Noviembre 2025 No 1

Succionar bien, crecer mejor: por qué importa tanto el agarre

La forma en que tu bebé succiona influye directamente en su nutrición, su digestión y en el éxito de la lactancia. Una buena succión no solo evita molestias y grietas en el pecho, sino que también favorece el flujo adecuado de leche —ya sea materna o de fórmula— y reduce la ingesta de aire que provoca cólicos.

¿Por qué es tan importante una buena succión?

Una succión correcta:

  • Favorece la digestión del bebé
  • Reduce el riesgo de dolor y grietas en el pecho
  • Previene obstrucciones mamarias
  • Asegura que el bebé reciba suficiente leche
  • Disminuye los cólicos

Con el pecho materno y con el biberón, la experiencia es distinta, y conocer esas diferencias te ayudará a acompañar mejor a tu bebé en cada toma.

La “técnica natural”: cómo el bebé succiona el pecho

A diferencia del biberón, el pezón no libera leche por sí solo: el bebé debe “trabajarla”. La boca se coloca de manera profunda sobre la areola y el pezón, ejerciendo presión y creando un vacío que hace fluir la leche.

Este movimiento combina:

  • Lengua hacia adelante y atrás
  • Mandíbula presionando
  • Acción de vacío en la boca

Además, la leche materna contiene enzimas que facilitan la digestión y permite que el bebé trague menos aire, ayudando a evitar malestares.

La succión con biberón: lo que cambia

Con el biberón, el bebé necesita hacer mucho menos esfuerzo. El flujo suele ser más constante y rápido, lo que puede provocar:

  • Ingesta excesiva de leche sin autorregulación
  • Mayor riesgo de regurgitación
  • Tragar más aire

Por eso existen biberones con sistemas anti cólicos y tetinas diseñadas para imitar el comportamiento del pecho, controlando el flujo para que el bebé no succione en exceso.

¿Cómo saber si el agarre del pecho es correcto?

Según la OMS, durante la lactancia debes observar:

  • Boca bien abierta y labio inferior curvado hacia afuera
  • El pezón entra profundo en la boca
  • Labios y encías presionan la areola, no el pezón
  • Lengua debajo del pezón haciendo movimientos ondulatorios

Si duele, algo no está bien: la lactancia NO debe doler.

La succión es más que “pegar al bebé al pecho” o “dar el biberón”. Es un proceso que impacta en la digestión, comodidad, vínculo y éxito de la alimentación. Con información correcta, pequeños ajustes y observación, puedes hacer que la experiencia sea más placentera para ambos.

Cambios hormonales mes a mes durante el embarazo y su impacto en el cuerpo

El embarazo es una etapa de profundos cambios físicos y emocionales, y gran parte de ellos tiene un origen claro: las hormonas. Mes a mes, el cuerpo se transforma para sostener el desarrollo del bebé, preparar al organismo para el parto y fortalecer el vínculo materno. Conocer qué ocurre en cada etapa te ayudará a comprender tus sensaciones y vivir el proceso con mayor calma y autocuidado.

1° Trimestre (Meses 1–3): El cuerpo arranca la transformación

En estas primeras semanas, el cuerpo “enciende” el modo embarazo.
Las hormonas principales son hCG, estrógeno y progesterona, que aumentan rápidamente.

Cambios y sensaciones frecuentes:

  • Náuseas, vómito o aversión a olores y alimentos
  • Cansancio extremo y sueño constante
  • Cambios emocionales y sensibilidad aumentada
  • Senos más sensibles y con crecimiento inicial

Por qué sucede:
El cuerpo trabaja a marcha acelerada para formar la placenta y asegurar que el embrión se implante correctamente. La progesterona relaja el cuerpo para proteger el embarazo, pero también causa fatiga y cambios digestivos.

2° Trimestre (Meses 4–6): El trimestre “luna de miel”

La mayoría de mujeres nota una mejoría en energía y bienestar.
El estrógeno se incrementa para favorecer el crecimiento del útero y el desarrollo del bebé.

Cambios y sensaciones frecuentes:

  • Más energía y mejor estado de ánimo
  • Menos náuseas
  • Aumento del apetito
  • Cambios en la piel: brillo, manchas o líneas
  • Inicio de movimientos del bebé

Por qué sucede:
Las hormonas se estabilizan un poco y permiten disfrutar más del proceso. El cuerpo se adapta, la placenta ya está funcionando por completo, y el bebé comienza a interactuar con el entorno uterino.

3° Trimestre (Meses 7–9): Preparación final para la llegada del bebé

Las hormonas se ajustan nuevamente para preparar el cuerpo para el parto y la lactancia.
Aumentan la relaxina, oxitocina y prolactina.

Cambios y sensaciones frecuentes:

  • Mayor cansancio y dificultad para dormir
  • Dolores en espalda y cadera
  • Acidez y digestión lenta
  • Contracciones de práctica (Braxton Hicks)
  • Pechos preparándose para producir leche

Por qué sucede:
La relaxina flexibiliza ligamentos y pelvis; la oxitocina prepara el útero para las contracciones; la prolactina activa el tejido mamario. Es la etapa de “ajustes finales” para el nacimiento.

Después del parto: el reajuste hormonal

Tras el nacimiento, hay un descenso brusco de estrógeno y progesterona, y la prolactina toma protagonismo para iniciar la lactancia. Es normal experimentar:

  • Cambios de ánimo
  • Sudoración nocturna
  • Sensibilidad emocional
  • Necesidad intensa de contacto con el bebé

Este “remolino hormonal” es temporal, pero requiere apoyo, descanso y contención emocional.

Entender tus hormonas te empodera

Cada mes del embarazo trae retos, emociones y sensaciones nuevas. Saber qué hormona está actuando y por qué, te permite vivir el proceso con mayor serenidad y escuchar mejor a tu cuerpo. No es “estar exagerada”: es biología trabajando para crear vida.

Green Food: verduras de temporada que enamoran a los niños

En esta temporada del año, algunos vegetales alcanzan su mejor sabor y valor nutricional. Hablamos de habas, espárragos, lechugas, alcachofas, chícharos y más. Estos alimentos aportan vitaminas, fibra y minerales que benefician tanto a niños como a adultos, ayudando al sistema digestivo, la energía y el crecimiento.

Sin embargo, la realidad es otra: ¡son de los alimentos que más rechazo generan en los pequeños! Por eso, el truco está en presentarlos de forma atractiva, jugando con sus colores, sabores y texturas.

A continuación, descubre por qué estas verduras de temporada son una gran opción para tu familia y cómo hacer que tus hijos las disfruten sin batalla.

Habas: ideales para una comida nutritiva

Las habas pueden comerse crudas o cocidas y suelen ser bien aceptadas por los niños gracias a su sabor suave. Combinadas con queso fresco y pan, pueden convertirse en una merienda rica y original.

Son bajas en grasas, ricas en proteínas y fibra, y aportan hierro y vitaminas. Para mejorar su absorción, combínalas con verduras o frutas ricas en vitamina C.

Cómo prepararlas:

  • Frescas, congeladas o cocidas 3 minutos.
  • En puré para bebés y niños pequeños.
  • Si son secas, remójalas 24 horas para evitar molestias digestivas.
  • Evitar en caso de favismo o si existe sensibilidad específica a esta legumbre.

Espárragos: potentes aliados del bienestar

Ofrecen una gran combinación de vitaminas (A, C, E, B1, B2 y PP) y minerales como fósforo, manganeso y hierro.

Tienen efecto diurético natural, por lo que apoyan la función renal y ayudan a eliminar toxinas. Eso sí, se recomienda moderación en niños con problemas renales.

Cómo prepararlos para que los niños los acepten mejor:

  • Mezclados en risotto, crema o en omelette.
  • Horneados con un toque de queso.
  • “Escondidos” en una pasta o mini quiches.

Las verduras de temporada son una oportunidad para introducir nuevos sabores de forma divertida y sin presión. Aprovecha sus colores, texturas y beneficios para hacerlas atractivas. Recuerda que la clave está en repetir la exposición sin obligar: los niños pueden tardar entre 8 y 10 intentos en aceptar un nuevo alimento.

Video: ¿Se puede comer atún en el embarazo?

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5 Tips para criar sin etiquetas

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  1. Habla del comportamiento, no de la persona
  2. Nunca evidencies actitudes frente a otros
  3. Refuerza lo positivo
  4. Acompaña con empatía y calma
  5. Haz que se sienta querido tal como es

Cuidados del cordón umbilical y señales de alerta

El cuidado del cordón umbilical es una de las primeras tareas que los padres realizan en casa tras la llegada del bebé. Aunque puede generar nervios al principio, es un proceso sencillo si se siguen algunas recomendaciones básicas. Mantener el cordón limpio y seco ayuda a prevenir infecciones y favorece que caiga de manera natural entre los 5 y 15 días de vida.

¿Cómo cuidar el cordón umbilical correctamente?

Los cuidados diarios deben ser delicados pero constantes. Estas son las recomendaciones más importantes:

1. Mantén el cordón limpio y seco
La higiene es clave. Después del baño o si se ensucia con pipí o popó, limpia suavemente el área con agua y jabón neutro o con la solución indicada por el pediatra. Seca con una gasa dando toques, sin frotar.

2. Evita cubrirlo o “asfixiarlo”
Dobla el pañal por debajo del cordón para que no roce ni lo humedezca. La ropa debe ser ligera y permitir la circulación de aire.

3. No utilices remedios caseros
No apliques alcohol al 96°, aceites, pomadas, talcos, perfumes, algodones, cintas o “fajitas”. Estos pueden irritar o favorecer la humedad, retrasando la caída.

4. Baño sin miedo
El bebé puede bañarse desde el primer día. Solo asegúrate de secar muy bien el cordón después. Evita sumergirlo por completo en la tina hasta que se caiga.

5. Deja que caiga solo
No jales, no intentes desprenderlo y no te alarmes si hay una pequeña gota de sangre cuando se desprenda: es normal.

Señales de alerta: cuándo acudir al pediatra

Es importante vigilar el área todos los días. Consulta al médico si notas:

  • Mal olor intenso o secreción amarillenta/verdosa
  • Enrojecimiento alrededor del ombligo que se expande
  • Sangrado persistente
  • Dolor al tocar la zona o llanto inconsolable del bebé al limpiarla
  • El cordón no se ha caído después de 3 semanas
  • Aparece un bultito húmedo rosado tras la caída (posible granuloma umbilical)

Actuar a tiempo ayuda a evitar infecciones como la onfalitis, una condición que requiere atención médica inmediata.

Con amor, higiene y observación, el proceso será seguro

El cordón umbilical es la última huella física de la conexión entre el bebé y mamá. Con cuidados simples, paciencia y observando las señales del cuerpo, este proceso será natural y sin complicaciones. Si algo no te da buena espina, confía en tu intuición y consulta al pediatra.

Maternidad tardía: ¿Qué debes saber si deseas ser mamá después de los 35?

Cada vez más mujeres deciden postergar la maternidad. Ya sea por desarrollo profesional, estabilidad económica, metas personales o por no haber encontrado aún el momento ideal, tener hijos después de los 35 años es una realidad cada vez más común. Pero, ¿qué implica ser mamá a una edad considerada “avanzada” y qué debes tener en cuenta para que el proceso sea seguro y positivo?

¿Por qué cada vez somos madres más tarde?

En las últimas décadas, la edad promedio del primer embarazo ha aumentado. Esto se debe a factores como:

  • Prioridad en la educación y carrera profesional
  • Inestabilidad económica y búsqueda de independencia
  • Estilos de vida actuales (estrés, sedentarismo, contaminación, tabaco y alcohol)
  • Costos asociados a la crianza

Todos estos elementos influyen en la decisión de retrasar la maternidad, pero también impactan directamente en la fertilidad.

¿Qué edad se considera “avanzada” para tener hijos?

A partir de los 35 años, se considera embarazo en edad materna avanzada.
Esto no significa que una mujer no pueda tener hijos después de esa edad: muchas logran embarazos sanos incluso después de los 40. Sin embargo, a partir de los 35 años, la reserva ovárica comienza a disminuir con mayor rapidez y aumenta el riesgo de complicaciones, lo que hace importante una planificación consciente.

¿Cómo afecta la edad a la fertilidad?

La edad influye en varios aspectos clave:

  • Disminución de óvulos y calidad ovocitaria
  • Mayor riesgo de alteraciones cromosómicas
  • Cambios metabólicos y hormonales
  • Menor eficiencia del sistema reproductivo

Esto no significa que no puedas concebir, pero sí puede requerir más tiempo, apoyo médico y seguimiento especializado.

Entonces… ¿no puedo quedar embarazada si tengo más de 35?

Sí puedes.
La mayoría de las mujeres consiguen embarazos sanos después de los 35. Sin embargo, es normal que tome más tiempo y que se recomiende una valoración médica si después de 6 meses no se logra concebir.

Muchos casos exitosos de maternidad ocurren entre los 37 y 42 años —lo importante es acompañarse de especialistas y tomar decisiones informadas.

¿Es más riesgoso embarazarse después de los 35?

El riesgo existe, pero se puede gestionar. Entre las complicaciones más frecuentes están:

  • Parto prematuro
  • Hipertensión gestacional
  • Diabetes gestacional
  • Mayor probabilidad de cesárea
  • Bajo peso al nacer

Con seguimiento adecuado, estilo de vida saludable y controles prenatales, estos riesgos pueden reducirse significativamente.

La maternidad tardía no debe verse como una barrera, sino como una decisión consciente que merece acompañamiento médico y emocional.
Ser mamá después de los 35 es posible, común y puede vivirse de forma plena, informada y segura.

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Involucrar a la pareja en cada etapa de la crianza

La crianza es un viaje que se transita mejor en equipo. Involucrar a la pareja desde el embarazo hasta los primeros años del niño no solo fortalece el vínculo familiar, también reduce la carga mental y emocional que suele recaer sobre uno de los cuidadores —generalmente mamá—.

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Desde el embarazo

La participación comienza antes de que el bebé nazca. Asistir juntos a consultas, preparar el espacio del bebé y hablar de expectativas sobre el rol de cada uno crea un sentido de corresponsabilidad desde el inicio. Compartir información, dudas y miedos permite tomar decisiones alineadas y conscientes.

En el posparto y primeros meses

El posparto requiere presencia emocional y práctica. La pareja puede apoyar en cambios de pañal, baños, siestas, organización de casa y, sobre todo, sostén emocional. Escuchar, contener y validar emociones es tan importante como “ayudar”.

Criar es compartir, no “echar la mano”

Ambos cuidadores deben involucrarse de forma activa y constante en rutinas, límites, juegos, alimentación y educación. Cuando el niño ve figuras parentales presentes y coherentes, desarrolla mayor seguridad, apego sano y regulación emocional.

 Comunicación y acuerdos

Revisar frecuentemente cómo se sienten, qué está funcionando y qué no, evita resentimientos y promueve ajustes sanos. La crianza cambia por etapas y los acuerdos también deben hacerlo.

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Involucrar a la pareja no significa que ambos hagan lo mismo, sino que ambos estén presentes, disponibles y comprometidos, cada uno desde sus fortalezas. Una crianza compartida construye familias más equilibradas, niños más seguros y vínculos más sólidos. ¿La clave? Comunicación, corresponsabilidad y mucho amor.

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