Semana 15

Portada 15

Ya estás en la SEMANA 15
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BEBÉ
¡Tu pequeño ya puede chuparse el pulgar! Pesa 70 gramos y su corazón bombea unos 25 litros de sangre al día. Su sistema muscular se está desarrollando y, ahora, ya es capaz de realizar grandes movimientos con los brazos.

MAMÁ
Tu corazón bombea un 20% más de sangre que antes del embarazo, para que tu hijo pueda oxigenarse.

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XDESARROLLOX

¿Crece bien en la pancita?

Tienes 15 semanas y ya se empieza a apreciar tu pancita, pero seguro que te surge la duda: ¿cómo saber si el bebé crece correctamente? En los controles periódicos, tu ginecólogo te lo podrá confirmar mediante ecografía y te dará las indicaciones necesarias en caso de que detecte algún problema.

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¿SERÁ UN BEBÉ GRANDE O PEQUEÑO?
> En condiciones fisiológicas normales, el crecimiento fetal está determinado por el peso con el que la futura mamá inicia el embarazo y por su aumento de peso en el transcurso de los nueve meses. La condición ideal para que el niño se desarrolle de la mejor manera es que, al inicio del embarazo, la mujer tenga un peso normal, y que aumente entre 10 y 13 kilos durante todo el embarazo.
> Si la gestante tiene un peso inferior al normal al empezar la gestación, será oportuno corregir en seguida su alimentación, para que acumule las “reservas” suficientes para cubrir las necesidades de crecimiento del niño. De lo contrario, aumenta la probabilidad de dar a luz a un bebé de menos de tres kilos.
> En cambio, las mujeres que parten con sobrepeso deberán moderar el aporte calórico diario para controlar el aumento de peso total, que podría favorecer la formación de un bebé macrosómico (de tamaño superior al habitual).

El crecimiento del feto también recibe la influencia de factores genéticos: si los dos progenitores son delgados, difícilmente tendrán un bebé gordito; y, en el caso de que los papás sean de constitución robusta, será improbable que el bebé nazca con bajo peso. ¿Qué ocurre cuando la mamá y el papá tienen constituciones físicas distintas? Casi con toda seguridad, prevalecerá la constitución materna.

¿CÓMO SE CALCULA SI TODO VA BIEN?
> Normalmente, el peso del bebé empieza a controlarse a partir de las 20 semanas de gestación.
Salvo en el caso de patologías graves o malformaciones fetales, hasta las 18-19 semanas, todos los niños se desarrollan de manera uniforme, mientras que, a partir de entonces, se pueden producir diferencias en el crecimiento. Para efectuar una valoración, la ecografía es el principal instrumento. Este examen toma en consideración algunos parámetros: el diámetro biparietal (desde la protuberancia del hueso parietal derecho a la del hueso parietal izquierdo, que corresponde al punto de mayor anchura de la cabeza), la circunferencia craneal, el diámetro de la circunferencia abdominal, y la longitud del fémur y el húmero. Estos datos se procesan en el ordenador del ecógrafo, que permite calcular el peso aproximado del feto y compararlo con el peso de referencia relativo a la semana de gestación, según lo establecido en las tablas de crecimiento expresadas en percentiles (similares a los que el pediatra aplica en los primeros meses de vida del niño).
> Lo ideal es que el peso del feto esté comprendido entre los percentiles 30 y 70, aunque también se considera normal un rango del 10 al 90. No obstante, hay que tener presente que, a pesar de encontrarse en el rango de normalidad, lo que cuenta no es tanto el valor en sí, sino la variación en el tiempo. Por ejemplo, un niño podría situarse en el percentil 20 simplemente porque es de constitución pequeña, pero, si en el transcurso del embarazo sigue su curva de crecimiento, se considera que todo va bien. Sin embargo, si, en cuestión de unas semanas, desciende del 40 al 20, puede indicar que hay algo que no funciona.

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¿Y SI EL PEQUEÑO CRECE POCO?
> Un posible retraso del crecimiento está relacionado, principalmente, con una insuficiencia placentaria,
que se produce cuando el órgano no logra garantizar los correctos intercambios entre la madre y el hijo. En general, los problemas de insuficiencia placentaria se producen desde el momento de la formación de la placenta, puesto que están relacionados con un implante defectuoso, si bien sus efectos empiezan a notarse en la segunda parte del embarazo.
> Algunas veces, la disminución del crecimiento está relacionada con patologías maternas, como la trombofilia (una coagulación de la sangre excesiva debida a causas genéticas) y la hipertensión, sobre todo, si deriva en una preeclampsia, patología grave del embarazo que altera el funcionamiento de la placenta.
> Con menos frecuencia, el daño se puede producir en el transcurso de los nueve meses. Es el caso de la placenta previa, cuando el órgano se sitúa en las proximidades de un segmento uterino inferior: de hecho, el tejido de la parte baja del útero es menos rico en vasos sanguíneos y, por lo tanto, menos adecuado para acoger la placenta que, por este motivo, podría no funcionar de forma óptima. Asimismo, se pueden producir pequeños desprendimientos de placenta que, aun cicatrizándose, pueden reducir bastante la superficie de intercambio entre la mamá y el bebé. Sin olvidar algunas malas costumbres, como el tabaco, que debería eliminarse completamente antes incluso de iniciar un embarazo, puesto que provoca vasoconstricción y daña los vasos placentarios.
> Si se produce un subdesarrollo fetal, la actuación médica depende de cada caso, pero lo más eficaz es monitorizar el crecimiento, con el fin de establecer el momento más oportuno para que el bebé nazca, ya que, si permaneciera en el útero, no se le podría garantizar un aporte suficiente de nutrición y de oxígeno. ¿El reposo puede ayudar? Sin duda, es recomendable llevar una vida más tranquila, pero no está científicamente demostrado que el reposo resuelva el problema.

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¿QUÉ OCURRE SI EL EMBARAZO ES GEMELAR?
> Llevar dos fetos en el vientre comporta necesariamente una reducción del crecimiento respecto a un solo feto,
aunque todo vaya bien y cada feto se desarrolle en su saco amniótico y esté alimentado por su placenta (embarazo biamniótico y bicorial). Hasta las 23-24 semanas, los gemelos crecen como los fetos únicos, porque hay espacio y alimento suficiente para los dos. El desarrollo disminuye un poco hasta la semana 38, cuando los gemelos pesan, normalmente, 2.8-2.9 kilos, cerca del 15% menos que el peso de un bebé único, situado en torno a los 3.2-3.3 kilos. No existen curvas de crecimiento específicas, pero, en general, lo que sería un percentil 20 para un solo bebé se convierte en el 50 en el caso de un gemelo. Normalmente, ambos crecen de forma similar, si bien suele existir una diferencia de peso del 12-15%. Las zonas uterinas en las que se implanta la placenta no tienen la misma capacidad de proporcionar alimento y oxígeno. Esto significa que, cuando hay un solo feto en el útero, la placenta se suele implantar en el mejor punto, donde puede realizar intercambios óptimos con el organismo materno. Cuando hay dos placentas, una de ellas se puede implantar en un lugar menos favorable y, por lo tanto, uno de los dos bebés puede crecer menos. Si la diferencia de peso entre los dos supera el 20%, es conveniente efectuar controles complementarios para comprobar el funcionamiento placentario.
> Más problemática, si bien poco frecuente, es la circunstancia en la que los gemelos comparten la misma placenta (monocoriales). En este caso, se podría producir un intercambio anómalo de sangre entre los dos fetos, en el que uno de ellos succione más y aumente más de peso, en detrimento del otro, que aumenta menos.

 

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¿Perjudicará a mi hijo?

Cuando esperas un bebé, de repente, las acciones que antes realizabas sin problema te suscitan algunas dudas, como realizar las tareas de casa, cargar peso o ir en transporte público. ¿Qué precauciones debes tomar para proteger el bienestar de tu bebé?

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¿Puedo seguir haciendo las tareas del hogar?
> La gestión diaria de la casa no comporta especiales problemas para la futura mamá.
Sin embargo, es preciso evitar las limpiezas “a fondo”, como descolgar, lavar y colgar las cortinas, limpiar las lámparas o quitar el polvo de la parte superior de los armarios, ya que estas actividades requieren el uso de una escalera y comportan un riesgo de caída. Por lo demás, se puede hacer prácticamente todo, naturalmente, procurando no fatigarse en exceso. Por ejemplo, si trapeas el suelo, no transportes la cubeta lleno de agua, sino que es preferible que la llenes hasta la mitad, utilizando siempre el mechudo, y evitando agacharte para tallar con el cepillo o con una esponja. Si planchas, regula la altura del burro de planchar, para poder sentarte. En cambio, si prefieres quedarte de pie, apoya el pie en un pequeño banco, para no forzar demasiado la espalda. Por lo que respecta a las tareas más pesadas, no tengas reparo en pedir ayuda.

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¿Puedo llevar las bolsas de las compras?
> Sí, siempre y cuando no pesen demasiado.
No obstante, cuando las levantes, no te inclines hacia delante, sino que debes flexionar las rodillas. De este modo, el esfuerzo se distribuirá bien entre las piernas y la columna vertebral, evitando el riesgo de lumbalgia. Mientras elevas el peso, contrae ligeramente los esfínteres, para prevenir problemas de incontinencia urinaria. No olvides que el embarazo constituye un factor de riesgo para este trastorno, desde el momento en que el peso del bebé hace que los músculos pélvicos sean más laxos.

Tengo poca pancita y estoy acostumbrada a dormir boca abajo. ¿Puedo “aplastar” al niño?
> Mientras el útero está contenido en el interior de la pelvis, se puede adoptar la posición que se desee,
porque el peso del cuerpo no causa ningún inconveniente. Sin embargo, al final del primer trimestre, con el crecimiento del feto, el útero asciende y se transforma en un órgano abdominal. En este momento, tu propio cuerpo te indicará que necesitas darte la vuelta, simplemente, porque si te pones boca abajo, notarás una sensación molesta y no podrás mantener la posición.

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Ya tengo un hijo de tres años. ¿Puedo cuidarlo como siempre o debo tomar alguna precaución?
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Normalmente, se teme que el niño, en sus manifestaciones efusivas de cariño, pueda comprimir o golpear la pancita y, por lo tanto, dañar al feto. Sin embargo, el bebé está protegido de forma natural por el líquido amniótico, que entre sus funciones también tiene la de amortiguar los posibles golpes. No obstante, para evitar que las efusiones del niño sean peligrosas, debes explicarle que en la pancita de la mamá hay un hermanito, y que se pone muy contento cuando le abrazan con cuidadito.
> No hay ningún inconveniente para cargar al niño en brazos (siempre que no existan problemas específicos, como amenaza de aborto o contracciones prematuras). En cualquier caso, si el niño ya tiene tres años, es preferible intentar que sea más autónomo en sus hábitos diarios para evitar tener que cargarlo continuamente.

Si subo escaleras o camino demasiado rápido, la pancita se me endurece. ¿Qué significa?
> Son pequeñas contracciones uterinas, que suelen percibirse a partir del quinto mes de embarazo.
Si se presentan de vez en cuando, se pueden considerar fisiológicas, pero, si se producen cuando se va deprisa, se deben tomar como un mensaje del organismo, que pide no cansarse demasiado. De hecho, en cuanto la futura mamá ralentiza el ritmo y sube escaleras o camina más lentamente, desaparecen enseguida. En cambio, si los episodios se repiten con frecuencia o las contracciones continúan a pesar de las precauciones sugeridas, es oportuno informar al ginecólogo.

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Para ir al trabajo, utilizo el transporte público. ¿Los movimientos bruscos pueden dañar al bebé? ¿Y si alguien me golpea?
> Gracias al líquido amniótico, los posibles golpes quedan amortiguados,
e incluso el bebé percibe las vibraciones y los baches de forma atenuada. Además, los medios de transporte públicos disponen de asientos reservados para embarazadas. En caso contrario, o bien si todos los asientos estuviesen ocupados y nadie, al darse cuenta de tu embarazo, te cediese el asiento, no tengas ningún reparo en pedir que te dejen sentar.

He estado es un local con música muy alta, y el bebé se movía más de lo habitual. ¿Se habrá asustado?
> Si escuchar música provoca una sensación de bienestar a la futura mamá, el pequeño “se pone a bailar” en la pancita.
No hay ningún peligro si el volumen es un poco alto, puesto que el líquido amniótico atenúa todos los sonidos. No obstante, si el feto percibe que la mamá está preocupada, también nota su estado de ánimo y suele moverse menos. Algunas veces, llegan embarazadas a los servicios de urgencias de los hospitales porque dicen no notar al bebé. Después de comprobar que todo esta bien, “milagrosamente” el bebé vuelve a moverse de nuevo. ¿Qué pasó? Simplemente, que el pequeño, al notar que su mamá se ha tranquilizado, continúa con sus volteretas de siempre.

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De vez en cuando, hago una sesión de rayos UVA. ¿Puedo hacerlo en el embarazo?
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En los primeros meses de embarazo, las cabinas de rayos UVA no son perjudiciales para el feto, que está bien protegido en la pancita. Sin embargo, es mejor evitarlas cuando se está embarazada. En primer lugar, pueden acentuar el cloasma gestacional, un problema estético típico del embarazo que se manifiesta con manchas oscuras sobre la frente, la barbilla y los pómulos. Este fenómeno está determinado por el aumento de estrógenos, que provoca una estimulación de los melanocitos, las células que producen el pigmento oscuro de la piel, pero también los rayos UVA pueden desencadenarlo. Asimismo, las cabinas emiten un calor intenso, que provoca una vasodilatación temporal, que podría causar dificultades circulatorias, sobre todo, en las extremidades inferiores, ya de por sí afectadas por el peso de la pancita. Por último, en el embarazo, la piel es más sensible y podría irritarse debido al efecto de los rayos UVA.

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¿Cómo cambia el pecho?

Habrás notado que, ahora, tu pecho se muestra más lleno y firme. Todo se debe a las hormonas, que provocan un aumento del volumen de las glándulas mamarias, que se ponen en funcionamiento y se preparan para dar el pecho al bebé.

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LA GLÁNDULA AUMENTA DE TAMAÑO
> Durante los meses de gestación, los cambios de la mama se producen bajo la influencia de dos hormonas: la prolactina, producida por la hipófisis desde las primeras semanas de embarazo, y la hormona lactógena placentaria, producida por la placenta a partir de las 15 semanas. La primera fase de cambio, llamada cinetógena, comienza al inicio de la gestación y prosigue hasta el quinto mes. El tejido glandular aumenta; el número de acinos también aumenta y los conductos galactóforos se ramifican para conectar los nuevos acinos glandulares con el pezón. Como resultado, el pecho aumenta de volumen y turgencia, de manera que, al palparlo, se advierte un aumento del tejido nodular.

> Mientras el tejido glandular prolifera, el adiposo tiende a disminuir, razón por la que la mama resulta más sensible a las estimulaciones externas. Por este motivo, durante el embarazo, es aconsejable utilizar un sujetador cómodo de contención, que, en caso necesario, puede llevarse puesto incluso por la noche, con el fin de atenuar la posible sensación de peso y, a veces, de dolor. Alrededor de los cinco meses, la irrigación sanguínea es tal que el pezón cambia de color, se oscurece y la aréola se ensancha. Los vasos sanguíneos de la mama pueden verse a través de la piel y, alrededor del pezón, se acentúa el relieve de las glándulas de Montgomery, que producen secreciones grasas necesarias para mantener la piel suave.

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PEZONES BIEN HIDRATADOS
> Durante el embarazo, es necesario preparar el pecho para la lactancia, con el fin de prevenir la formación de grietas, fisuras que se forman en la piel del pezón durante la lactancia, si bien, en realidad, esto no tiene mucho sentido. El único sistema para prevenir el trastorno es que la succión se produzca de manera correcta: el bebé debe abarcar toda la aréola con la boquita. De todos modos, es aconsejable mantener el pezón bien hidratado, masajeándolo con aceite de almendras dulces, aceite de oliva u otros productos específicos para este fin. No obstante, esta operación no debe efectuarse poco antes de dar el pecho al bebé, que podría notar el sabor del aceite y rechazar el pecho.

LAS PRIMERAS GOTAS DE CALOSTRO
> A los cinco meses de embarazo, la fase cinetógena finaliza y da comienzo la fase que se conoce como calostrógena. Las glándulas empiezan a producir calostro, una secreción muy nutritiva y rica en anticuerpos maternos que, con el paso de las semanas, rellena los conductos galactóforos. En el embarazo, se puede notar alguna pérdida de calostro por el pezón, y la secreción puede ser más o menos intensa. Precisamente, el calostro alimentará al bebé nada más nacer, antes de la subida de la leche. Ésta se produce de uno a cinco días después del parto, e indica que las glándulas ya han empezado a producir la leche propiamente dicha. La turgencia y la sensación de tensión en el pecho aumentan. Para atenuar estas molestias, conviene evitar beber líquidos en exceso, y poner al bebé al pecho con mayor frecuencia.

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La miopía no es un problema

Al contrario de lo que se creía hace unos años, si tienes miopía, puedes dar a luz por parto natural y dar el pecho sin problemas. No corres ningún riesgo, siempre y cuando estés controlada y no haya ninguna alteración importante en la retina.

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PRIMERA REGLA: ACUDIR AL OCULISTA
> La miopía, por elevada que sea, no constituye por sí misma un factor de riesgo
ni empeora de forma irreversible durante el embarazo. Sin embargo, es importante distinguir entre dos formas distintas de miopía: una más sencilla, que no implica alteraciones de la retina, y otra más grave, en la que existen lesiones que afectan a la periferia de la retina y que, con el tiempo, pueden dar lugar a su ruptura o desprendimiento.

> Por lo tanto, es muy importante someterse a una visita preventiva para cerciorarse de que la retina está bien. De todos modos, acudir una vez al año al oculista es algo que todos los miopes (y no solo las futuras mamás) deberían hacer, con el fin de controlar el fondo del ojo. Aunque las alteraciones de la retina sean más frecuentes en las miopías elevadas (más de seis dioptrías), en algunos casos también se pueden presentar en miopías de menor importancia.
> El examen del fondo del ojo es muy sencillo. Se efectúa instilando en el ojo algunas gotas de una sustancia que dilata la pupila, lo que permite establecer un diagnóstico inmediato y seguro. Cuando el resultado no pone de manifiesto ninguna anomalía, la futura madre se puede enfrentar tranquilamente tanto al parto natural como a la lactancia materna.

CUÁNDO ES NECESARIO UN TRATAMIENTO
En caso de que el examen del fondo del ojo revele la presencia de alteraciones en la retina (pequeños orificios, lesiones o cualquier otro tipo de problema), deberán adoptarse las medidas necesarias.

> En primer lugar, se deberá evaluar, de acuerdo con el especialista, la conveniencia de recurrir a un tratamiento con rayo láser, que permite una perfecta cicatrización del tejido lesionado, y decidir después si es más conveniente someterse a una cesárea.
> Cuando hay lesiones en la retina, el parto natural puede representar un cierto riesgo, pues, durante el mismo, aumenta la presión sanguínea intracraneal, lo cual, en determinados casos límites, podría dar lugar a la rotura o al desprendimiento de una retina ya comprometida.

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NO HAY QUE ASUSTARSE SI SE PIERDE UN POCO LA VISIÓN
Una vez desmitificados los viejos prejuicios, aún queda por aclarar el motivo de la pérdida de visión que las mujeres miopes suelen experimentar con frecuencia durante el embarazo.

> A lo largo de estos meses, se produce una modificación transitoria del equilibrio hormonal, debida, sobre todo, a la acción ejercida por la progesterona y la relaxina, que da lugar a una retención hídrica más acentuada. Durante el embarazo, las hormonas actúan con el fin de dar una mayor “elasticidad” al organismo de la futura madre y facilitar la dilatación de los tejidos, que, en consecuencia, absorben más agua y tienden a hincharse.
> También el ojo se encuentra sometido a este fenómeno, que provoca una ligera modificación en la curvatura de la córnea y del cristalino, pudiendo dar lugar a una mayor dificultad para enfocar las imágenes y creando un aparente empeoramiento de la miopía.
> De todas formas, se trata de una variación ligera y transitoria, que se resuelve espontáneamente algún tiempo después del parto y que no obliga, en absoluto, a cambiar la graduación de las lentes. Lo que sí puede ocurrir durante el embarazo es que la modificación de la curvatura de la córnea produzca una intolerancia a lentes de contacto, cosa que se manifiesta mediante síntomas como molestias o dolor, lo que desaconseja su empleo hasta después del parto.

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Luce un cabello espléndido

Seguro que habrás notado que, desde que estás embarazada, tu cabello se ve más sano y brillante. Puedes seguir tiñéndotelo, pues los tintes de hoy en día son inocuos. Lo importante es que lo mantengas cuidado con los productos adecuados.

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Durante los nueve meses, el pelo goza de un estado de gracia. Esto se debe al aumento de la producción de estrógenos, las hormonas femeninas que lo hacen más sano y brillante. El cabello también se encuentra durante más tiempo en la fase de crecimiento, por lo que vive un período de gran bienestar.

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Pero, ¿cómo debes tratar el pelo durante el período del embarazo? ¿Te puedes aplicar tintes y reflejos o es más prudente dejar este tipo de productos para después del parto?

> Los productos que hay actualmente en el mercado están testados y son absolutamente inocuos. Por otro lado, hay que tener en cuenta que el tinte no pasa a la sangre y que no es absorbido por la piel, puesto que no actúa sobre el bulbo pilífero, sino sobre el tallo del cabello. Los reflejos aún son más inocuos y seguros, ya que no penetran en el tallo, sino que se quedan en la superficie. Los productos denominados “naturales” también son adecuados.
> No debes preocuparte por los componentes químicos de los tintes. Aunque las sustancias que se liberan durante la aplicación (como el amoníaco y el agua oxigenada) podrían levantar sospechas, no hay que preocuparse; la cantidad de sustancias inhaladas es mínima y el riesgo es irrisorio. En el mercado, existen, además, productos que no contienen este tipo de sustancias en su composición.

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LOS PRODUCTOS ADECUADOS
Para que tu cabello esté sano, es muy importante que utilices los productos adecuados.

> El shampoo debe tener un pH comprendido entre 5 y 7.5. Es importante distribuirlo masajeando ligeramente el cuero cabelludo con la yema de los dedos. Asimismo, hay que enjuagarse el pelo meticulosamente, con el fin de eliminar cualquier residuo de producto.
> Los acondicionadores y las mascarillas protegen el cabello y le dan salud y brillo. El acondicionador reduce la electricidad estática y permite desenredarlo con más facilidad. La mascarilla, por su parte, está indicada para cabellos dañados o secos, ya que hidrata en profundidad, y da fuerza y brillo.

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9 meses para convertirse en papá

El embarazo también es una etapa mágica para el papá. En estos meses, se debe adaptar a los cambios y aprender a cuidar de su pareja y del bebé. Un papá informado, presente y competente representa el apoyo ideal para la mujer, antes, durante y después del parto.

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> Está “embarazado”, como la futura mamá, y, sin embargo, este aspecto se tiene poco en cuenta, puesto que la atención se dirige a ella, principalmente. Sin embargo, el papá tiene un papel muy importante. Su función es cuidar tanto a su pareja, durante los nueve meses y en el período posterior al parto, como al pequeño que va a nacer. Por consiguiente, el embarazo también constituye una etapa crucial para el papá, en la que tiene que prepararse para el cambio de papeles y de prioridades, y para la transformación del equilibrio personal, de la pareja y de la familia. Un período que el futuro papá deberá vivir de forma consciente y participativa.

¿EMOCIONES? ¡SÍ, GRACIAS!
Cuando se habla de las emociones en el embarazo, inmediatamente, se piensa en la futura mamá, pero también el hombre vive una tormenta de sensaciones nuevas e intensas.

> Acoger las propias emociones y compartirlas con la futura mamá, dando voz a los miedos y a las expectativas, constituye un paso importante para comprenderse mejor en el seno de la pareja. Además, las vivencias emocionales de los hombres y de las mujeres en el embarazo son muy diferentes. Durante los nueve meses, la futura mamá tiene una relación intensa, visceral y exclusiva con el bebé que está creciendo dentro de ella. Por lo tanto, el vínculo se ve favorecido y es más inmediato que el del futuro papá, que, en consecuencia, sobre todo en la primera parte del embarazo, puede parecer más frío que su compañera. Compartir los sentimientos representa la única manera de prevenir la incomprensión y la desilusión, así como de enfrentarse a las necesidades y a las expectativas de la pareja.

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INFÓRMATE Y PARTICIPA
Para apoyar a la mamá y vivir plenamente la experiencia de la llegada de un hijo, es fundamental que el futuro papá esté informado y participe del proceso.

> El hombre debe estar informado del embarazo, debe conocer las posibles molestias físicas (náuseas, cansancio, dolor de espalda, etc.), así como el especial estado emocional de la mamá. Todo lo que la futura mamá sabe también debe saberlo el futuro papá: por ejemplo, cómo se reconoce el inicio de la dilatación, qué hacer si a la mamá se le rompe la fuente, cómo actuar en caso de emergencia… Cuando llegue el momento de afrontar estas situaciones, el futuro papá debe ser capaz de reconocerlas y saber cómo comportarse.
> Para ello, puede ser de gran ayuda la participación en un curso de preparación al parto. La información favorece la concienciación de ambos y les permite compartir inquietudes y tomar juntos las decisiones que afectan al bebé, a su crecimiento y a su cuidado.
> Otra sugerencia válida para todos los futuros padres es estar presentes, participar todo lo posible en los momentos importantes del embarazo. Acompañar a la futura mamá a las ecografías tiene un valor formativo para el padre, pero también un valor simbólico: representa un mensaje positivo para la mujer y consolida la imagen de una pareja sólida y unida.

CUIDAR A LA MAMÁ
El compañero ideal durante el embarazo es un hombre atento, partícipe y disponible. Cuando llegue el momento del parto, su deber es proteger el bienestar emocional de la mujer en el hospital, por ejemplo, interviniendo, si es necesario, para recordar al personal las posibles demandas o preferencias de la mamá relacionadas con la dilatación y el parto.

> Se trata de un papel que no acaba con el nacimiento, sino que resulta todavía más importante en el posparto, cuando la mujer es más vulnerable. El papá tiene el deber de defender a la nueva mamá, de hacer respetar su necesidad de descanso y de intimidad con el niño. Es él quien, basándose en la decisión de ambos, filtra las visitas de los parientes y de los amigos, y atiende las llamadas telefónicas.
> Pero el hecho de cuidar a la mamá también significa ofrecerle un válido apoyo práctico, compartiendo con ella la gestión de las tareas diarias (desde la limpieza y el orden a la preparación de las comidas y las compras), así como el cuidado del recién nacido. Los primeros días después del parto son los más agotadores y delicados para la mamá, que tiene que enfrentarse al cansancio físico, a la reorganización hormonal propia del posparto y a su nuevo papel de madre. Si la situación profesional lo permite, lo ideal sería quedarse con la nueva mamá todo el tiempo posible. El objetivo es evitar que se sienta sola, que descanse y recupere el sueño perdido durante la noche, así como compartir con ella las emociones de los primeros días de vida del niño.

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CUIDAR AL BEBÉ
Tocar al bebé, cargarlo en brazos, darle un masaje, cambiarlo, bañarlo… Hacer de papá se aprende con la práctica. ¿Cómo? No teniendo miedo a cuidar del bebé y creando un lenguaje personal para comunicarse con él y para responder a sus necesidades. De esta manera, mientras se participa del cuidado del pequeño, se ofrece un gran apoyo a la mamá y se toma confianza con el recién nacido, sentando así las bases de la relación papá-bebé.

> Esta relación debe, necesariamente, ser favorecida por la mamá. Ella es quien debe dejar espacio al papá para que pueda aprender a ocuparse del pequeño. Es posible que el hombre se desenvuelva un poco peor al manejar al bebé o que no sea tan hábil como la mamá a la hora de cambiarle el pañal o de bañarlo, ya que ha tenido menos ocasiones que ella para dedicarse a estas actividades. Y es fácil que la mamá tenga la tentación de decirle: “Lo hago yo”. Sin embargo, es importante que conceda al papá la oportunidad de practicar. Por lo tanto, deben evitarse los comentarios, las miradas y las observaciones que puedan desanimar al papá y dificultar los alegres momentos de contacto con el bebé.
> El entendimiento y la costumbre son importantes para el padre, pero también para el niño, que, solo así, tiene la posibilidad de aprender una segunda forma de comunicación, diferente a la materna, que ya conoce bien. Entre otras cosas, el hecho de que sean dos los padres “operativos” es muy útil en los momentos críticos. ¿Un ejemplo? Las noches en las que el pequeño parece inconsolable y, a pesar de todos los intentos de la mamá, no hay manera de que se tranquilice. A veces, es suficiente con un cambio de brazos para que el bebé se rinda y se quede dormido sobre el pecho de su papá.

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UN PAPÁ COMPETENTE
Antiguamente, la mamá podía contar con la ayuda de todas las mujeres de la familia para ocuparse del recién nacido, y todo lo relacionado con el bebé se consideraba competencia exclusivamente femenina.

> En la actualidad, los padres y las madres deben ser capaces de desarrollar las mismas funciones. En la mayoría de los casos, en nuestra sociedad, la responsabilidad de la familia recae en la pareja de cónyuges, y la mujer suele estar integrada en la vida profesional, igual que el hombre. En este contexto, el papá tiene la obligación de realizar una serie de competencias que le permitan ocuparse del niño en todos los aspectos. Esto significa que el hombre debe ser competente: tiene que reconocer los ritmos y las necesidades del bebé, poder cuidarlo, prepararle la papilla, bañarlo, vestirlo y darle un medicamento, si es necesario. Todo lo que sabe hacer la mamá también lo tiene que saber hacer el papá.

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