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En muchas ocasiones, la mamá no sabe distinguir los síntomas de un resfriado de los de una alergia respiratoria. Te explicamos en qué consisten ambos trastornos para que aprendas a diferenciarlos.
Lo primero que hay que hacer para cortar el paso a una alergia respiratoria consiste en identificar la rinitis alérgica, teniendo en cuenta que es muy distinta del típico resfriado invernal. El pequeño no tiene fiebre, pero segrega una sustancia acuosa por la nariz. Además, estornuda a menudo varias veces seguidas y, en algunos casos, también tiene los ojos enrojecidos y llorosos. Con frecuencia, le pica la nariz y el resfriado suele evolucionar en tos o provocar dificultad respiratoria. Pero no se cura en una semana.
La rinitis alérgica no está provocada por los virus que el organismo es capaz de vencer, sino por sustancias inhaladas que atacan al sistema inmunitario del niño. Entre los responsables, se encuentra el polen, seguido de los pelos de los animales y de los excrementos de los ácaros, pequeños parásitos imperceptibles a simple vista que se sedimentan en el polvo. El sistema inmunitario toma a estas sustancias inocuas por enemigos y produce anticuerpos para eliminarlas.
De hecho, el plan de defensa se vuelve en contra del propio organismo, porque pone en marcha un estado inflamatorio y provoca la liberación de algunas sustancias (leucotrienos o histamina, por ejemplo), que tienen como objetivo, precisamente, las vías respiratorias.
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