para después comérsela de un solo bocado.
Tongo Bango, después de haber terminado su extenso relato, le dijo al tiburón:
"Ahora, ¿ya lo has entendido? Sólo los necios caen dos veces en la misma trampa. La oca era una necia. Yo no. Yo no me parezco a la oca".
Y después, pasando casi por delante de las narices del tiburón, se alejó satisfecho entre los árboles.